ɪɴꜱᴛᴀɴᴛ ᴄʀᴜꜱʜ ── 𝒀𝒂𝒎𝒂𝒅𝒂 𝑨𝒌𝒊𝒕𝒐

XVIII

Habían pasado varios meses desde que la joven maestra tomó la difícil decisión de dejar su trabajo en la escuela de Yamada, aterrorizada ante la posibilidad de que descubriesen la relación que mantenía con el chico. Lo más doloroso, sin embargo, había sido dejar de ver al menor.

Desde ese momento, decidí distanciarme de él para no causar más problemas.

Mientras bebía de su café, me perdía en pensamientos vagos.

No debí enamorarme de Yamada, pero gracias a él descubrí un lado de mí que jamás creí poseer.

Recordaba con cariño aquel hermoso momento compartido con Akito. Se dejó caer al suelo, mirando al techo.

De repente, el timbre sonó. Me levanté rápidamente para ver quién era. Para mi sorpresa, allí estaba Akito, con una maleta en mano.

-¿Qué haces aquí, Yamada? -le pregunté, sobrecogida.

-Solo vine a traerte esto. . . -dijo, mostrando la maleta-. Sé que lo necesitas, por eso lo he traído.

Colocó la maleta en el suelo.

-Te esfumaste de repente, como si fueras un fantasma. . .

-Yamada, yo. . .

Intentaba explicarle la razón de mi decisión tan drástica, pero las palabras se me atascaban. No quería ser una carga para él.

-Bueno, tengo que irme. Tengo cosas que hacer.

Aoi tomó la maleta y la colocó junto a la puerta, mientras observaba cómo Akito se alejaba de ella.

Tal vez había venido con la excusa de la maleta, solo para comprobar cómo me encontraba, ya que había desaparecido sin dejar rastro.

La pelirroja, sintiendo una punzada en el corazón, tomó de la mano a Akito, quien se detuvo al instante y se volvió hacia ella.

-Quédate. . . Quédate conmigo, Akito.

Sosteniendo su mano, él se fue acercando lentamente, hasta que sus labios se encontraron en un suave beso.

Extrañaba su roce, su aroma, todo de él. Era lo que más anhelaba en esos momentos.

Poco a poco, se fueron derrumbando al suelo, quedando Akito sobre Aoi.

Esa dulzura que emanaba de él, resultaba a la vez reconfortante y dolorosa. . .

Él acariciaba su cuerpo, sintiendo los cambios en ella, aunque decidió no comentarlo.

-No te vayas de nuevo de esa manera. . . -decía el joven, acariciando su rostro con ternura.

-Te lo dije, Akito, yo. . .

-No te encierres en eso, Aoi -interrumpió él, con voz firme-. Eres lo mejor que me ha pasado, y no tengo dudas al respecto.

Aoi no podía creer lo que él le decía; las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y, sin pensarlo, abrazó a Akito.

-No quiero perderte, Akito. . . -sollozó.

-Tranquila, siempre estaré aquí. . .

Continuará. . .