Rota

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Llegué al hospital sin aliento, compungida y completamente rota. Había una losa en mi pecho que me impedía respirar, un nudo en mi garganta que amenazaba con ahogarme y un estómago que quería volverse del revés constantemente.

-¿Ainhoa Arminza?

-¿Es usted familiar?-No sabía que decir en realidad, así que opté por la verdad.

-Soy su novia. -La mujer del control tecleó con parsimonia mirando la pantalla mientras yo tenía que contenerme para no pegarle un puñetazo.

-A ver, mmm, ¿Su nombre es?

-Luz, La Sierra.

-Pues no me consta. Como contactos de Emergencia solo figura su marido, Hugo Castellanos de Armas . Lo siento, pero a la UCI solo pueden pasar los familiares.

-¿Cómo que la UCI? No puede ser. Mire usted no lo entiende, ella está divorciada, yo soy su novia y tengo que verla-La angustia crecía por momentos.

-Lo siento, las normas son las normas.-Monté en cólera.

-¡Que soy su novia, joder! Me vas a decir que ese hijo de puta que nunca la ha querido tiene derecho a verla y yo que estoy con ella no puedo pasar.

-Señorita, si no se calma vamos a tener que llamar a seguridad.

-No vamos a llamar a nadie, porque estamos todos muy calmados ¿Verdad Luz?-Mi padre apareció por la puerta acompañado de mi madre y hermano. Sabía que mi comportamiento no iba a ayudarme a entrar, así que asentí despacio. -Mire, soy un agente de la ley y en este caso nos consta que la señorita Arminza no tiene familiares cercanos a los que acudir, ¿no querrá usted que se despierte en una cama de la UCI completamente sola?-Ella miró a mi padre de arriba a abajo incrédula pero sin enfrentarse a él. Por una vez agradecí la mística del uniforme.

-Pero agente.

-Sargento, Romaña-Remarcó mi padre.

-Sargento, el caso es que la señora de Castellanos está acompañada dentro.

-¿Pero qué dice esta?-Bufé mientras mi madre me sujetaba intentando que no me lanzara a una pelea física con la imbécil que tenía delante.

-Sí, su marido está con ella.-Sus palabras me dejaron helada, no lo entendía. Ese cabrón que le destrozó la vida y por el que ella vivía aterrada había tenido la poca vergüenza de plantarse aquí y hacerse pasar por el marido perfecto mientras que Ainhoa estaba ahí dentro, probablemente inconsciente y sin saber que estaba pasando. De repente un hombre no muy alto con pelo negro y rizado y cubierto por una bata verde salió por la puerta de la UCI.

-Buenos días, Carmen-saludó sonriente a la enfermera-¿Tus hijos siguen bien?

-Claro señor Castellanos.-¿Ese era el marido de Ainhoa?

-Me alegro, veo que hoy es día de visitas, ha venido mucha gente. ¿Tienen ustedes a algún familiar dentro?-Se dirigió a mis padres con cara de ser una de esas personas que jamás han roto un plato -Es duro, ¿verdad? Tener a alguien a quién quieres, viéndola ahí tan frágil. -No lo pude evitar. Sabía que tenía que ser civilizada, pero oírle hablar así, como si fuera un abnegado marido preocupado con su mujer, hizo que mi sangre hirviera.

-Eres un sinvergüenza, a qué has venido ¿a hacerle más daño?-Él sonrió.

-Así que tú debes ser el motivo. Pues no lo entiendo la verdad, no pareces gran cosa, no sé cómo alguien como ella se ha dejado engañar por alguien así. -Le hubiera matado allí mismo, quería hacerlo, en mi mente solo había imágenes de las mil formas en las que podía acabar con ese desgraciado. -Pero entrará en razón, en cuanto hable con ella. Puede que no se haya dado cuenta de que este bache puede superarse, pero en cuanto despierte...

-¡No te acerques a ella!

-Es mi mujer, puedo hacerlo, ¿sabes quién no puede porque no es nada suyo? Sí, exacto, tú. - Su gesto era burlón y su tono de mofa. Si quería hacerme daño, lo había conseguido.

-Creo que es mejor que nos marchemos, Luz.-Mi madre dijo con prudencia. Yo no tenía ninguna intención de irme del hospital, habría tirado la puerta abajo si fuera necesario, pero mi padre me miró con esa mirada que me pone cuando en realidad tiene un plan y accedí a retirarme.

Nos dirigimos a la cafetería para esperar a que el cabrón de Hugo se marchara del hospital. Yo empecé a llorar en cuanto me senté en la mesa. Mi madre me acariciaba la espalda tratando de tranquilizarme mientras mi padre puso delante de mí una taza de tila.

-Tranquila hija, encontraremos la forma de que veas a Ainhoa, deja que haga un par de llamadas.

-No me van a dejar, ¿cómo voy a entrar en la UCI papá? Está ahí sola y si se despierta con ese cabrón al lado no me lo voy a perdonar nunca.

-Hija, tranquila.

-No puedo estar tranquila, papá. No sé como está, no sé lo que ha pasado y no me dejan verla.

-¿Confías en mí, hija?-Asentí-Pues es muy importante que nadie sepa lo que vamos a hacer ahora.

-Vale papá ¿Y qué vamos hacer?-Me miró de arriba a abajo

-Hija, ¿tú qué talla tienes?


Uno cortito hoy, madre mia como se ha puesto la cosa no?

A fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora