Terminé de colocar sobre el sofá los nuevos y carísimos cojines que Silvia me había regalado para la casa. Era sin duda un detalle por su parte, pero mirándolos descansar sobre la tela gris era como si algo no encajara. Como ayer. Era extraño, bueno lo que hicimos no lo era, justo después del turno, Luz y yo salímos a cenar, nada especial, solo Paolo y un grupo de compañeros de la cocina. Ella se sentó a mi lado, como siempre hacía, pero esta vez, en lugar de la complicidad y los gestos cariñosos que siempre habían caracterizado nuestras interacciones, Luz me ignoró completamente. Era como si no existiera y, no sabía cómo, eso había instalado en mi una sensación de incomodidad en mi interior.
No tenía claro quién era esa marciana que estaba a mi lado esa noche. Yo fingí que no me importaba, pero la sensación de estar mirando al infinito mientras mi novia socializaba con todos las personas de la mesa dejándome aislada y dándome la espalda, abrió unas viejas heridas que yo había creído curar a su lado. Era raro, muy raro, ese sentimiento se había instalado en mi interior y creció durante la noche como la maleza. Intenté racionalizarlo, pero no encontré un motivo lógico para ese comportamiento y eso no hizo más que empeorar las cosas. Así que, cuando ella me llamó, no contesté el mensaje. Simplemente no me apetecía, apenas había dormido, estaba muy cansada y no quería dar explicaciones de porqué salí de allí rápidamente y me fui a casa sola. Tampoco quería contarle porqué me había pasado la noche con ganas de llorar o cómo los pensamientos en mi cabeza se atropellaron susurrándome que, una vez más, la historia se repetía.—Ainhoa, ¿te pasa algo? No contestas a mis mensajes—La pantalla tintineo con la notificación y decidí poner el móvil en silencio. Sin embargo ella era terca y la luz me interrumpía constantemente sacándome de mis pensamientos. Yo tenía el móvil en la mano, apretándolo con fuerza, con miedo a descolgar, así que decidí apagarlo ante la imposibilidad de enfrentarme a ella en ese momento.
Fui a la cocina, busqué entre los armarios algo de beber, a sabiendas de que no había nada dentro de ellos que me apeteciera más que una ginebra bien cargada. Estaba claro que ella no lo entendía, ¿Cómo iba a hacerlo? Para ella eso no había sido nada, ni siquiera se habría percatado, para mí, sin embargo, era un recordatorio de que, cuando la pasión se apaga, aunque sea sólo por un momento, ya no eres alguien a quien mimar o cuidar, solo eres parte de la decoración que debe permanecer inmóvil y sonriente hasta que por fin llegue el momento en el que él te necesite. Y sí, quizás estaba siendo injusta, pero era como me sentía, los fantasmas habían vuelto y yo no quería luchar con ellos, por eso preferí alejarme.
Era, como si de un plumazo, con un gesto estúpido, todo se hubiera derrumbado. Me sentí traicionada. Creí que, por fin a su lado, tenía una persona constante en la que podía confiar y que estaría ahí para mi. Pensé que había encontrado a alguien que de verdad se preocupaba por mi, a la que yo importaba más que nada, una confidente y una amiga, pero tras ese momento no lo tenía tan claro. El aire de ese piso se había vuelto espeso, irrespirable, tenía que salir de allí, Luz tenía llaves de esa casa y yo no quería que apareciera en uno de sus arrebatos y tener que tener una de esas conversaciones en la que tienes que explicarle a una de las personas que más has querido porqué no puedes hacer lo que ella había hecho con alguien como yo. Que no era justo, que me había hecho sentir la ilusión para luego arrebatármela de golpe. Así que decidida, cogí mi bolso, algo de dinero y dejé las llaves dentro del piso.
Salí a la calle, era aún temprano y el primer autobús a Coscojales estaba a punto de salir. No sabía bien por qué decidí tomarlo, quizás porque me recordaba al principio, puede porque allí nadie me conocía y no tendría que contestar a las preguntas incómodas de los vecinos. Pasé el trayecto dormitando, entre pesadillas hasta que la advertencia del conductor de que estábamos en el final del trayecto me impulsó levantarme apresurada y entrar en el primer bar que vi.
—No lo sé mamá. De verdad que no lo sé.
—Pero hija, ¿ha pasado algo?
—No. No sé, mamá estoy muy preocupada.
—¿Pero la has llamado ya?
—Sí, unas mil veces. Lo tiene apagado. ¿Y si le ha pasado algo?
—Que le va a pasar, no le va a pasar nada, seguro que está bien.
—Mamá, es que ayer estaba rara y se fue sin despedirse.
—¿Cómo que estaba rara? ¿No decías que no había pasado nada?
—Y no ha pasado nada, simplemente estábamos tomando algo y yo estaba hablando con Paolo y ella se fue. Esta mañana le he preguntado pero no contestó a mis mensajes, ni a mis llamadas y yo me estoy volviendo loca.
—No sé hija, se habrá enfadado.
—No mamá, esto no es un enfado, estoy segura de que pasa algo.
—¿Y has ido a su casa?
—Estoy entrando por la puerta ahora. Mamá, que las llaves están aquí, que no está, le ha pasado algo.
—No te pongas en lo peor, cariño, a lo mejor ha tenido una urgencia y ha salido corriendo.
—¿Qué urgencia mamá y porqué no me avisa? Dios mío donde estás, Ainhoa.
—Hija, tranquila, avisamos a tu padre y le decimos que la busque, el conoce a todo el mundo y seguro que es cualquier tontería y en dos minutos estamos todos riéndonos de este malentendido.
—Eso espero mamá. Creo que tienes razón, voy a llamarle. Mira, justo me llama él, te cuelgo mamá, ahora hablamos. ¿Papá? Justo quería hablar contigo para...
—Luz, cariño, quiero que estés tranquila, pero ha pasado algo.
—¿Algo? Qué pasa, papá
—Me acaba de llamar la unidad de Coscojales, al parecer había quejas de que una mujer de mediana edad en estado de embriaguez paseando por la carretera hacia Vera.—
—Papá, dime que esa mujer no era Ainhoa y que no ha vuelto a beber porque te juro que la mato..
—Luz, la mujer si que era Ainhoa lo han descubierto al mirar entre sus pertenencias.
—No lo entiendo, ¿la han detenido? ¿la vamos a tener que ir a recoger al cuartelillo?
—No Luz, sus pertenencias estaban entre los restos de un atestado de tráfico.
—¿Qué me dices? Papá no, papá
—Hija, han atropellado a Ainhoa. Se la han llevado al hospital, está bastante grave.
Bueno chicas, perdonad por el parón, pero es que mi salud no me deja escribir y estoy tanteando aguas para volver a empezar de nuevo con más fuerza. Sé que este es un poquito WTF pero como en la vida, cuando menos te lo esperas...zas, puñalada
ajaja
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A fuego Lento
FanfictionLuz vive una vida tranquila en el pueblo de Vera hasta que una mujer misteriosa llega para revolucionarlo todo.