11 - Debutantes

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Jimin se preguntaba si lord Lett había oído o no el rumor ya.

Si era consciente de ello, no había hecho el menor intento de informarle. No sabía porqué esperaba que lo hiciera, pero habría sido un bonito gesto. Ir al baile sabiendo que clase de comentarios podía esperar sin duda habría sido mejor que ir así de indefenso.

Mientras anunciaban a los invitados del baile, Jimin se mantuvo todo lo oculto que pudo. Incluso Jennie sabía ya ocultar su nerviosismo o vergüenza en tales circunstancias; Jimin tuvo que aferrarse con fuerza a sus propios preceptos.

—¿Te encuentras bien, Jimin?—le susurró Jennie

Resultaba evidente que debía trabajar más su expresión serena si incluso una abstraída muchacha de campo de diecisiete años había advertido su estado de nerviosismo.

—Estoy bien, querida ¿Estás preparada?

Oui —canturreó su pupila en francés.

—Podrían pensar en abrir una ventana o dos —se quejó la señora Mina al otro lado de la muchacha, agitando frenéticamente su abanico de marfil—. Uno podría asfixiarse aquí dentro con tanta feromona en el aire.

—No tendremos esa suerte, ya pasó la época de rut de la mayoría y nadie ve necesario tanta ventilación —farfulló el conde, adelantándose para entregar la invitación—. Si te molesta, podrías conservar el aire no hablando tanto, tía.

—¡Cómo te atreves!

Jimin agradecía que el conde se entretuviese con su tía; él no se sentía con fuerzas para una de sus conversaciones. Con excepción de algunas preguntas mordaces, le había dejado tranquilo desde la mañana anterior, pero eso no sirvió de nada. No necesitaba ver cómo Yoongi lo miraba para saber que estaba pendiente de él.

Muy pendiente.

Con suerte, logró librarse de que su nombre fuese anunciado por el mayordomo de la mansión.  Sin embargo, cuando su grupo entró en el salón, se quedó sin aliento.

—Oh, es magnífico —exclamó Jennie, agarrando su mano—. ¡Mira, han abierto el salón de baile, y prepararon una orquesta! ¡No sabía que iba a haber baile!

Mientras la omega balbuceaba con emoción acerca de los globos y serpentinas y la orquesta del rincón, Jimin volvió su atención hacia la aglomeración. Min Yoongi había tenido razón sobre la cena de los Howard la semana pasada; los invitados, si bien eran personas de sociedad y de bien, no eran de lo más distinguido de Londres.

Esta noche era diferente.

Si hubiera sido de los que se desmayan, ver al duque de Wellington charlando con el príncipe Grorge junto a la mesa de los refrigerios le habría mandado directo al suelo. Habían príncipes en el baile, por el amor del señor.

—Dios mío —dijo entre dientes, acercándose un poco a Yoongi.

El alfa parecía tan imperturbable como siempre.

—Impresionan, ¿verdad? —murmuró—. No se preocupe... en una batalla dialéctica con usted, ninguno de esos alfas nobles saldría con vida.

Jimin levantó la mirada hacia él, sorprendido.

—¿Fueron esas palabras de consuelo, lord Lett?

Sus labios se contrajeron.

《Te tengo, Min Yoongi》

—Me pilló en un momento de debilidad —explicó el conde, mirando al frente.

—No me había dado cuenta de que existía tal cosa como momentos de debilidad suyos.

How to teach an alphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora