De la droga se sale, pero del Ikea No.

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Llevábamos semanas enfrascadas con el arreglo del piso. Habíamos hablado con mi abuela, omitiendo pequeños detalles sin relevancia cómo el hecho de que Ainhoa y yo éramos novias e íbamos a pasar juntas muchas horas en esa casa, y todos los papeles estaban listos para la firma. Solo faltaban unos pequeños detalles. Era bastante temprano, habíamos aprovechado otro de nuestros días libres para intentar adecentar el piso lo antes posible. Yo tenía unas ganas locas de tener un sitio donde descansar tranquila

—¿Y si nos vamos a ikea?—Dije mientras limpiaba una vez más la pequeña encimera del piso.

—Pues no sé, Luz. Nos quedan bastantes cosas por comprar y el ikea más cercano está en Madrid.

—Pues por eso, que allí tienen de todo. Le pedimos la furgoneta a Julio y traemos lo que nos falta.

—A ver que yo veo lo del sofá, pero el menaje allí...—Comentó la pelirroja con incredulidad.

—Ya está la Chef Arminza. A ver, amor, que los cuchillos ya los tienes y un bol es un bol en ikea o en la casa del Chef.—Puso una cara extraña, como si estuviera hablando en marciano—Amor, vamos, será divertido—Pasé mi mano por su mejilla intentando convencerla.

—Vale, pero nada de volverse locas. Solo lo imprescindible.

Eso dijimos, llevábamos una lista escueta, un sofá, una mesa de comedor con 4 sillas, alguna ropa de cama, un set muy básico de menaje del hogar, evitando por supuesto ollas y sartenes y alguna decoración básica. Acabamos con casi 3 carros llenos de cosas, intentando llegar al stand de recogida de productos voluminosos mientras una apurada Ainhoa repasaba una y otra vez la cuenta.

—Casi dos mil euros, Luz, ¿pero qué hemos comprado?

—A ver que más de la mitad de la cuenta es un sofá.

—Un sofá muy caro.

—No exageres, amor. El sofá no es tan caro, además es cama y nos va a venir muy bien cuando venga alguien a dormir.

—¿A dormir? La única persona que va a venir a dormir eres tú y espero que duermas en mi cama.—dijo terriblemente seria.

—¿Y si me enfado contigo y te mando a dormir al sofá?—comenté con tono alegre mientras la rodeaba con mis brazos.

—¿Vas a mandarme a dormir al sofá en mi propia casa?—respondió incrédula.

—Nuestra, casa y depende de cómo te portes.

Ella, giró la cabeza para mirar de nuevo el rectángulo de papel que sostenía en su mano.

—¿Qué narices es un BLANDA BLANK?

—Creo que la ensaladera y eso solo son 5 euros.

—Lo único aprovechable que venden esos sinvergüenzas.

—Vamos a ver, Ainhoa—dije intentando aplacarla—probablemente vayas a gastar más en 3 sartenes que en el resto de menaje.

—Es que las sartenes son importantísimas, no le puedes pedir...

—A un chef que cocine con una mala sartén. Lo sé, cariño, lo que digo es que tienes un buen sueldo y yo voy a darte la mitad de todo lo que hemos gastado, así que, deja de preocuparte.—Le dí un pequeño beso en la comisura del labio.

—Si, ya lo sé. Simplemente no puedo evitarlo, no es como me han educado. No me gustaría comprar cosas superfluas.

—No son superfluas—dije mirando a uno de los carros—quién no necesita un buen juego de marcos para fotos.

—Pues eso digo Luz, que yo no tengo fotos y hemos comprado ocho marcos.—Yo había metido esos marcos en el carro y sentí la necesidad de explicarle el porqué. La atraje hacía mí y bajé un poco la voz.

—No tienes fotos, por ahora, pero digo yo, que deberíamos empezar a hacernos fotos en los momentos felices. Una forma de empezar de cero. Además, que hacemos una pareja preciosa y tú eres guapísima. Me va a encantar tenerte decorando la pared del salón—Pensé en por dónde podíamos empezar—Mira, ya sé cuál va a ser la primera foto.

—¿Ah sí?

—La foto que nos hicimos para la web del comilón, esa foto es muy especial, es nuestro inicio.—Ella asintió —Y las demás, pues vamos pensando poco a poco. ¿Te parece una buena idea?

—Sí.— Respondió escueta.

—Pues vamos, que aún tenemos que cargar la furgo, llegar a Vera y montar todos estos muebles.

El viaje de vuelta se nos hizo muy rápido, quizás por las ganas de tenerlo todo listo. La subida de los muebles, costó un poco más, pero Julio decidió ayudarnos cuando le llamamos para devolverle la furgoneta. Ventajas de vivir en un pueblo pequeño.

También nos echó una mano mi padre, al parecer experto en montar muebles, muy entusiasmado con la idea de que al fin su hija tuviera, cómo él decía, una relación formal con una persona con metas en la vida. Aunque yo estaba segura de que quería largarme de casa y convertir mi cuarto en un gimnasio. Casi al llegar la noche, los ayudantes habían desaparecido, dejando todo prácticamente listo y un montón de cartones por reciclar.

—Oye—preguntó mi novia—¿y está caja?

—Pues no sé, está sin abrir, pero nosotras no hemos comprado nada más ¿no?—Me acerqué intrigada viendo la caja de cartón rectangular que descansaba sobre la minúscula mesa del comedor.

—Si es otro de tus marcos que sepas que no soy tan ególatra como para poner una foto mía así de grande en la pared.

—¿Ah, no? La gran Ainhoa Arminza, la que firma los menús—dije recordando uno de nuestros primeros encontronazos—No es tan ególatra.

—Sabes muy bien que no soy así—respondió indignada. Arrancándome una sonrisa.

—Amor, que te estoy tomando el pelo..¿lo abrimos?

—Venga.—Nos acercamos a la caja y empezamos a abrirla cuidadosamente.

—¿Eso es?

—Sí, una tele enorme, espera, parece que tiene pegada una nota.

—¿Y qué pone?—Comentó mi novia con intriga.

—Pone <<Para la pareja, te quiere, papá>>

—Luz, es demasiado, tenemos que devolverla.

—No, que dices, nos la quedamos, es un regalo. Además que mi padre se ofendería muchísimo si no la aceptáramos. Y si la instalamos y vemos una peli.

—No sé, Luz, estarás cansada.

—Mucho, por eso podemos ver una peli y nos relajamos un rato.

—Pero es tarde, y no hemos cenado—una idea cruzó mi mente.

—Mira, vamos a hacer una cosa, baja a comprar algo para la cena, algo hecho, aunque sean unas raciones en el chelsea y palomitas, yo recojo mientras todo este desastre y preparo el sofá y la tele para una tarde de cine.

—¿Y van a poner algo decente a estas horas?

—Por eso no te preocupes, que yo tengo mis métodos. Venga, nos vemos aquí en 30 minutos ¿vale?—No le dí tiempo a reaccionar, casi estaba empujándola por la puerta para que saliera delante de mí. Quizás mi plan original no había salido como pensaba, pero ahora iba a hacer el segundo intento. Tenía un plan infalible. 

Bueno, pues he tardado, sí, pero es que la gripe no perdona a las ancianas como yo, este es cortito, pero voy a ir cogiendo el ritmo poco a poco. 

A fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora