La primera noche juntas

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Me sudaban las manos y las tarjetas resbalaban entre mis dedos. No tenía claro que me estaba impulsando a actuar como lo hacía, pero era como si mi cuerpo tuviera vida propia y Luz no ayudaba en absoluto. Estaba claro que se había pasado con el vino y que quizás por eso estaba algo más cariñosa que de costumbre. Bueno no, ella siempre era así por lo que parecía, lo que no era normal es que fuera así conmigo. Se pasó todo el trayecto agarrada con fuerza a mi cintura y aunque eso pudiera considerarse normal, puesto que yo tenía mi brazo sobre su hombro, también estaba acariciando mi espalda, que estaba completamente descubierta. Me hubiera gustado explicarle porqué no era adecuado que, ella teniendo novio, hiciera esas cosas, porque, entre eso y la conversación, yo estaba empezando a pensar que quizás, a pesar de que había puesto empeño en negármelo, yo tenía alguna posibilidad de gustarle a Luz y, si le gustaba a Luz solo una décima parte de lo que ella me gustaba a mi creo que nos íbamos a meter en un lio importante. Yo porque intentar tirarle la caña a una tía con novio que tenía toda la pinta de ser hetero era un suicidio sentimental, mucho más cuando tu estabilidad mental se pasea por el borde del abismo y estás a dos desgracias de volverte a dar a la bebida. Y ella pues porque liarte con tu jefa con la que tienes que trabajar todos los días y en el mismo sitio donde trabaja el que hasta entonces era tu novio seguro que no era plato de buen gusto para nadie. No estaba insinuando con eso que pensara que Luz lo fuera a dejar con Paolo, de hecho, creía que las cosas estaban bien como estaban. Ella siendo feliz con él y yo acostumbrada a que las cosas son como son y yo no tenía nada que hacer, pero Dios, que guapa estaba esa noche.

Cuando por fin conseguí acertar a encontrar la llave, sentí el peso de Luz sobre mi espalda, supuse que porque le costaba sostenerse en pie.

—Perdona—su voz sonaba achispada—. Me he resbalado con esta maldita alfombra. — No dudaba de su palabra, pero la punta de su nariz estaba rozando mi piel, sentía su aliento caliente en mi espalda y parecía que estaba ¿olisqueándome? —¡Ostias que bien hueles!, esa no es la colonia que usas normalmente. —No, no lo era, pero iba a serlo a partir de ese día. Me di la vuelta e intenté incorporarla. Ella se quedó mirándome fijamente a los ojos haciéndome estremecer. —¿Te puedo preguntar una cosa? —Si Luz ya era de cortarse poco estando sobria, medio borracha me daba auténtico pavor.

—Dime.

—¿Porqué tus ojos cambian de color? — Bueno, esa no era una pregunta extraña.

—Es la luz, depende de como me dé pueden verse más verdes o marrones.

—Pues son frepiosos de todos los modos— Estaba bastante más perjudicada de lo que yo creía. Pasé su brazo por encima de mi hombro y la cargué hasta el borde de la cama donde cayó a plomo.

—Cuánto vino has bebido, Luz

—Pues el que había.

—Luz te has bebido toda la botella sola?

—No, que no soy una borracha, solo la mitad, pero es que a mi el vino...—Calculé mentalmente, la mitad de una botella venían a ser dos copas, no era una cantidad de alcohol que pudiera tumbar a alguien, pero ella estaba claramente afectada, supongo que la falta de costumbre. Me acerqué al minibar intentando buscar una botella de agua para ofrecerle algo de beber, vi las botellas de alcohol, justo al lado y tuve que hacer un esfuerzo para no cogerlas todas, es algo que siempre me pasaba cuando estaba en una situación estresante. Dudé un momento y cogí la botella de agua cuando oí a Luz llamar desde la cama.

—¡Socorro, Ainhoa, ayuda! — Me volví sobresaltada, Luz estaba sobre el borde la cama con el vestido enroscado sobre su cabeza—¡Estoy atrapada! —Me hubiera reído de no ser porque una Luz, ataviada con un sujetador negro y un tanga de encaje estaba semidesnuda delante de mí. Respiré hondo, tratando de encontrar algo de serenidad, porque, aunque tenía que reconocer que yo era bastante templada, entendía perfectamente a Paolo cuando apenas se contenía al verla, aunque fuera dentro de la cocina. Me acerqué y me puse frente a ella, mirando hacia el techo intentado no fijar mis ojos en su cuerpo.

A fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora