23 - Academia

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-¡Dijo que yo estaba equivocado! -Jimin se paseaba de acá para allá con paso airado-. ¡No estaba equivocado! ¡Él no tenía derecho a hacer lo que hizo!

-Jimin, no he dicho nada. Estás discutiendo contigo mismo. Lo que puede serte útil a ti, pero a mí me está entrando jaqueca.

Jimin se detuvo frente al deteriorado escritorio de roble y miró a la joven sentada detrás de él. Era una omega menuda y de cara redondeada y rasgos juveniles. Y la persona que le había tendido su mano cuando nadie más lo había hecho.

-Lo siento, Emma -murmuró, y luego estampó el pie con fuerza contra el suelo-. ¡Es que me pone tan furioso!

-Ya lo veo -dijo secamente Emma Green. Apartando un mechón de su siempre desaliñado pelo caoba detrás de la oreja, se puso en pie y rodeó el escritorio-. Siéntate -ordenó-. Traeré té. -La directora se agachó y acarició a Holly en las orejas-. Y este señorito necesita una galleta.

Jimin sonrió de mala gana y se acercó a ella.

-He gritado tanto que probablemente se ha quedado sordo, ¿no crees?

-Siéntate.

-Sí, señora.

Menuda e inquieta Emma parecía más un duendecillo del bosque que la propietaria de una escuela para omegas de alta sociedad. Al mismo tiempo, su aire de sereno sosiego y bondad le hacían parecer mayor de los veinticuatro años que en realidad tenía.

Jimim dejó escapar un suspiro y tomó asiento al lado de la ventana cuando Emma salió de la pequeña cocina.

Al otro lado de la puerta escuchó risas, rápidamente acalladas, cuando un grupo de omegas de la academia se dirigían al salón principal a cenar. El antiguo monasterio siempre había parecido un lugar perfecto para un colegio, aunque el tener ahora hijas e hijos de la alta sociedad entre el alumnado había forzado a realizar algunas modificaciones en el viejo edificio.

Las ventanas añadidas a las aulas, el estudio y las oficinas representaban solamente una pequeña parte de los cambios.

-Entonces -dijo Emma cuando entró de nuevo en la habitación-, supongo que lord Lett y tú os habéis peleado.
-Dejó la bandeja del té sobre el escritorio y volvió a sentarse.

-Sí, nos hemos peleado. Pero fue culpa suya. -Jimin se deslizó al borde de la silla y sirvió una taza de té para ambos.

Holly recibió ávidamente su galleta, y se refugió debajo del escritorio a roerla. Había estado bastante malhumorado desde que salieron de la casa del conde, sabrá dios porqué su perro se había encariñado tanto con el lujo.

-¿Desde cuándo te peleas con tus patrones?

-Desde que están equivocados. -Con un pequeño suspiro, volvió a ponerse cómodo y tomó un sorbo de té. No podía recordar cuántas veces se había sentado en esta misma silla elegante a contarle sus problemas a la tía de Emma. Se sentía... a gusto por haber vuelto, con la salvedad de que a estas alturas había abrigado la esperanza de no tener más problemas. Sin embargo, aquí estaba con los mismos de siempre, a lo que había que añadir los nuevos que le había causado cierto alfa-. Me encerró en su bodega, ¿sabes?

-¿Lo hizo? ¡Qué barbaridad!

Jimin alzó sus cejas, envalentonado por el apoyo

-Ni si quiera era su bodega principal. Solo la suplementaria -añadió.

Emma apretó los labios.

-Así que ¿estás enfadado porque lord Lett no te encerró en su bodega principal?

-Desde luego que no. No te burles.

-No se me ocurriría. ¿Por qué te encerró?

Precisamente aquella pregunta seguía rondándole, aún después de llevar tres días pensando en ello en un traqueteante y angosto coche de postas. Volvió a levantarse y se aproximó a la ventana.

How to teach an alphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora