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La alarma sonó temprano, despertando a Gaeul de su sueño y atrayéndola de bruces a la realidad

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La alarma sonó temprano, despertando a Gaeul de su sueño y atrayéndola de bruces a la realidad.

Ya era lunes nuevamente y debía comenzar su rutina, situación que en ocasiones anteriores la habría puesto de mal humor, pero ahora se encontraba entusiasmada y ansiosa por llegar a la universidad.

No había hablado con Yunho desde el viernes en la fiesta, a pesar de haber intercambiado sus números de teléfono, pero la pelinegra tenía la leve esperanza de poder verlo en el campus y, si las cosas se daban tan bien como aquella noche, pasar tiempo con él.

Aunque fueran sólo cinco minutos, Gaeul se conformaría con tan solo ver sus ojos o escuchar su risa.

Se incorporó con energía de su cama y, sin preámbulos, escogió la ropa que se pondría, para después adentrarse en el baño. La ducha que se dio se sintió totalmente deliciosa y la recompuso, por lo que cuando bajó a la cocina para desayunar, su ánimo era bastante positivo.

—Buenos días —la saludó Haneul, que se encontraba sirviendo los platos con sándwiches de huevo, preparados por su madre—. ¿Entusiasmada por tu segunda semana?

Gaeul se sentó y vio el puesto vacío de su padre, en donde había unas minúsculas migas. Probablemente ya se había ido al trabajo y sólo estaban ellas en casa.

Miró a Haneul, intentando comprender su pregunta y se percató de que la estaba molestando, ya que tenía una sonrisa socarrona en sus labios, que contagiaban sus ojos.

—Sí —respondió sincera la menor—. ¿Y tú? —se llevó la mitad del pan a sus labios y lo mordió con cuidado—. ¿Seonghwa te estará esperando hoy?

La pelinegra reprimió su carcajada en cuanto vio que las mejillas de Haneul comenzaban a verse sonrosadas, al igual que sus orejas.

Sabía que la mayoría de los reproches y prohibiciones que tenían dentro del hogar eran por su padre y no por Seohyun, su madre, por lo que cuando estaban a solas con ella no se sentían incómodas de hablar acerca de su propias vidas personales.

Ambas adoraban sin límite alguno a su madre y sabían que era una persona maravillosa, pero también era sumisa, por lo que jamás discutía con su padre si algo no le parecía correcto y, por ende, jamás cuestionaba sus decisiones.

Realmente, nunca comprendió los motivos de por qué su esposo era tan sobreprotector con sus hijas, pero llegó a la conclusión de que se debía probablemente a cómo fue él en su adolescencia y juventud, en donde pasaba la mayor parte de su tiempo con distintas muchachas, jugando con sus pobres corazones.

­—¿Seonghwa? —Seohyun se sentó junto a sus hijas, para desayunar con ellas, y miró a Haneul, con una sonrisa en su rostro—. ¿Es apuesto?

Su hija mayor rio nerviosa.

A pesar de que existía una gran confianza en su vínculo, pocas veces Seohyun había conversado acerca de un tema tan complejo como el amor con ellas y era consciente de que aquella represión era causada por el miedo que le tenían a Ujin.

lucid ; j. yunhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora