una mañana cualquiera

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Deposité a Luz en la cama con cuidado y me tumbé a su lado pasando mis dedos por su costado, intentando acompasar mi respiración que seguía agitada. Ella sonreía a mi lado y sus ojos se arrugaban y empequeñecían mientras jugaba con uno de los mechones de mi cabello.

—¿Sabes?—Preguntó con voz mimosa.

—Qué.

—Creo que nunca antes me había sentido así.

—¿Nunca antes habías tenido un orgasmo? Mira que no me lo creo—comenté en modo de broma mientras dejaba pequeños besos en su frente.

—Ya estamos. Mira que eres raspa, sabes perfectamente de lo que hablo y creo que tú también te sientes igual. —Tenía muy claro lo que sentía, estaba locamente enamorada de ella, supe que lo estaba casi desde que la vi. Sólo miedo a hacerle daño y mi reticencia por no saber si ella sentía algo parecido me habían retenido hasta entonces, pero tras nuestra conversación el día anterior y sabiendo que ella no tenía miedo a tener una relación conmigo yo ya estaba completamente rendida.

—Si me pidieras que matara a alguien por ti, lo haría.—Sus ojos empezaron a brillar haciendo que su cara luciera más aún como la de una niña traviesa.

—Y para qué iba a querer matar a nadie. Además te meterían en la cárcel y yo a ti te quiero tener bien cerquita todos los días.

—Claro, porque lo de la novia alcohólica, pasa, pero contarle a tu madre que sales con una presidiaria, eso ya no.

—¿Eso es lo que somos? ¿Novias?

—Sí, ¿no? Si.

—Y si somos novias, las novias confían ¿no?

—Claro. Eso es lo que hacen.

—Pues a ver si es verdad.—Dió un pequeño brinco y se sentó sobre mí cogiendo un trozo de tela que había debajo de la almohada, supuse que era la venda que yo misma había usado para traerla hasta aquí.

—¿Qué vas a hacer?

—Me dijiste que ibas a confiar—Puso la venda sobre mis ojos tapandolos por completo—. Ahora no te muevas, y no te quites esto bajo ningún concepto. Vengo en un segundo.

Dejé de sentir su peso sobre mi abdomen y protesté en silencio. Estaba sola y desnuda, tumbada en la cama mientras oía a Luz trastear en la cocina. Unos pasos ligeros me indicaron su regreso, luego volví a sentir su peso sobre mí, sentada sobre mi pelvis, el roce me hizo gruñir ligeramente y mis manos se dirigieron de modo automático hacia su culo. Ella las cogió con las suyas y entrelazó nuestros dedos, luego las dejó sobre sus muslos.

—Ah, no, tú tienes las manos quietas.—Me pedía algo que no iba a poder cumplir, estaba demasiado excitada y sentir la humedad de Luz resbalando entre sus piernas y mojándome la piel no me ayudaba en nada. Desplacé las manos hacia la parte delantera de sus caderas y subí por su cintura hasta cubrir su pecho —Si no te estás quieta, voy a tener que atarte— Su voz era juguetona, contrastando con la firmeza de unas manos que agarraron las mías y me obligaron a ponerlas por debajo de mi cabeza. Nunca hubiera dicho que estar completamente indefensa a merced de alguien iba a provocarme una sensación que no fuera de genuino pánico, pero, a pesar de los ojos cerrados, su voz, su olor y su calor me hacían sentir a salvo. Sabía que esa mujer no era capaz de hacerme daño y eso me daba confianza para centrarme en lo que estaba sintiendo, excitación, deseo, ganas.—Necesito que pruebes algo, vamos a ver si eres una buena chef o es todo fachada—Oí el tintinear de las cucharas, cuando paró, Luz me besó con fuerza. Había algo en su lengua que dejó sobre la mía antes de lamer ligeramente la comisura de mis labios. —¿Qué opina, Chef? —El primer sabor era dulce, profundo e intenso ¿cerezas? Me pregunté de dónde las había sacado, luego algo más ácido, algo seco...espuma de limón. La combinación era sin duda arriesgada, dos sabores que en principio no deberían casar, pero que, sorprendentemente, combinaban a la perfección. un poco como nosotras.

—Está muy rico, pero me tienes que explicar de dónde has sacado todo esto. yo no he traído cerezas.

—Una que tiene sus trucos, pero no me desconcentres, luego te lo explico. Ahora...

Entreabrí la boca esperando otro de sus besos, esta vez uno de los dedos de Luz se introdujo ligeramente en mi boca, yo le respondí lamiéndolo, despacio, atrayéndolo hacia el interior de mi boca con una leve presión de mis dientes y cerrando mis labios alrededor de él, si a Luz le gustaba mi boca tanto como decía esto tenía que haberla puesto un poquitín nerviosa —Dios—susurró haciéndome saber que mi plan había funcionado—Al final vamos a tener un problema— Eso es lo que quería, tener un montón de esos problemas con Luz.—A ver este qué tal.—Comentó.

—Me sorprendes Luz, todo el mundo hubiera optado por los clásicos para el chocolate, esperaba naranja, frambuesa, incluso café y sal, pero tú no. Wasabi y sal? Muy audaz.

—Gracias Chef, queda una última cosa.

Luz volvió a moverse, no deseaba por nada del mundo que se levantara, lo que quería era tenerla cerca y si era posible con su lengua pegada a la mía, aunque tenía que reconocer que este pequeño juego era terriblemente excitante.

Lo siguiente que noté es su olor, seguido de unas manos que asieron mis tobillos para hacerme separar las piernas, luego el calor de la piel de Luz tumbada sobre mí y su lengua entre mis piernas rozándome despacio. Decidí obligarla a subir un poco más para poder alcanzarla con mi boca y así probar lo que parecía ser mi nuevo sabor favorito. Ella se revolvió un poco y tuve que aferrarme a sus piernas para impedir que se marchara. Sabía que Luz quería que esto fuera una experiencia para mí, pero a mi lo que más me excitaba era sentir el poder de saber que ella estaba disfrutando conmigo, por eso no la solté.

—Me lo pones muy difícil.—Dijo con la respiración entrecortada. Sus esfuerzos por hablar hacían que el aire golpeara contra mis pliegues excitándome.

—No vas a impedir que pruebe mi plato favorito, ¿no?—Decidí usar el mismo ritmo que ella llevaba con mi lengua.

—No, chef.

Vale, tenía que admitirlo, este jueguecito me estaba volviendo loca. No sabía si era la venda, o la comida, o el hecho de que me llamara Chef en la cama me parecía increíblemente sexy, pero no iba a tardar ni dos segundos en tener el mejor orgasmo de mi vida si la lengua de Luz continuaba haciendo esos movimientos. Yo quería que, por esta vez lo hiciéramos juntas, así que decidí usar un poco de ayuda y usar también mis manos para aumentar su placer, introduciendo uno de mis dedos en su interior.

—Ainhoa, por favor, que si sigues, entonces no voy a ser capaz de terminar lo que he empezado.

—Es que quiero que terminemos juntas. —Respondí mientras tomaba pequeñas pausas para respirar mientras sentía la presión de las caderas de Luz sobre mi nariz.

—Pues date prisa porque estoy muy cerca. Me pones muchísimo, amor— Amor, Luz me había llamado amor, probablemente con otra persona, le hubiera escupido a la cara antes de dejar que me llamara así, pero oír a Luz decir amor, casi en un suspiro, solo me encendía más. Usé un nuevo dedo y busqué entre la humedad de sus pliegues esa zona rugosa que sabía la haría alcanzar el éxtasis. Ella respondió copiando mi gesto. La sentía dentro de mí, moviéndose acompasada mientras su cuerpo se contraía alrededor de mi mano, aprisionándola con fuerza lo que me demostraba que ella estaba sintiendo el mismo placer que yo en ese momento. Entonces llegó, primero una pequeña ola, sorda e intensa, en el centro de mis piernas, luego otra y una más cada vez más seguidas y más potentes. Mi piel sintió una descarga que me recorría en todas direcciones y mi cuerpo temblaba como una hoja.

—Madre mía, esto ha sido...—Luz se levantó, se giró y cayó desplomada sobre mi cuerpo. Yo estaba inmóvil, intentando volver a la realidad, solo acerté a rodearla con mis brazos.

—Sí, yo...—Mi voz era un hilo, casi inaudible.

—Tranquila, que ya sé que no eres de hablar mucho—Me dio un pequeño beso en el hueco del cuello—Pero bien ¿no?

—Bien, no, eres increíble. 

Pues hace un poquito de calor ¿no? Gracias por leerme chicas y espero que el lunes no nos dejen a dos velas

A fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora