Todo tiene un comienzo

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Toda historia tiene un comienzo, o eso dicen, el caso es que la mía tiene dos. Yo, Luz Romana La Sierra vivía una vida estupenda en Madrid donde era muy feliz, todo lo feliz que puede ser una chica de 22 años que sueña con ser Chef. Porque Madrid es una ciudad grande, llena de comercios y oportunidades y con un montón de gente cargada con maletas llenas de sueños. En la ciudad estaba mi casa, mis amigos, mi vida, por eso cuando mi madre nos informó que nos trasladábamos al pequeño pueblo de Vera, pues como que no. Y era que no porque yo no estaba dispuesta a dejar todo para irme a un pueblo perdido del mundo donde nunca pasaba nada. Y sé que la lógica era que si mi padre había sido trasladado al cuartel local lo más normal era que toda la familia se trasladara con él, porque estábamos muy unidos, pero yo ya tenía 22 años y no era ninguna niña, además tenía ganas de buscar un trabajo de cocinera.

—No estás siendo razonable, Luz— creo que la terquedad la heredé de mi madre —, si destinan a tu padre, lo normal es que toda la familia se traslade a Vera y sigamos juntos como siempre. En un pueblo más pequeño tiene muchas más posibilidades de ascender, no quiere ser toda su vida un sargento raso, necesita que le apoyemos. Además allí está la familia, tus tías, la abuela...

—¿Y quién me apoya a mí, ¿eh? —protesté airada — ¿Y mi carrera? ¡Se puede saber que hago yo con mi vida en un pueblo tan pequeño?

—Precisamente por eso estamos teniendo esta conversación, Luz —mi cabreo iba en aumento, era una decisión unilateral y mi madre estaba intentando vendérmela como algo consensuado —, Vera es el lugar ideal para iniciar tu carrera.

—¿Ah, sí? —interrumpí con sorna— Vera, la cuna de la gastronomía, en el mundo está Paris, Londres, New York y Vera. ¿Y donde se supone que voy a trabajar? ¿En la tasca del pueblo? Lo siento, pero no, no lo entiendo. — Mi madre se me quedó mirando con un aire entre confuso y travieso

—Luz, hija —dijo mi padre mientras se acercaba tomándome de la mano —somos una familia y por nada del mundo vas a perder la oportunidad de ser una gran chef, lo tenemos todo pensado.

—Vas a ser parte del staff de cocina del hotel, la abuela me ha ofrecido ser la gerente de las 4 estrellas y quién mejor que mi hija para ponerse a los fogones.

—¿Voy a ser la jefa de cocina del hotel de la abuela? —comenté con una sonrisa pintando mi cara.

—Bueno, a ver, la jefa, jefa, no, eres demasiado joven para eso, aún, pero pretendemos que lo seas algún día— Me molestó que no hubieran puesto su confianza en mí, sabía que era capaz de hacerlo, pero decidí no darle vueltas y abrazar a mis padres con todas mis fuerzas— Entonces, ¿nos vamos a Vera, hija?— asentí.

—Nos vamos a Vera.

El traslado fue más sencillo de lo hubiéramos imaginado, la abuela ya había dispuesto todo y, en menos de lo que creíamos estábamos completamente adaptados a la vida en Vera. El pueblo era pequeño, coqueto, pero tenía algo que lo llenaba de vida, bueno en realidad eran dos cosas, una bonita playa y el Gran Hotel 4 Estrellas, conocido localmente por ser un lugar encantador con un restaurante familiar dirigido por el gran Pepe Gorostiza. Mi madre estaba encantada con su puesto de Gerente y las cosas parecían ir de maravilla, hasta ese Lunes fatídico en el que se convocó "LA REUNIÓN DE PERSONAL".

—Buenos días a todos—dijo mi madre solemne—os he convocado aquí porque tengo que comunicaros que nuestro Chef jefe se jubila y necesitamos una persona que tome las riendas en esta nueva etapa del restaurante del hotel—Me puse loca de contenta, no esperaba desde luego que el ascenso a Chef fuera tan inminente, pero por primera vez había tenido un golpe de suerte—Así que a partir de ahora tenemos que estar atentos porque es una época de cambios, nada más, podéis retiraros—me di la vuelta para volver a la cocina con una sonrisa pintada en los labios—¿Luz, puedes quedarte un momento?—casi no podía contener la emoción, ¿iba a comunicarme mi ascenso?— como eres mi hija necesito pedirte un favor, la nueva chef, necesito que la guíes en estos primeros días y le enseñes bien como trabajamos en el hotel, ¿harías eso por mí?—Me quedé chafada, ¿una nueva chef? ¿Pero...no iba a ser yo la chef? No me dijeron que cuando viniera a Vera yo...

—No me lo puedo creer—dije con enfado—¿has contratado una chef y no me propones a mi para hacerme cargo de la cocina?—Mi enfado iba en aumento

—Hija, esto es un negocio, que por cierto últimamente no va muy bollante y necesitamos una persona experimentada, alguien que nos permita incrementar los ingresos y atraer al público, no podemos dejarlo todo en manos de..

—En manos de qué, eh, de tu hija, de una Chef joven con ideas, de...—no pude continuar, unos golpes enérgicos y la puerta entreabierta me interrumpieron.

—Perdona, Silvia, ¿Puedo pasar? — Una mujer pelirroja se asomó al otro lado de la puerta.

—Si claro, pasa, Ainhoa. Luz, te presento a Ainhoa Arminza, la nueva jefa de cocina del hotel.

Ainhoa Arminza, ¿está era la chef superexperimentada que venía a salvar el hotel de la quiebra? Pero si no debía tener más de 30 años.

Mi madre debió notar mi incredulidad porque enseguida intercedió —Ainhoa, ha sido profesora durante años en el Basque Culinary Centre, Chef de DStage y uno de los premios nacionales a mejor Chef joven Nacional. —Sin duda el currículo de la pelirroja parecía impresionante, pero vista así de cerca a mi me parecía una tía flacucha con cara de mala leche. —Luz, puedes enseñarle a Ainoha las cocinas— ¿ahora era la chica de los recados?

—Luz, ¿verdad? —Dijo la pelirroja como si no fuera obvio como me llamaba— encantada, —Tendió su mano—si me dices donde está la cocina, por favor, estoy deseando  ponerme cuanto antes a trabajar contigo.

Retiré mi mano, ofendida y le dije —Sígueme. 

A fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora