Capítulo 14

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Todavía no anochecía, sin embargo, el cielo ya estaba bastante oscuro. El sonido de las pisadas de Hoja Escarchada era lo único que se escuchaba, además de una brisa que mecía las hojas de los pocos arbustos que habían en las montañas. La curandera traía un poco de vara de oro en sus fauces, pero aparte de eso no tenía ningún apuro por regresar al campamento. Todavía se encontraba muy lejos del lugar al que llamaba hogar, pero al menos por esos días disfrutaba más estar alejada de su clan que cerca de él.

La gata cálico daba pasos suaves y bastante despacio, admirando el paisaje que se encontraba ante sus ojos: grandes montañas sin nada más que algunos arbustos o plantas donde sabía que podían haber presas, además del extenso y maravilloso cielo oscuro que en un rato más estaría repleto de estrellas brillantes.

– Hoja de Manzana es una de ellas.– Dijo para sí, mirando como poco a poco aparecían más estrellas.

Apenas prestaba atención por donde iba, pero cada día que pasaba tiempo afuera le hacía sentirse más segura con respecto a su posición en el territorio del clan. Solía ubicarse con una cueva que parecía ser pequeña y rodeada con rocas. Aquella cueva le indicaba que se estaba acercando y no alejando del clan.

No tenía sus sentidos muy alertas, pues el único posible peligro eran las aves como halcones y águilas que con sus garras podían llevarse fácilmente a un cachorro. Se limitaba a mirar a su alrededor, sintiendo el viento en su pelaje y el suave olor de la hierba medicinal que traía consigo.

– A Hoja de Manzana le gustaría caminar por aquí.– Murmuró la curandera, sintiendo un nudo en la garganta al volver a pensar en el viejo curandero que tanto había querido.

La muerte del gato marrón claro la había agarrado por sorpresa, pues creía que se iba a retirar a la guarida de los veteranos y vivir unas lunas de calma antes de morir, sin embargo, la enfermedad del felino había sido demasiado para él y para Estrella de Lodo, que lo había estado cuidando antes de su muerte.

– Si lo hubiera cuidado yo... q-quizás las cosas habrían sido diferentes.– Pensó Hoja Escarchada.

Que no hubiera podido estar con él antes de que muriera era lo que más le dolía. Estrella de Lodo no la había dejado entrar por alguna razón. ¿Acaso no confiaba en sus habilidades, como el resto del clan? ¿Y qué había hecho para merecer esa reputación?

La curandera se detuvo casi en seco al empezar a pensar en eso. No recordaba haber hecho nada malo como para que el resto la considerara torpe e irresponsable. ¿Habría hecho algo antes de ser aprendiza? ¿O los demás sabían algo que ella no?

Estaba a punto de seguir avanzando, dispuesta a averiguar todo eso, cuando un fuerte estruendo cerca le puso los pelos de punta. Era una caída de rocas sin duda, y por donde estaba ubicada debía de ser en la cueva que usaba para ubicarse en el territorio. No soportó la curiosidad, así que salió corriendo hacia allá, aunque casi segura de que no había nadie al interior de esa cueva.

La escena con la que se encontró fue inesperada: había una pequeña gata sin pelaje alguno justo allí, con una herida en el omóplato. Por el collar, supo que era una minina doméstica, pero el olor a los Dos Patas no era muy fuerte, sin mencionar el aspecto de la gatita. Tardó un segundo en recordar que era una curandera y rápidamente se acercó a la felina y la dejó acostada en un lugar más seguro a pocos ratones de distancia. Se veía asustada y también débil. Parecía que había comido poco por su aspecto flacuchento y sucio.

– ¡Por el Clan Estelar! ¿Te han caído las rocas encima cierto? – Maulló Hoja Escarchada, lamiendo suavemente la herida de la minina y soltando la vara de oro de inmediato.

La gata sin pelo asintió suavemente, pero estaba muy asustada como para decir algo. La curandera se acostó a su lado para darle calor mientras masticaba con dificultad la vara de oro para hacer un emplasto.

– Gracias al Clan Estelar tenía la vara de oro aquí.– Pensó, aplicando su intento de emplasto en la herida de la minina, que se empezaba a calmar poco a poco.

– Te traeré lo que necesitas. Tú quédate aquí y trata de no moverte demasiado.– Explicó la gata cálico.

Cuando vió a la gata de collar morado asentir, corrió lo más rápido que pudo en dirección al campamento para traer semillas de adormidera y algo para comer. Sabía que traía el olor a gato casero impregnado en su pelaje, así que evitó a todos sus compañeros y tomó un poco de semillas en una hoja verde que no tuvo ganas de reconocer. También pasó por la pila de presas y sacó un ave muy pequeña que quedaba. Se tranquilizó al notar que nadie había podido olerla, es más, nadie la había visto.

Cuando regresó con la gatita, recordó que tenía que traer telarañas, pero no haría todo el trayecto de vuelta solo para eso, así que le dió una semilla a la minina y le pasó la pieza de presa para que comiera.

– ¿Ya te estás sintiendo mejor? – Interrogó Hoja Escarchada luego de que la gatita terminó de comer.

– Si.– Murmuró la gata sin pelo. Su voz sonaba más calmada ahora. – Muchas gracias...–

– Hoja Escarchada.– Se presentó la curandera.– Soy la curandera del Clan de las Montañas Altas.–

– ¿¡Entonces perteneces a un clan!? – Exclamó la minina, con los ojos bien abiertos de impresión.

– Por supuesto.– Aseguró la joven gata. Notó que la gatita esfinge tenía un suave olor a un gato solitario, por lo que debió haberse encontrado con alguno en su camino.

– Mi nombre es Lila. Unas solitarias me han traído hasta las montañas.– Comentó la doméstica, confirmando las sospechas de la curandera.

– ¿Por qué has viajado hasta acá? – Preguntó Hoja Escarchada, volviendo a lamer a Lila.

– Quiero encontrar a los clanes. Me gustaría tener amigos en los clanes o unirme a ellos.– Contestó la gata sin pelo.

– Pues ya has encontrado un clan. –

Lila ronroneó con fuerza. Mientras se acomodaba para dormir y bostezaba, Hoja Escarchada se dió cuenta de lo tarde que era y recién se empezó a sentir cansada de tanto correr. Si ella estaba cansada, no quiso pensar en cómo estaría Lila.

– ¿Los curanderos deben curar a otros gatos? ¿Como tu hiciste conmigo? – Interrogó Lila, lamiéndose los bigotes.

– Así es.– Asintió la joven curandera. – Pero ahora debo regresar a mi clan. ¿Podrás quedarte sola? –

– Yo creo que si.– Maulló la minina.

– Al amanecer te traeré agua y algo de comer.– Avisó Hoja Escarchada, antes de alejarse de la minina doméstica.

– ¡Gracias! Eres una increíble curandera.– Alcanzó a maullar Lila.

A medida que se alejaba, se empezó a sentir preocupada por Lila. Nunca había visto una minina doméstica, ni mucho menos una sin pelo, así que no estaba segura de que pudiera soportar toda la noche allí. Por otro lado, sabía que no podía llevarla al campamento, ni menos con los compañeros de clan que tenía, pero el aspecto de la gatita le dió la sensación de que ya había soportado estar al aire libre antes.

Cuando regresó al campamento, le rugía el estómago y quiso tomar una presa del montón, pero ya no había nada más que un ratón pequeño que Estrella de Lodo tomó para llevársela a los veteranos.

Hoja Escarchada se relamió con frustración los bigotes y tomó agua antes de irse a dormir a su lecho de musgo, pensando en Lila.

No lograba quedarse dormida, pues aún no podía dejar de imaginarse miles de cosas que le podían pasar a la minina en el transcurso de la noche. ¿Y si un halcón se la llevaba? ¿O moría de frío por no tener pelo?

– ¿Y si los guerreros la encuentran? – Se preguntó en su interior. – La harían pedazos.–

Aunque apenas la conocía, la gatita parecía ser agradable y definitivamente valiente. Tampoco se había negado a ser tratada con el emplasto o comer las semillas. Confió en todas sus indicaciones incluso antes de saber que era una curandera.

– Incluso sin conocerme, confía más en mis habilidades que todo mi clan.– Pensó Hoja Escarchada, antes de quedarse dormida.

Los Gatos Guerreros #1 - La Tensión de los Clanes: Zarpas SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora