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El corazón de Gaeul pendía de un hilo y se encontraba sobre una oscuridad que lo devoraría por completo si caía

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El corazón de Gaeul pendía de un hilo y se encontraba sobre una oscuridad que lo devoraría por completo si caía.

El silencio reinaba en la casa de Yunho y la puerta entreabierta de su dormitorio era un mal presagio, haciendo que el miedo se apoderara de ella de manera irracional. Cuando la muchacha entró, la imagen que la terminó por recibir la dejó sin aliento y con los músculos fríos como el hielo.

Yunho estaba tendido en el suelo, inmóvil y, a pesar de que Gaeul insistió llamándolo por su nombre, él era incapaz de contestarle, de dar alguna señal de que aún se encontraba con ella, a pesar de que el ritmo de su corazón amenazaba con desaparecer tras cada latido que daba.

La pelinegra sintió su rostro humedecerse, maldiciéndose a sí misma por haberlo dejado solo, a pesar de que sólo habían pasado unas pocas horas desde su partida. Los sollozos llegaban hasta los oídos de Jeong, pero se escuchaban tan lejanos que no era capaz de discernir de si Gaeul se estaba acercando o alejando de él.

Cuando lo tomó por los hombros y lo dejó boca arriba, sobre sus piernas, Jeong con dificultad logró divisar su rostro que estaba completamente desfigurado por su desgarrador llanto. Su corazón le pesó aún más, era consciente de que esas lágrimas eran sólo para él.

Sus hombros se tensaron levemente cuando los dedos de Gaeul se alzaron lo suficiente para poder observarlos, manchados con su propia sangre que se estaba escapando por su nariz, como un río sin fin.

—No, Yunho —su voz se quebró cuando sus manos temblorosas buscaron su pulso, presionando con desesperación su cuello y muñecas—. ¡No me hagas esto! ¡Por favor, no me hagas esto!

Sus latidos eran demasiado débiles, casi inexistentes. Gaeul sabía que cada segundo contaba, pero su consciencia era nublada por el pánico que le causaba la idea de perder a Jeong en un fugaz momento.

Estaba avanzando tan bien que jamás creyó que, luego de la salida con su hermana a la cafetería que frecuentaban con regularidad, lo encontraría de aquella manera, cuando regresara a estar con él.

Tan vulnerable, tan perdido, tan frágil; consumido en su totalidad por sus hábitos de mierda, a pesar de que era posible cambiarlos y dejarlos. No obstante, Gaeul era consciente de que era más simple volver a ellos, que seguirse esforzando por pelear y resistirse. La chica sabía que Yunho era alguien capaz de lograr todo lo que se propusiera, pero con aquel tema necesitaba ayuda y apoyo constante, en lo cual ella le falló.

Su novio estaba luchando por seguir con vida porque ella decidió despreocuparse de él cuando no debía. Un minúsculo error había bastado para que Jeong se encontrara batallando contra la muerte, otra vez.

De pronto, un recuerdo fugaz destelló en su cabeza, y la voz de San logró traerla nuevamente a la realidad en medio de su desesperación. La mirada de Yunho perdía cada vez más su brillo característico y a Gaeul le aterró el estar siendo espectadora de cómo Jeong estaba probablemente dando sus últimos alientos de vida.

lucid ; j. yunhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora