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Gaeul miró la hora en su celular y tragó saliva tras verificar que ya eran más de las once de la noche, lo que significaba que sus padres ya se encontraban sumidos en un profundo y pesado sueño, siendo despertados únicamente por la insistencia de ...

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Gaeul miró la hora en su celular y tragó saliva tras verificar que ya eran más de las once de la noche, lo que significaba que sus padres ya se encontraban sumidos en un profundo y pesado sueño, siendo despertados únicamente por la insistencia de veinte alarmas como mínimo.

De igual manera, caminó con pasos suaves hasta la habitación contigua a la suya, en donde Haneul la esperaba lista, vestida perfectamente para la ocasión y con un maquillaje deslumbrante que lograba resaltar cada una de sus facciones, haciendo que se viera más hermosa de lo que ya era, si es que aquello era posible.

Las hermanas se sonrieron brevemente con complicidad y Gaeul se sentó en la cama de Haneul, mientras ella arreglaba los últimos detalles de su aspecto y no pudo evitar divagar durante unos cuantos segundos.

Cualquier persona que las viera no pensaría, definitivamente, que eran hermanas, ya que el contraste de apariencias era más que notorio y llamativo. Gaeul iba vestida con un pantalón de tela rojo vino, sus más que gastadas converse negras y una sudadera con gorro gris.

Quería pasar lo más desapercibida posible y sabía que Haneul con su falda corta blanca, el top con lentejuelas y sus botas de caña alta, llamaría la atención de todos, llevando a cabo con éxito su plan.

­­­—Bajaremos por mi ventana, ¿está bien? —Haneul miró a su hermana y su cara de pánico le transmitió cómo se había sentido ante sus palabras—. La distancia no es mucha y podemos usar el árbol del jardín, será fácil —se inclinó hasta su altura y tomó sus manos, intentando brindarle seguridad.

—¿Ya lo has hecho antes? —inquirió Gaeul, disimulando su creciente curiosidad hacia la nueva actitud de su hermana.

—Incontables veces, el árbol y yo somos excelentes amigos —rio suavemente y se enderezó, para luego caminar hacia su ventana, haciéndole una seña con su mano a la pelinegra para que se acercara a ella.

Gaeul se levantó con el miedo recorriéndole las venas y con el nerviosismo a flor de piel.

Era la primera vez que se escapaba de casa y su ansiedad sólo lograba que se preguntara y se alarmara de manera innecesaria, pensando en que quizás sus padres podrían darse cuenta y que terminarían recibiendo el castigo de sus vidas, pero la confianza que le daba Haneul la incitaban a realizar aquello tan prohibido y llamativo.

—Tenemos que llegar a las cinco de la mañana como máximo, a las seis se despierta papá —informó Haneul, como si manejara cada detalle con exactitud—. Ahora, mira cómo lo hago e intenta no caerte por algún descuido.

Gaeul asintió con la cabeza. Sentía la garganta extremadamente seca y por eso mismo no quería decir alguna palabra, por el miedo que le daba forzar demasiado su voz y terminar despertando a sus padres con alguna tos innecesaria.

Luego de apagar la luz, Haneul se escabulló rápidamente por su ventana y caminó unos cuantos pasos por el tejado hasta llegar al borde, en donde se alzaban varias ramas gruesas del árbol del jardín, que probablemente tenía más años que ellas dos juntas, y trepó con agilidad por ellas.

lucid ; j. yunhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora