El reencuentro parte 2

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Mi padre estuvo un buen rato explicándole a Ainhoa los pasos que debía dar para que la orden de alejamiento fuera efectiva y otro convenciendo al juez de porqué era tan importante que él saliera de su sesión de golf para conceder una orden express contra una persona que no había demostrado ser violenta, contra la que no había denuncias previas y que no se había acercado a la víctima en años. Hubo que recurrir al alcalde, con el que el juez había compartido alguna que otra comilona, para que se hiciera efectivo, pero lo conseguimos y al fin pude respirar tranquila.

—Ya está hecho.—La sonrisa triunfal de mi padre hizo que una Ainhoa expectante dejara de contener la respiración. Sin embargo, yo tenía claro que teníamos una conversación pendiente que quizás no era el mejor momento para sacar. Así que, en vez de hacerlo, me dediqué a acariciar su rojo cabello en un intento de tranquilizarla, pero ella me rehuía.

—Amor, que soy yo.

—Sé perfectamente quién eres—Respondió con tono brusco. Tuve que respirar para poder tranquilizarme porque ella estaba claramente alterada y yo no tenía claro qué coño había podido hacer para que estuviera así conmigo.

—Amor, ¿puedes por favor contarme qué te pasa? De verdad que no entiendo qué ha pasado y me gustaría que me ayudaras a hacerlo para que pueda arreglarlo. —Ella me miró extrañada, pero las lágrimas que amenazaban con escapar de mis ojos parecieron hacerle salir de su postura defensiva.

—El otro día, en la mesa, cuando te volviste a hablar con él y me ignoraste, me hiciste sentir invisible otra vez. Me dolía tanto que no pude soportarlo—¿Eso era? Había dado por supuesto que a ella no le importaría, yo ni siquiera fui consciente, pero teniendo en cuenta el pasado de mi novia parece ser que mi actitud había abierto una herida que se había cerrado en falso.

—Ainhoa,—intenté dejar mis sentimientos a un lado y de verdad entender a la persona que tenía delante— de verdad que lo siento. No me dí cuenta de lo que estaba haciendo.

—Eso me suena extrañamente familiar.

—Amor, yo no soy tu marido, de verdad que no, me preocupo por ti y si alguna vez hago alguna cosa que te haga sentir mal, quiero que me lo cuentes, necesito poder entender qué pasa en tu cabeza porque te quiero más que a nada y está muy lejos de mi intención hacerte daño. ¿No te das cuenta de que haría cualquier cosa por ti?—Ahí estaba de nuevo, abriéndome en canal con la esperanza de que de nuevo funcionara.

—Luz, es que no lo entiendes. No puedes decirme que me quieres,que harías cualquier cosa por mi y luego que de repente actúes como si yo no estuviera contigo o simplemente no estuviera presente ¿Tú sabes lo que me hiciste sentir? Qué llevo media vida sintiéndome invisible pensando que los demás no me quieren y que cuando por fin he encontrado a alguien que parecía que si, con la que me abro y comparto de repente, de un día para otro, me ignora. Estaba allí, sentada, mirando al infinito sintiendo que te molestaba mi presencia.

—Lo siento, no sabía que te lo tomarías así.

—¿Perdón? ¿Esa es tu disculpa? ¿El problema es que me lo he tomado mal?—Su voz sonaba enfadada.

—A ver. No es que yo quiera decir que sea un problema, es que...Pues que no entiendo como algo tan tonto como un malentendido haya desencadenado todo esto. ¡Qué has vuelto a emborracharte!

—¿Sabes cual es el problema Luz? Que eres una cría y que tienes la madurez emocional de una niña pequeña, que tú nunca has sufrido y que no eres capaz de ver lo que algo así puede hacerme y las cosas no se hacen así. Si de verdad te importara lo más mínimo no me hubiera ignorado en primer lugar.

—Claro que me importas—protesté—Te llamé, te escribí, estaba preocupadisima.

—No lo suficiente como para preocuparte de no hacerme daño. Te lo había contado, sabías lo que me dolía no sentirme lo suficiente y aún así no te importó hacerlo. Y ahora tu disculpa, simplemente no es suficiente, vete por favor. Déjame sola.

Las palabras de Ainhoa se me clavaron como un puñal. Mi impulso fue largarme, dejarla sola, pero algo en mi cabeza me decía que si salía de esa habitación en ese momento, ella se cerraría e iba a perderla y no solo pensar en ello me mataba.

—No voy a irme, no pienso dejarte sola, no en este estado. Y puedes enfadarte conmigo si quieres, pero sé que estás asustada y vale, la he cagado, pero no pienso alejarme de ti. Sé que me necesitas más que nunca.

—Haz lo que quieras—Dijo con desdén.

—Lo que quiero es a ti, aunque no te lo creas. Y puede que haya sido torpe o inconsciente y quizás sea torpe pidiendo disculpas, pero voy a demostrarte que estás equivocada. Pienso quedarme aquí hasta que te den el alta y después vamos a ir a casa, juntas. —Mi voz sonaba con determinación, pero por dentro estaba muerta de miedo. Sabía que una Ainhoa dolida iba a levantar las defensas y ponerse de nuevo la coraza. —Vamos a superar este bache, juntas.

—Estoy cansada, no tengo ganas de discutir contigo.

—Bien, porque yo tampoco voy a discutir, pero será mejor que te rindas, puedo ser muy terca si me pongo y no me pienso mover de tu lado.

—Tienes que trabajar.—La Ainhoa lógica en medio de una conversación emocional me repateaba el hígado, pero tenía razón.

—Mi novia está en el hospital, estoy segura de que me corresponden días por eso.

—No, si no somos pareja de hecho o estamos casadas.

—Me da igual, soy la hija de la dueña, no van a echarme.

—Luz, la cocina necesita...

—La que me necesitas eres tú. Yo ya convenceré a mi madre. Te he dicho que no pienso irme si no es contigo.

—Mira, cuando te pones así es imposible. —Cerró los ojos, cansada.

—Lo sé, es parte de mi encanto.—Sonreí y cogí su mano . El hecho de que no la apartara me hizo sentir tranquila. —Ahora descansa un rato yo estaré aquí cuando despiertes. 


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⏰ Última actualización: Nov 22, 2023 ⏰

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