Capítulo 13

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Lila contuvo la respiración, mirando nerviosamente a la gata anaranjada que tenía la respuesta que necesitaba. Los ojos verdes claros de Calabaza brillaron con fuerza mientras la gata parecía pensarlo profundamente.

– Se han ido por las montañas, buscando un nuevo lugar. Me parece que han llegado a un lago.– Respondió finalmente la solitaria.

La gatita esfinge ahogó un grito de emoción, mientras sacudía la cola con fuerza y mantenia las orejas muy alto. Tuvo que hacer un par de respiraciones profundas para no atacar a Calabaza con las decenas de preguntas que se le acumulaban en la cabeza.

– De hecho... no es tan lejos como crees.– Ronroneó Calabaza.– Podría hacer ese viaje en un día si eso es lo que quieres.–

De pronto toda su preocupación había desaparecido. Sintió escalofríos al asentir a Calabaza con emoción y con ojos brillantes. Hace poco era una gata doméstica, pero ahora estaba a punto de viajar por la naturaleza.

Calabaza emitió un suave ronroneo de alegría, pero entonces Cisne se interpuso entre la vieja gata y Lila. Su cara reflejaba preocupación.

– Las montañas pueden ser un peligro para Lila, también para ti.– Maulló la gata blanca a su madre.– Si ella aún quiere ir, entonces yo la llevaré.–

– Ambas sabemos que Lila estará mejor si vamos las dos con ella.– Interrumpió Calabaza, levantándose lentamente de donde estaba para empezar a caminar.

– Pero te puede pasar algo a ti. – Murmuró Cisne, bajando las orejas mientras ayudaba a la gata anaranjada a bajar al primer piso.

– Ya he vivido una larga vida. – Calabaza lamió la oreja de Cisne afectuosamente al llegar al suelo a salvo.

La gata blanca pareció dudar un poco. Se veía preocupada y triste, pero aún más temerosa. Aunque Lila nunca tuvo a alguien que quisiera tanto como una madre, se imaginó lo difícil que debía ser estar en la situación de la solitaria.

– Está bien. – Maulló finalmente antes de dirigirse a la minina.– ¿Crees que tu amigo atigrado sea capaz de cuidar el granero por mí? –

Lila indicó que sí, pero sin tener tanta certeza de aquello. Búho parecía ser fuerte y con capacidad para liderar, pero hasta donde sabía también era agresivo y desconfiado. De hecho, el atigrado marrón nunca le dijo si era de fiar o no.

La minina se acercó al gato marrón, que descansaba en una caja de madera alta. Se veía calmado allí arriba, así que solo le llamó la atención con un maullido para no molestarlo más.

– Calabaza me llevará con los clanes, Cisne también vendrá.– Anunció al atigrado.– Quieren que cuides el granero.–

– ¿Así que los clanes aún existen?, pensé que habían muerto.– Comentó el felino. – ¿No quieres que las acompañe? –

– No habría nadie para cuidar el granero. Aparte, te ves feliz aquí.– Maulló Lila.

Era verdad. Búho se veía más contento desde que llegaron, más allá de sus problemas de actitud con las solitarias. También estaba menos hambriento ahora que había comida de sobra. Parecía ser el lugar donde debía estar.

– Acá no tengo que competir para comer.– Explicó Búho. – Pero no quiero despedirme de ti acá. Lo he pasado bien ayudándote.–

– Gracias por eso, pero sé que Cisne me ayudará con el resto del viaje.– Insistió Lila, subiendo a la caja donde estaba Búho para despedirse del solitario.

– Me has animado mucho estos días. Nunca pensé que haría una amiga, ni mucho menos una gata sin pelo como tú.– Murmuró Búho, dándole un fuerte pero cariñoso lametón en la cabeza.

Los Gatos Guerreros #1 - La Tensión de los Clanes: Zarpas SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora