Capítulo 23

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– Debería preocuparte.– Insistió Estrella de Lodo, lamiendo el agua de sus patas recién lavadas.– Un buen curandero tiene que comprender las señales del Clan Estelar, aunque les tome tiempo.–

– ¡He dicho que estoy preocupada! – Exclamó Hoja Escarchada, arañando el suelo para intentar calmarse y evitar gruñirle a su líder.

– Creo que tu aprendiza podría ayudarte, los gatos jóvenes no piensan igual que los más ancianos.– Comentó el atigrado marrón, saliendo a toda prisa de su guarida, probablemente para evitar oír otra respuesta.

– No confías en mí.– Pensó la curandera, mientras barría con la cola los pedazos de hojas que estaban por todo el suelo. – Nunca lo has hecho.–

Zarpa de Rocío estaba oliendo las hierbas que le había dado su mentora para mantenerla ocupada un rato. La gatita se tomaba muy en serio su tarea, examinando cada hierba con todos sus sentidos, porque Hoja Escarchada le había pedido que no se comiera nada.

– Podrías comer algo venenoso por accidente, como semillas de dedalera o bayas de acebo.– Explicaba a la gatita de manchas negras.

– ¿Ya terminaste? – Preguntó a su aprendiz, tratando de no sonar muy impaciente o molesta. La gata blanca de manchas negras le asintió suavemente, dejando ordenadas las hierbas donde mismo.

– Esta es vara de oro, sirve para curar las heridas.– Maulló Hoja Escarchada, señalando la planta de flores amarillas con su cola y luego señalando un par de hojas verdes con bayas rojas pequeñas y redondas. – Y esa es gaulteria, que también es para tratar las heridas.–

– ¿Me mostrarás donde encontrarlas? – Interrogó Zarpa de Rocío.

– Por supuesto, no puedo decirte solo sus usos, porque algún día tendrás que buscar hierbas tú misma.– Comentó la gata cálico, lamiendo la oreja de la gatita manchada con un ronroneo.

Le mostró dos hierbas más que tenían casi los mismos propósitos que la vara de oro y la gaulteria. La joven gata parecía atenta a cada palabra que salía de su boca y a cada gesto que hacía. Aunque ahora fuera una aprendiz de curandera, en el fondo seguía siendo una cachorra curiosa y alegre.

– Tomémosnos un descanso, hemos avanzado Basta rápido hoy.– Maulló Hoja Escarchada luego de explicar el uso de las hierbas que había estado aprendiendo Zarpa de Rocío.

– ¿Compartirías una presa conmigo? – Preguntó Zarpa de Rocío, mojando sus patas en el charco de agua como acababa de hacer su mentora para lavarse.

– Por supuesto.– Contestó Hoja Escarchada con una sonrisa, mientras ambas gatas salían de la guarida y se acercaban a la pila de presas sin demasiada prisa por comer.

El sol estaba en lo más alto del cielo y afuera solo se oían los pasos de la patrulla que iba regresando al campamento, con el sonido relajante del viento de fondo. Nunca había mucho ruido afuera, lo cual era tranquilizante para la curandera.

– ¡Manto Manchado! – Saludó Zarpa de Rocío cuando vió a la gata cálico al lado de la pila de presas.

– Buenos días Zarpa de Rocío, ¿Te ha ido bien con el entrenamiento? – Dijo la lugarteniente, mientras masticaba una liebre lentamente.

– De maravilla.– Ronroneó la aprendiz de curandero, al mismo tiempo que elegía un conejo de aspecto jugoso para comer.

– ¿Todo bien Hoja Escarchada? – Preguntó Manto Manchado, aunque la joven curandera estaba casi segura de que le habló por buena educación.

– Si.– Mintió Hoja Escarchada, mientras le indicaba a Zarpa de Rocío que llevara el conejo y se sentara en el claro por mientras.

– Que bueno, así te verás sabia y tranquila para la próxima Asamblea.– Comentó la lugarteniente de pelaje cálico, dándole a su pieza de presa otro mordisco.

Los Gatos Guerreros #1 - La Tensión de los Clanes: Zarpas SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora