El sol brillaba, iluminando el callejón, que ya no se veia tan aterrador como en la noche. Búho ya no estaba a su lado, pero aún sentía su aroma, así que no estaba lejos. Lila se levantó rápidamente y con el estómago rugiendo. Quería regresar a su casa y comer lo que fuera, pero Búho era la única oportunidad que veía para averiguar más de los clanes. Él era exactamente el tipo de gato al que estaba buscando.
La minina empezó a limpiarse las patas, que estaban adoloridas por los golpes de anoche. Dos segundos después apareció Búho con unos trozos de carne de dudosa procedencia que empezó a comer inmediatamente. Sabían raro y no olían muy bien, a diferencia de la carne que traía su dueña, pero tenía tanta hambre que cualquier cosa le parecía aceptable.
– Oye, déjame un poco que sea.– Gruñó el atigrado, dándole a la carne dos enormes mordidas. Lila se fijó en una cicatriz muy larga que tenía el gato.
– Entonces, ¿Que querías saber anoche? – Interrogó Búho, relamiendo sus bigotes.
– Estoy buscando a los clanes de gatos salvajes. Vivían en el bosque hace mucho tiempo, pero no conozco a nadie que sepa de ellos.– Explicó, mientras los dos gatos salían del callejón.
– Ahora conoces a alguien.– Maulló el callejero.
– ¡Los conoces! – Exclamó Lila.
Sus ojos brillaron y las patas le temblaron de emoción ante el comentario del gato. Se sentó para no perder el equilibrio, mientras ronroneaba y maullaba de alegría. Búho le puso la cola en el hocico para callarla bruscamente.
– Ya se han ido del bosque hace mucho. Mi padre me contó sobre una vieja solitaria que sabe donde están, pero no estoy seguro de si sigue viva.– Comentó el gato. – Ya era vieja cuando me lo contó mi padre, así que no te emociones demasiado.–
– ¿Entonces me ayudarías a encontrarla? – Preguntó, cada vez más esperanzada.
El atigrado marrón se quedó pensativo un segundo, como si no estuviera seguro de su decisión. Se detuvo frente a una casa y empezó a lamerse el pelaje. Finalmente, asintió suavemente.
– Puedo ayudarte, pero no es un viaje corto.– Maulló, señalando con la pata el collar morado de Lila.– Tienes que decidir si es realmente lo que quieres. No creo que puedas regresar con tus dueños después.–
Se miró su collar un segundo, luego miró hacia el bosque y lo pensó. Recordó el poco tiempo en el que estuvo en el bosque, con su río brillante y sus cálidos aromas. Eso había sido mucho mejor que su tiempo como gata doméstica. Por más que le agradara su dueña, la vida salvaje parecía ser mucho mejor.
– Iré contigo.– Maulló, rascándose el collar.
El felino marrón ronroneó fuertemente, lamiendo la cabeza de Lila varias veces. Los ojos amarillos del solitario brillaron más que nunca antes de hablar. Esa era, evidentemente, la respuesta que estaba esperando.
– Está bien. Puedo llevarte hasta la mitad del bosque hoy.– Prometió Búho.
Le agradeció al gato marrón con un ronroneo, mientras miraba hacia su casa con cierta preocupación. Debía avisarle a Rosa antes de irse, después de todo, ella era su amiga.
– Voy a despedirme de una amiga.– Maulló a Búho, que asintió con tranquilidad mientras se metía a un basurero.
Caminó con cuidado por la valla blanca del jardín de Rosa, pues aún le temblaban las patas y no quería lastimarse o Búho no la ayudaría. La gatita siamés estaba jugando adentro con una gata blanca y negra de su edad.
– ¡Lila, apareciste! ¿No te irás, cierto? – Exclamó Rosa, corriendo hacia ella con alegría.
– Conocí a un callejero que me ayudará a encontrar a los clanes.– Comentó la gata esfinge.
–¡¡Estás Bromeando!! ¿No te quedarás? –
Lila negó con la cabeza, lamiendo la oreja de la gatita siamés para consolarla.
– Nos iremos al bosque ahora mismo. Solo pasaba a despedirme.– Explicó con un ronroneo. Preguntándose si Búho todavía la estaba esperando.
– ¿Pero y que hay de tu dueña? ¿No la extrañarás? – Interrogó Rosa.
– Casi tanto como tú, pero no quiero desperdiciar esta oportunidad.– Murmuró, separándose de su amiga.
– Si por alguna razón no lo logras, siempre eres bienvenida a mi casa.– Se despidió la gata siamés, volviendo a mirar al aprendiz con el que jugaba.
– Lo recordaré.–
● ● ●
La luz de la luna parecía cada vez más hermosa a medida que avanzaban. Le temblaban las patas de la alegría, pero no dejó que eso la retrasara. Búho iba adelante, abriendo la boca y buscando un buen lugar para pasar la noche. El solitario le había comentado en el camino que no confiaba en el Clan Guerrero.
– Solo son un montón de bolas de pelo inútiles. La mayoría de ellos no sabrá la diferencia entre el sabor de un ave y un ratón.– Explicaba.
El viento era menos fuerte, por lo que no sentía mucho frío. Las hojas de los árboles aún estaban verdes, así que con buena suerte llegaría a conocer a los clanes antes del otoño.
– Debe haber algo después de este río.– Maulló Búho, tomando a la gata esfinge del pescuezo para cruzar las rocas que llevaban al otro lado.
– Creo que si lo habrá.– Comentó Lila, rascándose el collar luego de que el gato marrón la soltara sana y salva.
No tuvieron que caminar mucho más antes de llegar al lugar más hermoso que Lila había visto. Era un gigantesco claro arenoso, rodeado de arbustos como el campamento del Clan Guerrero. Habían solamente cuatro grandes árboles, cada uno en un extremo del claro. Al medio, una gran roca parecía alzarse hasta el cielo, brillando bajo la luz lunar.
– Creo que dormiremos bien aquí.– Dijo búho, estirándose y moviendo la cola con emoción.
Ambos gatos se acomodaron en el enorme claro, acostándose justo debajo de la roca. El lugar parecía abandonado desde siempre, pero a Lila le dió la impresión de que estaba acostada en algún lugar que solía ser importante para los viejos clanes. Le dió un escalofrío de emoción aquella idea.
– Duerme lo mejor que puedas, solo nos queda un poco antes de llegar al granero.– Ronroneó el atigrado marrón, levantándose de donde estaba y a punto de salir.
– ¿A donde vas? – Interrogó la minina.
– A tomar agua. No tardaré.– Aseguró el gato, saliendo a toda velocidad ysaltando los arbustos.
Se produjo un profundo silencio, que solo era interrumpido por el viento sacudiendo algunas hojas de vez en cuando. Se sintió cómoda acostada bajo la roca, no le importaba tener una cama como la que podría tener en su vieja casa.
Sus patas estaban algo cansadas, pero no le habría sido imposible continuar el viaje si lo hubiera tenido que hacer.
Examinó el aire, respirando profundo. No percibió ningún aroma que pudiera ser el de los grandes felinos salvajes que luchaban y cazaban enormes presas para comer, pero habían rasguños en los troncos de los árboles y en la roca que le indicaban que sí hubieron gatos en ese lugar hace mucho tiempo atrás.
– Sé que un día lograré conocerlos. Incluso si no pudiera unirme a ellos, los podré observar desde algún vecindario y ser su amiga.– Pensó, bostezando.
Intentó cerrar los ojos para dormir, pero no lo logró. Se quedó acostada, tratando de escuchar las pisadas del solitario de ojos amarillos. El gato no apareció hasta bien entrada la noche, por lo que cerró los ojos para hacerle creer que ya estaba dormida.
– Solo duerme, Lila. Mañana será un día importante.– Susurró Búho, acostándose a su lado.
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Los Gatos Guerreros #1 - La Tensión de los Clanes: Zarpas Salvajes
FanfictionLos seis clanes de guerreros han convivido en calma durante muchas lunas, pero el nuevo liderazgo del Clan del Trueno ha generado conflictos en el lago, poniendo en riesgo la tranquilidad de los otros clanes. Mientras los clanes buscan mantener la...