Valentía

2K 148 7
                                    

Me sentía como una mierda. Estaba tumbada desnuda en esa cama habiéndome acostado con una persona mientras en mi cabeza tenía a otra. Me costó concentrarme en lo que hacía y hasta tuve que imaginar que estaba con ella para poder hacer algo esa noche. No sabía cómo un gesto tan inocente había conseguido provocar en mí tantas sensaciones. No había sido más que un breve roce, no podía ser que solo con eso ella hubiera sido capaz de...Bueno, si podía ser porque había sido, es como si de repente alguien me hubiera quitado una venda de los ojos y me hubiera dicho "Luz, hasta ahora, y aunque tú creas que sí, has vivido sin sentir nada porque sentir es esto" ¿Era eso? ¿significaba que ya no volvería a sentir nada si no era con ella? Tenía tanto miedo y tantas dudas que no podía dormir. No sabía que hacer, ¿hablaba con ella? No creía que fuera una buena idea porque no sabía si a ella le pasaba igual. Su comportamiento era cambiante, hoy por ejemplo yo esperaba que me invitara a esa cena y en su lugar me echó a los brazos de Paolo. ¿Y si ella no sentía lo mismo? Lo estropeaba todo y ¿me lanzaba a la piscina para darme cuenta de que nunca hubo agua? Paolo descansaba a mi lado dormido y yo decidí levantarme y escabullirme en medio de la noche. Regresé a mi casa de madrugada para ver una nota en mi mesilla. Era de mi madre, aquí tienes la llave, habitación 208. Estaba tan enfadada con Ainhoa que no quería ni verla, pero teniendo en cuenta que la idea de que se quedara en la calle y volviera a beber me daba más miedo aún que lo que estaba sintiendo decidí tragarme el orgullo y escribirle un mensaje. Supuse que no estaría despierta de todos modos y que no habría problema alguno porque no lo iba a leer hasta el día siguiente.

-Mi madre te ha conseguido una habitación del hotel, puedes quedarte en ella, es la 208, mañana te doy la llave. - Intenté sonar lo más aséptica posible.

-Muchas gracias, Luz. ¿lo has pasado bien? - No esperaba que contestara, era muy tarde, casi las cuatro.

-¿Por qué estás levantada? ¿No estarás bebiendo de nuevo?

-No Luz, fue un error puntual y no se repetirá. No estoy bebiendo, simplemente me cuesta dormir.

-¿Por? ¿No tienes la conciencia tranquila?

-No es por eso, me siento culpable por lo que pasó hoy, pero no es la razón por la que no tengo sueño. -Me preguntaba en qué estaría pensando Ainhoa- ¿Y tú no duermes?

-Acabo de llegar de fiesta- Mentí.

-Bueno, no te preocupes, mañana venid un poco más tarde y así descansáis. -Si la hubiera tenido delante le hubiera cruzado la cara allí mismo. Me molestaba su talante conciliador cuando Ainhoa para nada era eso.

-¿Y así lo arreglas todo?

-Sé que no, Luz, pero déjame que lo intente al menos.

-Te has emborrachado, casi no llegas al turno y me has cancelado una cena y luego me vienes en plan comprensivo.

-Ya te he dicho que lo siento.

-No, no lo has dicho.

-Pues lo siento, de verdad. No quería que Paolo y tú os vierais en un problema por mi culpa-Paolo, Paolo, ¿quería dejar ya de hablar de Paolo?

-Pues si lo sientes no lo vuelvas a hacer más, y busca ayuda no quiero tener que decírselo a mi madre.

Me enfadé y apagué el móvil, tenía que intentar dormir. Mañana iba a ser un día duro.

Cuando me desperté esa mañana no era consciente de lo que me esperaba ese día. Cómo siempre pasaba en este pueblo, el alcalde, que tenía unas ideas brillantísimas había decidió invitar a los políticos más relevantes de su partido a conocer el pueblo. No lo avisó, pero como un hotel como el nuestro no podía permitirse una mala reputación de cara a la prensa, que también estaba invitada al evento, teníamos que preparar un cáterin para más de cincuenta personas sin tener apenas preparación previa.

A fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora