Después de la reunión, Yamada estaba sentado en un rincón leyendo un libro cuando Eita llegó y lo abrazó sorpresivamente.
—Yamada~ —exclamó Eita mientras lo envolvía en sus brazos.
—Hey —respondió Yamada, dejándose apapachar con una sonrisa.
Sin embargo, Eita se apartó, su expresión se volvió seria y tomó asiento frente a él, mientras Yamada guardaba el libro que tenía entre manos.
—No voy a dar demasiadas vueltas al asunto, Yamada. . . —lo miró fijamente—. ¿Estás enamorado de Tsukishiro?
Akito desvió un poco la mirada, recordando los momentos especiales que había compartido con ella. Sin embargo, no quería perder esos instantes.
—Cuidar a alguien de esa manera sin ser nada dice mucho, y no te obligaré a que me lo digas.
—Lo entiendo.
Eita esbozó una sonrisa.
—Tal vez te falta un poco de claridad, Yamada, pero espero que logres comprender lo que realmente sientes por ella. . .
El castaño se levantó y se dirigió hacia la puerta del café.
—Pero. . .
Se detuvo y giró para mirar al alto.
—Y si aún no sé cómo darme cuenta de ello. . . No soy capaz de distinguir los sentimientos de los demás, y mucho menos manejarlos.
Una vez más, Eita se acercó y le dio una suave palmadita en el hombro.
—Poco a poco descubrirás lo que sientes en realidad —dijo con una sonrisa alentadora.
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Por otro lado, Aoi se encontraba en su habitación, observando la ventana mientras apretaba los puños con nerviosismo.
Debería decirle a Yamada que se olvide de mí, pensó, porque no quiero ser una carga y mucho menos interrumpir su vida como estudiante por mi culpa.
En ese instante, la puerta de la habitación se abrió y apareció Yamada con algunas cosas en las manos. Aoi esbozó una sonrisa al verlo, aunque esta no era del todo sincera.
—Hola, Yamada —dijo ella, intentando ocultar lo que realmente sentía.
—Hola, Tsuki —respondió él, mientras sacaba los objetos de la bolsa.
Se sentó a su lado y comenzó a sacar unas manzanas, ofreciéndole algunas a la pelirroja.
—Sabes, Yamada, quisiera contarte algo —dijo ella, desviando la mirada.
Yamada la miraba fijamente, lo que hizo que Aoi se pusiera nerviosa y un poco sonrojada.
—Tal vez deberías dejar de venir… —susurró, bajando la mirada.
—¿Por qué? —preguntó el alto, intrigado.
—Bueno. . . Verás. . . —Aoi jugaba con sus dedos, sin saber cómo expresarlo. —Simplemente no quiero ser una carga para ti. . .
Yamada, sin dudarlo, tomó su mentón, obligándola a mirarlo a los ojos.
—¿Por qué piensas que eres una carga?
—Porque. . . —intentó apartar la mirada, pero le fue imposible. —Eres un estudiante y tienes una vida. . . mientras que yo estoy aquí, postrada en una cama.
Sin dejar que el silencio se alargara, Yamada la besó con ternura, sorprendiendo a Aoi ante el gesto.
—No eres una molestia, ni mucho menos una carga —sonrió él. —Eres lo más importante para mí, Aoi. . .