LA CHARLA

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La luz del sol me despertó, debía ser temprano porque su intensidad no era demasiado grande, pero lo suficiente para colarse por la ventana e indicar que el día estaba llegando. Mi cuerpo estaba enlazado con el de Ainhoa, que dormía de forma placida a mi lado, su respiración era profunda y tranquila y una leve sonrisa se dibujaba en sus labios.

Me levanté para correr las cortinas y me puse algo de ropa. No quería que el sol la despertara. Yo sabía que tenía problemas para dormir y no quería que nada impidiera en su descanso. Me quedé mirándola de pie, observando su cuerpo desnudo apenas tapado por las sábanas que claramente soportaba solo en su afán por proporcionarme calor. Fijé la vista en su cuerpo estilizado, en el tono ligeramente dorado de su piel y en como la luz jugaba con los colores de su pelo, cambiando del cobrizo al naranja, del ámbar al rojo fuego. Me paré en su boca, grande y carnosa que, al sonreír crecía ocupando casi toda su cara y haciéndola aún más atractiva. Me di cuenta de que a pesar de que pasaba mucho tiempo a su lado la había visto a sonreír muy poco, lo cual me apenaba, porque debajo de esa fachada de mujer recta y contenida había una persona dulce y cariñosa que merecía algo mucho mejor de lo que la vida le había deparado hasta entonces. Por eso me gustaba tanto su sonrisa, porque era sincera y solo se pintaba en su rostro cuando era genuinamente feliz y, sobre todo, porque normalmente aparecía cuando yo estaba cerca y eso alegraba. Quería ser la causa de todas las sonrisas de Ainhoa.

Sabía que habíamos dormido poco, pero yo me encontraba llena de energía, me hubiera gustado volver a la cama, aunque no lo hice, porque si volvía me entrarían ganas de besar a Ainhoa y estaba claro que iba a despertarla. Así que decidí hacer lo que hace cualquier cocinera cuando se levanta de buen humor. Preparar un desayuno digno de reyes para su...Eso me hizo pensar, ¿Qué éramos Ainhoa y yo exactamente? Al principio era mi jefa, luego se supone que amigas, pero después de esto... ¿teníamos una relación? ¿quería ella tener una relación? Porque quizás yo fuera un poco como un tren de mercancías a toda velocidad al que se le han roto los frenos, pero siendo ella tan recta, trabajando juntas y teniendo en cuenta como le habían ido las relaciones anteriores lo mismo no se si estaba dispuesta a lanzarse tan a lo loco. No sabía como sacarle el tema porque si lo pensaba bien, entre nosotras, las cosas se habían precipitado demasiado rápido. Quién me lo iba a decir a mí, que rehuía de las relaciones, que ahora iba a estar comiéndome la cabeza porque no sabía si la persona con la que me acababa de acostar quería tener o no algo más serio conmigo. Y el caso es que yo, con ella, lo quería todo. Supongo que simplemente hasta entonces no había conocido a la persona indicada y que ella si que lo era.

Me dirigí a la cocina y busqué que hacer para desayunar. Si conocía bien a Ainhoa ella tenía pensado algo y habría traído todo lo necesario para prepararlo porque no era alguien que dejara nada al azar. Por eso me parecía curioso que, cuando estábamos juntas, ella parecía permitirse relajarse y salirse ligeramente del plan, quizás arrastrada por mí, pero se dejaba llevar y eso me gustaba porque la Ainhoa estricta y seria era tremendamente sexy, pero la Ainhoa despreocupada era realmente adorable.

Huevos, harina, leche... ¿Estaba la jefa pensando en preparar tortitas? No, demasiado sencillo ¿Crepes quizás? Mas sofisticado, el alcohol podía quitarse y con algo de fruta y una buena crema podían ser un desayuno estupendo. Solo tenía que encontrar que tenía pensado incluir en el relleno y prepararlos. Me agaché para buscar entre los cajones de la nevera.

—Las fresas están en el de abajo— Era su voz, todavía adormilada—, pero no has venido a prepararme el desayuno. Me toca cocinar a mí.

Estaba en el vano de la puerta, despeinada, con cara de sueño y envuelta en con la sábana. Me acerqué a ella despacio y le di un leve beso —Buenos días, bella durmiente. No me importa preparar el desayuno, me encanta cocinar para las personas que me importan, sobre todo cuando estoy contenta.

—¿Y estás contenta? — Sonrió ajustándose el nudo de tela que quedaba sobre su pecho.

—Mucho— Abrí la sábana que la cubría y la puse alrededor de mi cuerpo acercándome más a ella.

—Luz. —Estaba nerviosa y sus mejillas se estaban volviendo del color de su pelo. Volví a besarla, suavemente, intentando que se olvidara de la vergüenza.

—No hay nada que no haya visto ya. No necesitas esto conmigo. Además, ¿sabes que estas mucho mejor desnuda? —

—Pero cómo voy a desayunar desnuda, Luz.

—Pues muy fácil. Se hace así— Empecé a desnudarme delante de ella para que no se sintiera tan avergonzada, me dejé solo las bragas puestas, recogí mi pelo y me puse el delantal—Ahora siéntate, voy a hacer crepes y tu debes tener hambre. —Puse mis manos en sus hombros y la empujé hacia la mesa obligándola a sentarse en una de las sillas de la cocina. Ella me miró confusa.

—Estás loca, Luz. —Volví a besarla.

—Por ti. Y ahora déjame cocinar que si no terminamos nunca.

—¿Estás segura de que no quieres ayuda?

—Tu trabajo es supervisar, al fin y al cabo, eres la chef. Y si no descansa, sal fuera, disfruta de las vistas.

—No es que me queje de las vistas, las de aquí dentro me parecen fantásticas. — sonreí al oír su comentario. El ambiente era distendido y las dos estábamos claramente relajadas. No sabía por qué, pero sentí la necesidad de preguntarle lo que había estado dando vueltas por mi cabeza.

—Ainhoa, te quería preguntar una cosa. —Dije sin volverme mientras daba vueltas a las crepes en la sartén.

—Dime.

—No sé si después de lo de anoche has podido pensar en que somos.

—¿Eso te preocupa? —Me di la vuelta sin ser capaz de mirarla a los ojos y puse una de las crepes sobre el plato que descansaba sobre la mesa.

—Si, un poco. —Un poco, no, me preocupaba muchísimo. Después de todo ella ya me había dicho que no se encontraba emocionalmente preparada para meterse en otra relación y ese miedo iba a estar ahí. Ella se levantó, me quitó la espumadera de la mano y se sentó junto a mí cogiéndome de ambas manos.

—Ya. —Dijo pausada. Esperó unos segundos antes de volver a hablar, a mi se me hicieron eternos—Sé que tienes que estar confusa por lo que te dije. Mira Luz, yo...

—Si me dices que no puede ser, después de lo de anoche, me muero—Ella acarició mi mejilla y sonrió de medio lado.

—La verdad es que lo he intentado. De verdad que he intentado resistirme, pensar con lógica y simplemente no puedo.

—No puedes qué—Pregunté con miedo.

—No puedo evitar sentir lo que estoy sintiendo. Eres lo mejor que me ha pasado desde hace mucho tiempo, y sé que no es el mejor momento y que todo me dice que no debería empezar nada antes de haber sanado, pero simplemente no puedo evitarlo. Quiero que estes en mi vida. Desde que te conocí sentí esa conexión y luego, con el tiempo, me convencí a mi misma de que podía ignorarlo, que me bastaría con que, si no podíamos ser otra cosa, fuéramos amigas, pero la verdad es que esto es más grande que yo misma. Hasta pensé en irme lejos para olvidarme de ti. —Sus palabras me emocionaron.

—¿Ibas a marcharte?

—Pensaba hacerlo.

—¿Y por qué no lo hiciste?

—Porque tenía la sensación de que si lo hacía acabaría haciéndome más daño a mí misma, me ibas a doler mucho. Entonces, la respuesta a tu pregunta es: te quiero en mi vida y vamos a ser lo que tú quieras que seamos. Así que ¿sabes que quieres? —No tuve que pensarlo demasiado.

—¿Contigo? Lo quiero todo.

Sí, lo sé, soy intensita de más, pero las que somos de pocas palabras cuando nos soltamos, nos soltamos jajaja. Muchas gracias por leerme y por esos comentarios que muchas veces me sacan más de una sonrisa. Hasta el capitulo de esta noche.

A fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora