Entregarse

1.8K 110 54
                                    

Intentaba concentrarme en la sensación que las manos frías de Luz creaban al subir y bajar por mi espalda. Notaba que mi piel se erizaba pero sabía bien que nada tenía que ver con la temperatura de sus manos, más bien era mi respuesta a ese leve hormigueo que me recorría como una corriente por la espina dorsal. Mi cara estaba girada intentando encontrar el aire. Sentía el peso de Luz sentada sobre mí. Sus dedos paseaban por mi espalda aleteando e intercalando movimientos enérgicos con suaves caricias y a mi me costaba mucho, pero mucho, no girarme allí mismo tumbar a Luz sobre su espalda y morderle la boca con rabia.

—Shh, relájate, no estés tensa.—No sabía cómo explicarle a Luz que yo no sabía no estar tensa. Lo había estado toda mi vida, siempre alerta y ahora me pedía que me relajara, como si yo supiera como se hace eso. Se inclinó sobre mí, sentí su aliento rozando mi cuello —Te quiero, amor, todo está bien. Suspiré, no sabía bien si por la excitación de oirla en un susurro o por el peso que sus palabras levantaron de mis hombros. Volvió a levantarse, volviendo al tortuoso juego, intenté protestar cuando sentí su ausencia, pero mi voz se quebró y acabó ahogada en un hueco de mi garganta. En un momento sentí sus manos sobre mis glúteos, continuando un masaje que hacía tiempo que dejó de ser inocente.

—Luz, por favor.—Ella no respondió, solo separó ligeramente mis piernas y jugó con algo de tacto suave en la parte baja de mi espalda.

—Cariño—comentó con la voz juguetona que a veces usaba—, ¿tú qué opinas de los juguetes?— Qué, cómo, qué juguetes, dónde había juguetes. Intenté levantar la vista, pero su mano me lo impidió con una suave presión. Entonces caí, esos juguetes.

—No sé, no los he usado nunca, pero si quieres...—No es que estuviera en una posición de negociar nada, Luz me tenía inmovilizada, estaba sentada encima de mí, con una de sus manos sosteniendo algo en el borde de mis bragas y la otra en uno de mis hombros impidiendo que me diera la vuelta. Sin embargo, en esa ocasión no me sentía asustada, ni acorralada, no tenía ganas de correr ni huir, estaba tranquila. Bueno, tranquila no, estaba terriblemente excitada y eso era algo nuevo, porque si alguien era capaz de convertir una situación que a priori me aterrorizaba en algo increíblemente sexy esa era Luz.

—No se trata de lo que yo quiera, amor, se trata de lo que quieras tú. —Pensé en las posibilidades y, siendo sincera, no había nada que no me apeteciera hacer con ella, así que, ¿por qué no probar?

—Pues yo estoy bastante caliente.—No sabía de dónde había salido eso.

—Huy, amor ¿desde cuando te gusta decir guarradas en la cama con lo seria que tú eras?

—Desde que estoy contigo. No sé qué me pasa Luz, ni siquiera sé si eso lo he dicho yo u otra persona.

—Sabes lo que creo yo.

—Qué.—Me costaba hablar, mi voz salía a golpes, ronca y torpe.

—Qué esta Ainhoa que está aquí y ahora es la de verdad y que por fin te estas soltando. Conmigo no tienes que contenerte.—Tenía razón, ella me conocía bien, sabía todo sobre mí, había compartido mi dolor, mis dudas, mis horas malas y las buenas, me había desnudado delante de ella real y metafóricamente y en vez de devolverme dolor me había brindado apoyo, comprensión y ternura. Podía ser yo misma sin miedo a que mis sombras la alejaran y eso me hacía sentir en calma.

—Si, tienes razón. —No veía su cara, pero tenía claro que una de sus sonrisas se había dibujado en su rostro.

—Pero estás cómoda ¿verdad?—Si se refería a la postura, para nada, pero no iba a quejarme ni un poco, si se refería a esto, aquí y con ella sí.

—Estoy bien, pero dejaré de estarlo si no empiezas a hacer algo de una vez. —Sentí un sonido, seguido de una ligera vibración que empezó a martillear mi espalda, mi boca se secó con anticipación. Sus dedos abandonaron mi piel para concentrarse en jugar con el elástico de mi ropa interior, haciendo escapar un gemido ahogado de mi boca cuando sentí como la vibración se acercaba a mi sexo.—¡Por dios, fóllame de una vez!

A fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora