P R Ó L O G O

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El timbre sonó, rompiendo el silencio de la tarde. Aoi se dirigió a la puerta con cierta curiosidad, sin imaginar quién estaría al otro lado. Al abrirla, se quedó inmóvil. Allí estaba él.

Yamada.

No lo veía desde aquella última vez, desde el día en que sus caminos parecieron separarse para siempre.

—¿Qué haces aquí, Yamada? —preguntó con voz temblorosa, dando un paso atrás.

—Solo vine a traerte esto… —respondió él con calma, levantando una pequeña maleta—. Sabía que te haría falta.

Le extendió el bolso, sin apartar la mirada de su rostro. Aoi lo tomó con manos temblorosas, evitando cruzar su mirada con la de él.

—Eso es todo. Espero que no necesites nada más —añadió mientras metía las manos en los bolsillos de su abrigo.

Pero ella sentía su mirada. Sentía cómo buscaba la suya con insistencia, y ella luchaba contra el deseo de perderse en esos ojos oscuros que tanto le gustaban.

Por un instante, recordó el día en que lo conoció: un joven indiferente, con la mirada perdida y sin nada que le importase realmente. Pero ahora… ahora era diferente. Había cambiado. O tal vez era ella quien ya no podía verlo con los mismos ojos.

—Gracias, Yamada —dijo en voz baja, aferrándose al bolso.

—Entonces, me retiro —murmuró él, dando un paso hacia atrás.

Aoi sintió una punzada en el pecho. Él se iba. Tal vez para siempre. Tal vez eso era lo correcto. Lo suyo… simplemente no estaba destinado a funcionar.

Pero sin pensarlo, su mano se adelantó, aferrándose al brazo de él. Yamada se detuvo y giró sorprendido.

—Tsuki… —susurró al verla.

Ella lo miró finalmente. Lágrimas caían por su rostro sin control mientras no soltaba su brazo.

—Quédate… quédate conmigo —suplicó, buscando su mano con desesperación.

Sus dedos se entrelazaron, y entonces, el primer beso los encontró. Un beso suave, pero cargado de todo lo que no se habían dicho. Poco a poco, Yamada la acorraló entre su cuerpo y la pared, sus corazones latiendo al mismo ritmo.

Él había sido su todo… y aún lo era.

Tal vez solo estaba siendo amable una última vez. Pero esa amabilidad… dolía.

Las prendas fueron cayendo, como hojas que el viento arrastra. Yamada, siempre apasionado, besaba cada rincón de su piel con devoción. Aoi se estremecía con cada caricia, cada roce.

Él se detuvo un momento para mirarla, acariciando con ternura su mejilla enrojecida y apartando sus cabellos.

—¿Estás segura de esto? —preguntó con voz suave.

—No tienes que sentirte obligado, Yamada… —susurró ella, entre jadeos, su respiración entrecortada por la emoción.

Avergonzada, intentaba cubrir su cuerpo, pero él tomó su mano con delicadeza.

—No tienes por qué esconderte de mí. Conozco cada rincón de tu ser —dijo antes de besarla suavemente—. Eres lo más importante para mí…

Una lágrima descendió por la mejilla de Aoi al escuchar aquellas palabras.

—Esta noche… serás mía una vez más, Tsukishiro Aoi.

Se fundieron en un nuevo beso, profundo, cargado de amor, deseo y melancolía. Sus cuerpos se abandonaron al calor de la pasión, mientras afuera, el viento helado azotaba la ciudad. Pero allí, entre ellos, solo existía el fuego de una noche que quizá, solo quizá, marcaría un nuevo comienzo.

ɪɴꜱᴛᴀɴᴛ ᴄʀᴜꜱʜ  ── 𝒀𝒂𝒎𝒂𝒅𝒂 𝑨𝒌𝒊𝒕𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora