Los Gatos Guerreros #1 - La Tensión de los Clanes: Zarpas Salvajes

Capítulo 11

La luna brillaba en el cielo nocturno, iluminando el claro y a los gatos que compartían lenguas en él. El sonido de la cascada era lo único que se oía bien desde donde estaba, porque los gatos del Clan de las Montañas Altas estaban conversando con voz baja. El olor fuerte de las plantas de su guarida la molestaba, ya que cada cosa relacionada con sanar a los gatos le recordaba a Hoja de Manzana.

La joven gata cálico color crema y azulado se encontraba sentada justo en la entrada de su guarida, sin hacer ruido ni moverse. La herida de la pata le dolía, pero no tenía ganas de hacer algo al respecto. Sus ojos verdes se movían de un lado a otro, pero en realidad la gata no estaba mirando nada. Lo único en lo que pensaba era que ahora su antiguo mentor no estaba junto a ella para animarla y ayudarla con su rol de curandera.

Había pasado suficiente tiempo como para que el clan hubiera dejado de lamentarse por la muerte del curandero, pero Hoja Escarchada solo deseaba haberse quedado más tiempo acostada junto a él antes de su entierro, que había sido al amanecer. La curandera se mantenía desde entonces muy atenta a cualquier sonido y cualquier cosa que se moviera, con la esperanza de poder ver a Hoja de Manzana otra vez sin tener que ir al Árbol Estelar.

– Solo quiero despedirme...– Dijo para sus adentros antes de decidir ir por una pieza de presa.

Caminando despacio para evitar sentir dolor en la pata que se había lastimado, Hoja Escarchada llegó hasta la pila de presas frescas, pero a diferencia de los demás gatos que estaban allí, ella no tenía hambre. Dejó que dos gatos sacaran comida antes que ella, pero para entonces solo habían dos ratones y un conejo escuálido. Tomó uno de los ratones y lo llevó hasta la cascada, sentándose sin ánimo para comer un poco.

– Hoja Escarchada, ¿Aún estás mal por lo de tu mentor? – Preguntó Manto Manchado, que estaba comiendo justo a su lado, pero a quien Hoja Escarchada no había visto.

– Si... aún lo extraño mucho.– Admitió la curandera, lamiendo la oreja de su madre cariñosamente.

– Todos lo extrañamos.– Murmuró Manto Manchado. – Pero tendrás que dejarlo ir... El clan te necesita más ahora.–

– ¡¿Cómo voy a dejarlo ir?! – Exclamó la joven, conteniendo un gruñido. – ¡Él era más importante para mí que para ti.–

Hoja Escarchada se separó de inmediato de su madre, que gruñó por lo bajo antes de volver a centrarse en su comida. La curandera tomó el ratón y caminó hacia otro lado, lejos de Manto Manchado. La lugarteniente no parecía entender en realidad lo que sentía... nadie parecía entenderlo. ¿Cómo esperaba su madre que superara la muerte de Hoja de Manzana así de rápido?

– ¡Hoja Escarchada! – Llamó la suave voz de una gata negra y blanca a pocas colas de distancia. Se trataba de Nube de Acebo.

La reina se detuvo frente a Hoja Escarchada, con un poco de preocupación en su mirada. Su respiración estaba agitada, pero no parecía que le hubiera pasado algo malo a ella o sus cachorros.

– Garra Café me ha dicho que Pequeña Gaviota se ha caído un poco fuerte. ¿Podrías venir a revisarla? – Maulló la reina de ojos ámbar.

– Está bien. Ya voy.– Comentó la joven curandera, dejando lo que le quedaba de comida a un lado y trotando sin parar hasta la maternidad.

El olor de la leche y el calor que sintió al entrar le trajeron buenos recuerdos a la mente: Habían pasado bastantes lunas desde que había estado viviendo allí, bajo el cuidado constante de Manto Manchado y todos los juegos que había jugado con Bigote de Ratón y Brisa Solar cuando los tres eran amigos.

Garra Café parecía bastante preocupada, lamiendo sin parar la cabeza de Pequeña Gaviota mientras esta ronroneaba. A primera vista no parecía tener nada, pero debía revisarla por sí acaso. Tomó a la gatita del pescuezo y la dejó acostada boca abajo. Mordió lo más suave que pudo el lomo de la gata para revisar su columna vertebral. Un fuerte chillido de la cachorra le advirtió que algo había pasado.