Capítulo 4

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Aún no era de día, pero ya podía oír los llamados de Rosa, que estaba en su jardín esperándola. La gata esfinge se levantó rápidamente para comer algo antes de salir. Comió un poco de su comida seca y tomó un poco de agua antes de pedirle a su dueña que le abriera la puerta para salir.

Tras lograr salir con éxito, saludó a Rosa con un ronroneo y miró todo a su alrededor. Tostada estaba sentada en la valla, donde las miraba con alegría y sacudía la cola mientras esperaba.

– ¿Vamos a ir? – Preguntó Lila a su amiga.

– Te he estado esperando, vamos.– Ronroneó Rosa, siguiendo a su madre.

Las gatas saltaron la valla y empezaron a dirigirse al bosque. Lila las siguió con alegría, pero sentía un nudo en la garganta a medida que pisaba por primera vez el pasto húmedo y suave del bosque. Abrió un poco la boca para sentir mejor los agradables aromas de flores, hojas y humedad.

Rosa y Tostada iban un poco más rápido que ella, así que trató de concentrarse en seguirlas y no en mirar a su alrededor. No tardaron mucho en llegar a un hermoso río de aguas cristalinas y brillantes. Lila se agachó un poco y tocó el agua con sus patas: estaba helada, pero era agradable.

Luego de tomar un poco de agua del río, siguió avanzando junto a las gatas siamés, que estaban esperando que cruzara el río.

Las decenas de olores, sonidos y sensaciones nuevas la mantenían algo cansada. Era demasiado sorprendente como para no quedarse allí eternamente, solo mirando, escuchando y olfateando.

Percibió un olor a más gatos, pero no podía ver a nadie que no fuera Tostada y Rosa. Estaban avanzando por una zona con árboles más bajos, pero llena de arbustos y olor a humedad. Tostada se detuvo frente a otro grupo de rocas, pero eran más pequeñas y llevaban a un montón de arbustos y zarzas. La gata siamés pasó las rocas, que estaban algo mojadas, y luego desapareció entre los arbustos. Rosa le indicó que hiciera lo mismo.

– Bienvenidas al Clan Guerrero.– Maulló la madre de Rosa.

Ambas amigas ahogaron un grito de sorpresa. Era un claro arenoso, evidentemente viejo, pero bien cuidado, había una enorme roca rodeada de agua y muchos arbustos grandes que parecían hechos para albergar a los gatos que antes habitaban allí.

No habían mucho más de 5 gatos en el claro, ni tampoco parecían guerreros de verdad. Habían dos gatos apenas más grandes que ella jugando a las peleas, pero los otros eran gatos adultos durmiendo y comiendo de un plato con comida seca y húmeda.

Rosa parecía mucho más fascinada que ella, a la gata siamés le llamaron la atención particularmente los gatitos jugando.

– ¿Ves? ¡Es lo más cercano a un clan que verás en el bosque! – Exclamó la gata antes de saludar a los gatitos.

Tostada se había ido a conversar con una gata atigrada café que tenia consigo un ratón de juguete como los que le compraba su dueña. Lila asumió que no le iba a presentar a nadie, mucho menos a Estrella de Cristal, por lo que la única opción en ese momento era buscarlo por sí misma. Se acercó primero a un gato naranja y blanco bastante grande, pero de mirada amistosa.

– H–hola, soy Lila.– Saludó.

– Yo soy Pintado, ¿Necesitas algo? – Maulló el gato.

– ¿Donde puedo encontrar a Estrella de Cristal? – Interrogó Lila, rascándose el collar.

Pintado le señaló uno de los arbustos más grandes con su cola peluda, pero no parecía estar seguro de su respuesta. Lila le agradeció con un maullido y se fue al lugar indicado.

Era un arbusto grande y oscuro, con un muy fuerte olor a humedad. El suelo estaba cubierto de hojas mojadas y musgo, pero era agradable sentirlo bajo sus patas. Había un gato blanco y negro allí, sus ojos verdes como esmeraldas se fijaron inmediatamente en ella.

Los Gatos Guerreros #1 - La Tensión de los Clanes: Zarpas SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora