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Yunho se encontraba ahora con las pupilas contraídas, jugando con una de las manos de Gaeul, analizándola frente a sus ojos

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Yunho se encontraba ahora con las pupilas contraídas, jugando con una de las manos de Gaeul, analizándola frente a sus ojos. Miraba de manera extasiada sus dedos y le fascinaba lo delicados que eran.

A pesar de haber percibido la leve disminución de dopamina, no siguió inhalando más opioides porque, por algún motivo, se sentía satisfecho con la compañía de la chica.

Las horas habían pasado rápidas, por lo que ambos saborearon con anhelo cada sabor dulce que les generaba el estar juntos y aislados del mundo.

Jeong sonrió y, entrelazando sus dedos con los de Gaeul, la observó.

—¿Cómo terminaste aquí? —el pelinegro había percibido que la muchacha no encajaba en el lugar, en especial por haber decidido quedarse con él en vez de beber alcohol hasta el cansancio como los demás invitados.

—Nunca había asistido a alguna fiesta —dijo avergonzada—, pero sentí que era el momento y con Haneul nos escapamos de casa —acarició los dedos de él, reconfortándose con el tacto y percibiendo que pequeñas corrientes eléctricas eran enviadas hacia su cerebro.

—¿Se escaparon? —inquirió incrédulo. Gaeul no parecía de las personas que pasaban por alto las reglas de sus padres.

­—Sí —suspiró, manteniendo aún las caricias a las falanges del pelinegro. Yunho sentía que se volvería loco por lo bien que se sentía el continuo roce—. Mis padres son bastante aprehensivos, por lo que nunca nos autorizan a salir de casa durante la noche. Haneul ya se había escapado antes, por eso sabía cómo hacerlo —observó a Yunho por unos segundos, para después volver a desviar sus ojos a la unión de sus manos—. De esa manera terminé aquí.

—Me alegra mucho que te hayas escapado —dijo sincero, con una sonrisa en sus labios—. Estoy feliz y busqué esta sensación por muchos años.

Gaeul tragó saliva, intentando descifrar las palabras de Yunho, pero no lo logró, sintiéndose desconcertada. Deseaba entenderlo mejor y, de esa manera, darle respuesta a cada oración que formulaba el pelinegro.

Le parecía una persona llamativa y deseaba sumergirse en su mundo.

—¿Y tú? ¿Cómo acabaste aquí? —quiso saber ella.

Yunho se removió inquieto en el sillón y se acomodó nuevamente sobre ella, dejando su cabeza en su pecho y escuchando su respiración acompasada. Mantuvo aprehensiva una mano de Gaeul y cerró sus ojos tras volver a sentir que le acariciaba el cabello.

Tragó saliva con dificultad, sintiéndose pequeño, tratando de recordar la última vez que alguien lo acarició de aquella manera tan pura y sencilla.

Desde hace mucho que no se sentía tan vivo, experimentando tantas sensaciones en su piel sin la ayuda de las innumerables pastillas de metadona u oxicodona que consumía a diario, sin descanso.

A veces, se preguntaba cuándo llegaría el momento en el cual terminaría por morirse por algún descuido, en qué momento su corazón decidiría detenerse por completo, viendo aquellos escenarios de manera esperanzadora.

lucid ; j. yunhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora