Vuelta a casa

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No la solté en toda la noche. Tampoco por la mañana durante el desayuno del día siguiente. Ella parecía aparentemente normal, como si nada hubiera pasado realmente, yo estaba pendiente de cada paso, de si necesitaba algo o torcía el gesto. Quizás me estuviera pasando un poco porque al salir del hotel, justo cuando íbamos a bajar los escalones de su entrada, y a pesar de llevar las llaves del coche en las mias, intenté coger su mano. Ella comentó con sorna.

—Luz, que soy mayorcita, no me voy a perder.

—Mira, la rancia. Si lo sé no me preocupo— Se giró hacia mí. Estaba un escalón más abajo que yo así que estábamos prácticamente a la misma altura. Se acercó y me dio un beso en la mejilla.

—¿Te han dicho que estás muy mona cuando te enfadas? — Y dicho esto, me quitó las llaves de la mano, cogió su maleta, la mía y salió pitando hacia el coche. Yo me quedé en las escaleras con mi mano sobre mi mejilla como si estuviera sujetando ese beso sin poder moverme. Bueno a lo mejor sin querer moverme porque desde esa posición tenía una bonita panorámica del culo de Ainhoa mientras metía las maletas en el coche ¿Qué me estaba pasando?

En el coche no hablamos mucho, más bien nada. Me pidió que la dejara conducir y lo hice encantada porque estaba demasiado cansada como para fijarme en la carretera, solo esperaba que mi madre no se enterara de eso, podría matarme por ello.

Ella iba canturreando las canciones que sonaban en la radio y yo hacía como que miraba el paisaje, pero en realidad mi cabeza estaba dando más vueltas que la pesa de la olla exprés. Era como demasiado para asimilar de golpe. Primero tenía que asimilar todo lo que me había contado esa noche. Yo que soy muy de arrasar con todo, sobre todo si alguien se mete con los que me importan, me sentía impotente ante una situación así. Cómo podía levantarse todas las mañanas y fingir que no pasaba nada, de dónde sacaba ese aplomo para que nadie notara lo que había debajo de esa fachada de mujer seria. Y luego, claro, estaba lo mío, pero ¿qué era lo mío? ¿ahora me gustaban las chicas? No podía decirse que sí porque con Paolo, bien. Bueno bien normal, pero con ella...No sabía como explicarlo, era como bien mejor, últimamente pensaba bastante en eso, porque yo a Paolo, con el que llevaba meses y tenía una relación le iba echando el freno cada vez que se embalaba y con ella, pues con ella parece que la que se embalaba era yo, ¡que casi la beso anoche!

Y ella, pues yo no sabía lo que sentía porque me tenía completamente confundida. Es que aparentemente no le importaba, porque no me seguía el juego, sin embargo, si te ponías a ver los detallitos, como lo de chal y el beso, podías pensar que sí, que a ella le estaba pasando lo mismo que a mí. Aunque todo sería mucho más fácil si Ainhoa se sacara ese palo del culo que lleva a veces y se dejara llevar un poquito más. No es que me enfadara, es que me frustraba, porque tú cuando estas intentando, no sabía que estaba intentando, pero yo me entiendo. Que cuando estás intentando ¿seducir a alguien? No sabía, lo que fuera que estaba haciendo, tú le invitas a cenar, pones una botella de vino para relajar la cosa y te lanzas, pero cómo iba a hacer eso con una mujer alcohólica a la que el trauma que lleva encima hace que salte cuando intento acércame a ella. Y sé que no tiene la culpa de nada, pero es todo demasiado difícil.

—Luz, ¿estas bien? —No creía que pudiera leer mentes así que se me estaba notando todo.

—Sí, es que estaba pensando en que en unas horas me toca currar y no me apetece nada.

—No me extraña, tiene que ser horrible, tantas horas en la cocina con la bruja de tu jefa. —Bromeó, pero yo estaba pensando en otra cosa. Porque sí, quizás las horas en la cocina con mi jefa, que había resultado no ser tan bruja, no era lo que me importaba, sino que él también estaba allí y yo no sabía bien cómo actuar. Tampoco quería que Ainhoa pensara que no nos hablábamos así que continué con la broma.

A fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora