Una nueva ilusión

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De todas las situaciones en las que me podía haber imaginado estar dentro de una cocina, encontrarme desayunando completamente desnuda mientras alguien me preparaba crepes en bragas y con un delantal, no era una de ellas. El caso es que muy lejos de estar incómoda o avergonzada, teniendo en cuenta lo pudorosa que puedo llegar a ser, me sentía totalmente relajada y eso se lo debía a Luz. Estaba claro que Luz había entrado en mi vida como un torbellino para ponerlo todo patas arriba, pero, contrariamente a lo que hubiera esperado, estar a su lado me llenaba de paz.

—Pues ya está, el desayuno está listo, ¿quieres que salgamos a desayunar?

—Pero, Luz, estamos...

—Desnudas, sí—se acercó a mí y me besó—pero no hace frío, por aquí no hay nadie y a mi particularmente me encanta estar desnuda, es como una sensación de libertad que no se puede comparar con nada ¿No crees?

—Yo, es que...no sé no me siento cómoda estando desnuda.

—Ya, eso es algo que no entiendo bien, ósea, sé que te da vergüenza. El día del spa, ahora, pero entre nosotras hay confianza y tampoco tengo claro como alguien con un cuerpo como el tuyo puede sentirse insegura. La verdad es que estás bastante buena—Ella rió.

—Eso lo dices porque te gusto.

—Eso lo digo porque es verdad—Tomé su mano—Aunque sí, me gustas bastante.

—¿Y desde cuándo?

—Te lo cuento si tu me dices porque no quieres estar desnuda. — Se revolvió en su silla y se puso muy seria como una niña que quiere prestar atención en la escuela.

—Tengo una hermana, mi hermana es un poco la chica perfecta. Todo el mundo siempre decía que era la más guapa y la más lista y yo era un poco el patito feo de familia y bueno, de tanto repetírmelo, pues acabé creyéndolo.

—Pero madre mía, en esa familia deben estar todos locos, en que mundo alguien como tú puede ser el patito feo, si eres super atractiva. —La indignación de Luz parecía real.

—Ya y yo me revelé, me parecía super injusto. Si ella era la guapa, pues yo no quería serlo, le dejé el rol de niña perfecta. Me despreocupé por mi aspecto y lo único que me importaba era demostrarme a mi misma que si que podía hacer algo, me centré en mis estudios y en la cocina y llegué a ser una chef, pero eso tampoco era suficiente, nada de lo que yo hacía lo era. En mi familia siempre he tenido la sensación de que yo era invisible. Todo estaba bien mientras que fuera una niña buena, hiciera lo que me decían y no protestara. Si necesitaba algo, no había tiempo, si quería algo, estaba siendo caprichosa, era demasiado quejica, demasiado llorona, demasiado molesta y me lo hacían saber constantemente, no me hablaban o se burlaban cuando me quejaba o lloraba. Así que aprendí a ser una niña buena, todo tenía que ser perfecto y mis emociones, pues...

—¿Has aprendido a tragártelas, ¿no?

—Sí, creé una coraza, algo que me permitiera estar a salvo, pero con el tiempo he aprendido que eso no es sano, ni es bueno. El caso es que siempre había sentido que nadie me conocía realmente y nadie me apoyaba...hasta que.

—Ainhoa...—Bajé la vista, y tragué saliva. Estaba a punto de confesarle a alguien mis traumas más profundos y eso me daba absoluto pánico.

Hasta que conocí a Hugo. —Frunció el ceño, perpleja, pero no comentó nada. —Cuando nos conocimos, al principio, él me hacía muchos cumplidos, me apoyaba con el tema de mi familia, me decía que no les hiciera caso que no me sabían valorar como él. Me hizo sentir bonita, especial, por eso me enamoré de él. Sentí que había por fin alguien que no me juzgaba, que me aceptaba y me quería.

—Pero si tú ex es un....

—Un narcisista de manual, lo sé, pero eso no lo ves al principio. Luego, cuando las mascaras cayeron ya no le interesaba, dejó de tocarme, empezó a hablarme de otras personas que había conocido. Y volví a sentirme invisible otra vez. Y me sentía imbécil porque había caído en lo mismo y dolía tanto que no lo podía controlar. Primero empecé con las náuseas, vomitaba todo lo que comía, era como si mi cuerpo intentara expulsar toda la rabia que tenía dentro, perdí la ilusión por todo, también por la cocina y dejé de disfrutar de las cosas. Me alejé de todos, amigos, familia, me deterioré mucho física y mentalmente y comencé a beber. Solo quería desaparecer...

—Pero, me dijiste que le dejaste, que te enamoraste de otra persona y...

—Sí. Eso es verdad, pero creo que no era amor. Sentí que lo era, de verdad que lo creía, pero ahora me doy cuenta de que no. Verás, Hugo hizo mucho más que ignorarme o ser agresivo, consiguió que pensara que, si no sentía esa sensación tan intensa, no estaba realmente enamorada, por eso le perdoné, porque lo que sentí entonces no era igual de potente, creo que destrozó mi capacidad para volver a amar a nadie—Levanté la vista para mirar a los ojos de una Luz que parecía estar a punto de derramar una lágrima. Sabía lo que mis palabras podían suponer para ella, así decidí dejarle claro lo que quería expresar—. No, Luz, no me estoy expresando bien. Es verdad que pensé que no iba a poder querer a nadie más nunca, pero cuando te conocí yo...Contigo es distinto. Yo sé que la sensación que él me provocaban solo era mi cerebro jugando conmigo, sé que no era real, que solo era una adicción más provocada por su continuo ciclo de demostraciones de amor excesivo y desidia, pero ahora ya sé que el amor es otra cosa distinta. El amor no es montarte en una montaña rusa, no es una tragedia a lo Romeo y Julieta. El amor es respeto, es cuidarse, es crecer juntas y sentir un refugio al lado de la persona que quieres cuando ni tú misma sabes que hacer con tus sombras. El amor es sentir seguridad y paz al lado de alguien, saber que eres querido y aceptado completamente y querer crecer juntas y lo sé porque me siento así cuando estoy contigo. A tú lado no tengo miedo de ser yo misma, Luz— Cogió mi cara y me besó con ternura. Estaba llorando y yo también, pero a ninguna de las dos nos importaba.

—¿Sabes? Para no dársete bien los discursos y ser bastante seca es lo más romántico que me han dicho en mi vida. —Volvió a besarme.

—No sé si es romántico o no, sólo sé que es lo que siento. Y si tú no lo sientes así, pues...

— Ainhoa—Se levantó de la silla y se arrodilló frente a mi—yo también te quiero.


Pues sí, seguimos intensas, esta vez lo he dejado aquí a pesar de ser un poquito más corto que de costumbre porque ¿qué decir después de que te confiesen algo así? pues nada no se dice nada, se acaba el capítulo y se dice hasta mañana esperando que al próximo día mis neuronas sean capaz de conectar algo más....muchísimas gracias por acompañarme en este viaje...

A fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora