OCHO

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『8』 ➳ No dije nada para no perderte

Sin abrir las fotografías, borré el correo.

—Amor, ¿Otra vez comiendo eso?— Daniela se acercó a mí y me quitó el helado y las papas.

—Sabe delicioso, ven. Prueba.— le acerqué una papa con helado y miel y ella hizo una mueca de asco. —Anda, prueba.— me extendí otra vez el alimento.

—No, amor. En serio...— hizo un puchero. Me alejé de ella y llevé el bocado a mis labios, ella hizo una mueca y luego señaló las papas. Asentí y se acercó para tomar una, yo agarré otra cucharada de helado con miel y luego me acerqué a ella.

Extendí mis labios en un pico y ella se acercó para besarme, tomé su mandíbula e hice que abriera la boca. Daniela abrió sus ojos y tensó sus manos en mi cadera cuando sintió que mi lengua empujaba un poco de helado a su cavidad bucal.

Me alejé riendo. —¡Iugh, amor!— se quejó. —Mereces que no te abrace esta noche.— luego salió de la cocina.

Sonreí. Lavé la cuchara y guardé el resto de cosas, fui a nuestra habitación y la encontré sentada en su lado, extendió sus brazos en mi dirección y yo apagué la luz y corrí hasta su lado.

Al abrir los ojos me encontré con la cama vacía y el reloj sonando. 08:35 de la mañana.

Gmail.
1 nuevo mensaje en la bandeja de entrada.

No. Hoy nada arruinaría mi día.

Entré a la aplicación de mensajería y envié cinco mensajes a Daniela. En cada uno de ellos le felicitaba por nuestros años de matrimonio, le decía lo mucho que la amaba y lo emocionada que estaba por verla está noche.

No cabía de la emoción. Hoy la pasaría todo el día en casa, a pesar de ser lunes, le avisé a Eli que no iría. Así que ella se encargaría de todo por el día de hoy.

Desayuné frente al ventanal, buscando una fuente de inspiración para pintar. Al encontrarla, dejé el bowl en el lavatraste y fui a la habitación que servía como oficina / almacén. Saqué el material necesario y regresé al salón. Primero coloqué el plástico en el piso, el caballete frente a la ventana, junto al carrito donde estaban todas las pinturas; fui por la cámara a la habitación y al regresar saqué una fotografía del tráfico.

Toda mi mañana se fue en eso, podría haber seguido con un tercer cuadro pero el sonido del timbre se escuchó por todo el departamento. Me coloqué la camiseta que me había sacado apenas comencé a pintar, y fui a abrir.

—¡Juls!— me acerqué a abrazarla. El olor a comida china llegó a mis fosas nasales y me separé. —¿Es para mí?— señalé una de las tres bolsas que ella traía.

—Sí. Daniela nos avisó que no podría venir a la hora del almuerzo, así que decidimos venir a almorzar contigo aprovechando que no tenemos que volver al trabajo.— comentó entrando.

—¿Dónde está Abi?— cuestioné mientras me asomaba por la puerta, no había rastro de ella.

—Se quedó platicando con el señor guardia.— contó. —Yo creo que no tarda en venir, cierra ahí, yo me encargo de abrir cuando llegue.

Ambas fuimos al salón y ella se acercó a observar los cuadros que había hecho. —Aún no están secos y les faltan algunos retoques.— señalé y ella asintió.

—Tenías tiempo sin pintar.

—Sí.— afirmé. —Desde que Sara renunció al turno matutino.

—Cierto.

Reckless (Calle y Poché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora