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El hogar de la familia de Gaeul se encontraba a escasos metros de ellos y, con cada paso que daba la muchacha, sentía que su corazón se sacudía con pesadez

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El hogar de la familia de Gaeul se encontraba a escasos metros de ellos y, con cada paso que daba la muchacha, sentía que su corazón se sacudía con pesadez.

Estaba sumamente nerviosa, ya que varias de sus mentiras dichas con anterioridad, quedarían al descubierto. Su padre no se caracterizaba por ser despistado, mucho menos ingenuo, por lo que Moon era consciente de que sus mentiras pronto serían delatadas.

Intentó calmar su respiración y Yunho se detuvo al notar que algo no andaba bien con su novia. Se giró para quedar frente a ella y, con suavidad, dejó sus manos sobre los hombros de Gaeul, los cuales acarició con sus dedos, dándole un pequeño masaje para reconfortarla.

—¿Crees que no les agradaré? —preguntó con temor.

Si aquello era lo que estaba preocupando a Moon, debía hacer todo lo posible para darle una buena impresión a sus padres. Al menos con Haneul podía relajarse un poco, a pesar de que ella ya conocía cierta parte de su historia, confiaba en que Seonghwa se había tomado el tiempo de explicarle su situación.

—No, no es eso —contestó, observándolo a los ojos con sinceridad—. Solo me preocupa mi padre, jamás le he presentado algún novio. De hecho, nunca había estado en una relación —divagó y Yunho le acunó su rostro al percatarse de que las pupilas de Gaeul se habían desviado levemente hacia un lado, gesto que hacía cuando la ansiedad le estaba devorando la cabeza.

—Todo estará bien, cariño —aseguró, mientras se acercaba al rostro de Gaeul, para dejar un corto beso en sus labios.

La chica se sonrojó de inmediato. Aún no se acostumbraba del todo a los gestos de cariño que tenía el pelinegro con ella, los cuales eran bastantes durante el transcurso del día.

Besos, abrazos, mordidas, cosquillas; Yunho hacía cualquier cosa con tal de poder confirmar que ella era alguien de piel y huesos, no un simple invento de su imaginación.

—Vamos, no quiero que lleguemos tarde —dijo Jeong.

Gaeul entrelazó sus dedos con los de él y caminó nuevamente a su lado, ahora más tranquila, aunque sus pensamientos intrusivos la hacían dudar de vez en cuando si había sido buena idea traer a Yunho tan pronto a casa, cuando aún existía la posibilidad de que arruinara lo que estaban construyendo juntos.

Por más que el pelinegro lo estuviera haciendo de maravilla, Gaeul aún tenía miedo recorriéndole sus venas, recordándole de forma constante que Yunho podía recaer en cualquier momento, en el momento en el que ella menos lo creyera.

La señorita Im fue clara en explicárselo durante una de sus charlas; las recaídas llegaban cuando la persona parecía estar mejor que nunca, y eso era lo que aterraba a Gaeul, despertar por la noche y que Yunho no se encontrara a su lado, sino despierto, lejos de ella, completamente ido por alguna sustancia que se metió en su cuerpo.

Yunho había mejorado en tan poco tiempo que Gaeul se negaba a aceptar que todo seguiría así desde ahora. Era imposible, algo debía ocurrir.

La voz de Haneul se hizo eco en su mente, gritándole que por favor, dejara de pensar tanto, o sino su cerebro se quemaría como aquella carne de cerdo que estaban preparando en una ocasión para una cena familiar, pero que por estar viendo una serie se les olvidó por completo.

lucid ; j. yunhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora