Prólogo

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La luz de la luna llena iluminaba los pelajes de todos los gatos presentes, que escuchaban con atención a una gata anaranjada con rayas. Los ojos amarillos de la felina se cerraron un segundo antes de volver a hablar.

– La Asamblea ha terminado.– Vociferó aquella gata, llamada Estrella Soleada.

Los gatos que hace un momento se encontraban en silencio y atentos, ahora se relajaron y empezaron a conversar entre ellos. Todos parecían muy tranquilos y alegres, sobre todo los gatos más jóvenes. Entre la gran cantidad de felinos, un gato dorado se acercó a otro gato idéntico a él, excepto que este no tenía rayas en su pelaje.

– ¡ Rugido de León! – Exclamó el atigrado. –Creí que te tocaba cuidar el campamento esta vez.–

Rugido de león negó con la cabeza, mientras se limpiaba su gran melena dorada. Tardó un buen rato en limpiarse, pero luego de eso volvió a mirar a su hermano.

– Estrella Gris me ha dicho que no es necesario que muchos guerreros cuidemos del campamento.– Comentó. – No te preocupes tanto Pelaje Soleado.–

– ¿Pero y los cachorros? ¡¿Quien cuidará de ellos?! – Murmuró Pelaje Soleado, arañando la tierra con sus garras.

Un tercer gato apareció junto a ellos rápidamente. Era una hembra de pelaje negro como las sombras, pero la luz de la luna lo hacía ver mucho más brillante de lo que era. La gata sacudió la cola y se sentó frente a los dos hermanos.

– Estrella Gris me ha mandado a buscarlos. Ya nos estamos marchando.– Maulló la guerrera.

Pelaje Soleado asintió con suavidad y se estiró rápido antes de seguir el rastro oloroso de sus compañeros del Clan del Trueno. Su hermano se le adelantó corriendo como un guepardo, pero él no tenía tanta prisa por alcanzar a Estrella Gris. La gata negra tampoco se le adelantó para ir con el resto de los guerreros.

– Pronto habrán más cachorros que se convertirán en aprendices.– Comentó la gata, llamada Cola Nocturna.

– ¿Crees que te darán un aprendiz? – Preguntó Pelaje Soleado.

La gata negra asintió enérgicamente, mientras miraba por todos lados con sus ojos verdes como esmeraldas. Pelaje Soleado le respondió solo con un ronroneo calmado. Los dos gatos se apresuraron a seguir a Rugido de León, que era la única figura visible además de la luna llena y las estrellas.

Cola Nocturna señaló la orilla del lago, indicando que tenía sed. El guerrero la siguió y se agachó a tomar un poco del agua cristalina y helada que brillaba a la luz de la luna. Tocó la superficie del lago con su cola peluda, para después mojarse un poco las patas delanteras.

Cola Nocturna le tocó el omóplato con la nariz, apuntando la cabeza hacia los árboles donde estaba Rugido de León. La guerrera avanzó hacia el otro gato apenas más rápido que él. En medio de su carrera, la gata negra se detuvo en seco y erizó la cola.

– ¡Guerreros del Clan del Viento! – Gruñó Pelaje Soleado, sacando las garras y tratando de determinar donde estaban los gatos.

Entonces, tras un fuerte maullido, los gatos del Clan del Viento saltaron contra ellos, mostrando largas garras y poderosos colmillos listos para atacar. Una delgada gata se lanzó directamente contra el guerrero dorado, mientras otros dos guerreros trataban de morder a Cola Nocturna.

– ¡Brisa Leonada! – Siseó el gato, dando un zarpazo fallido a la lugarteniente.

– ¡Pudiste haber detenido la batalla! ¡Ala Corvina murió por tu culpa! – Contestó la gata carey, mordiéndole la cola.

– ¡Estrella Gris lo habría matado de todas formas! – Gritó Pelaje Soleado, usando todo su peso para empujar a su oponente hasta el extremo opuesto de donde estaba parado.

– Dile a tu líder que las cosas no se quedarán así.– Siseó la guerrera, pidiendo a los dos gatos que se retiraran sin hacer daño.

Cola Nocturna se le acercó rápidamente, sin dejar de mirar a los gatos del Clan del Viento retirarse corriendo. Solo uno de los gatos tenía un arañazo.

– ¿Estás bien? – Preguntó la gata, lamiendo su pelaje para alisarlo.

Pelaje Soleado asintió, mientras ambos retomaban la marcha hacia el campamento del Clan del Trueno. El guerrero dorado no pudo dejar de mirar hacia atrás por un buen rato, pensando en las palabras de Brisa Leonada, ¿Cómo podía culparlo a él por la batalla?

El recuerdo de la batalla regresó a su cabeza: gatos luchando a muerte, gritos de auxilio y Estrella Gris ordenando que mataran a Ala Corvina, el lugarteniente del Clan del Viento en ese entonces.

– ¿Te ha pasado algo? – Preguntó Cola Nocturna, sacándolo de sus pensamientos.

– No, nada.– Maulló para calmar a la gata, que a juzgar por su mirada, no le había creído.

Llegaron al campamento poco después, con un pequeño ratón cada uno para aportar a la pila de presas. Rugido de León había llegado un poco antes que ellos, pero ya estaba cómodo compartiendo lenguas con Fuego Ardiente, mientras ambos comían una gran urraca de muy buen aspecto.

Tormenta Brumosa y Manto de Sauce se acababan de sentar a comer, con una ardilla y una musaraña en sus hocicos. El gato atigrado se acercó a las dos guerreras lentamente.

– ¿Estrella Gris ha dicho algo en el camino? – Preguntó, sentándose frente a las gatas.

– Nada, se veía más tranquilo que de costumbre.– Susurró Tormenta Brumosa, lamiendo su pelaje azulado. – Por lo menos no tendré que luchar pronto cuando vuelva a ser guerrera.–

– Espero que no...– Murmuró, dándole un pequeño mordisco a la ardilla y luego escupiendo unos pocos pelos.

Pero la última frase de Brisa Leonada aún lo tenía inquieto: ¿Estaría el Clan del Viento planeando venganza?

Los Gatos Guerreros #1 - La Tensión de los Clanes: Zarpas SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora