VEINTISÉIS

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Sinceramente no iba a publicar hasta mañana pero como agradecimiento por las 30 estrellas, les dejo este.

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『26』 ➳ llegaste de pronto, como una estrella justo en medio de esta oscuridad

Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses; el tiempo corría de prisa cuando de ser madre, con custodia compartida, se trataba.

Volví al trabajo cuando Aura cumplió los tres meses de nacida, iba con ella a todos lados, a veces la llevaba atada a mi pecho y otras veces solamente en su portabebé. En la cafetería la amaban, siempre era tranquila y casi nunca lloraba.

Seguí pintando, aunque ahora mis cuadros se centraban un poco más en la maternidad, dibujos animados y también un poco de emociones positivas.

Fue difícil, no lo iba a negar; durante los primeros dos meses sentía que no podía sola, así que mi suegra o Daniela la pasaban conmigo en el departamento. A veces me sentía insegura, creía que no era buena madre o que era insuficiente; por lo que terminaba llorando con Aura cuando ella lloraba por alguna cosa que yo no lograba entender.

Pero Aura Calle-Garzón, llegó a mi vida para iluminarla.

Durante las noches, pasaba una hora (o más) admirándola, a veces me quedaba dormida dejando caricias en su cabecita y otras simplemente me quedaba más tiempo y comenzaba a dibujarla.

Y así fue como se cumplieron sus seis meses y dos semanas.

Durante todo este tiempo, a pesar de las complicaciones también descubrí muchas cosas sobre Aura, y la maternidad en sí; en primer lugar, me di cuenta que ella ya respondía a su nombre, le gustaba mirarse en los espejos de la casa y siempre traía con ella un peluche de un hamster que su abuela le había regalado. También le gustaba jugar al "¿dónde está Coco?", siempre estaba feliz y lanzaba algún gritito para llamar la atención de los demás, en la cafetería solía ser seria, ya que había muchas caras desconocidas para ella, pero con los clientes frecuentes siempre parecía estar feliz.

No hablaba, pero balbuceaba siempre, era divertido.

—Aura, abre la boca...— le dije acercando la cuchara con papilla de calabaza que había hecho para ella, pero giró su rostro dando una negativa a mi petición.

Y en la comida era una quisquillosa, justo como su madre; las frutas eran su cosa favorita, podía comerlas cocidas, crudas, trituradas o enteras, su favorito era el banano y el mango. Caso contrario con las verduras, sólo le gustaba la calabaza y el tomate.

—Vamos, nena... Mira, mira... Viene el avión.— le dije moviendo la cuchara frente a su rostro. Ella giró y abrió la boca lista para recibir su alimento.

Dejé la cucharada en su boca, al principio comenzó a mover su boca pero luego hizo un gesto de disgusto y sacó la papilla de su boca.

—¡ugh, Aura!— me quejé bajito mientras comenzaba a limpiarla.

—Es que lo estás haciendo mal.— Daniela entró a la cocina y me pidió cambiar de posiciones; lo hice porque nuestro almuerzo ya casi estaba listo también.

Los domingos, Calle y yo la pasábamos juntas. A veces íbamos a la playa (lugar favorito de Aura, obviamente), salíamos al centro comercial, al parque y en otras ocasiones, como esta, ella venía al departamento y jugábamos con Aura hasta que su batería se agotara.

—Esta niña es imposible.— se quejó Calle, Aura comenzó a reír y a jugar con la comida que había tirado en los últimos minutos.

—Lo sé. Te dije que la calabaza no era su cosa favorita.— me quejé y ella comenzó a reír.

—Ya... Perdón, creí que le gustaría.

—Daniela, la niña es una copia tuya, deberías de saber que no le gustan las mismas cosas que a ti.— le expliqué mientras servía nuestro almuerzo. —Baja unos vasos, por favor.— le pedí mientras terminaba de calentar la última guarnición de nuestro almuerzo.

Me quedé quieta cuando sentí la mano de Calle en mi cintura y su cuerpo muy cerca del mío. Giré un poco mi rostro y la encontré concentrada en bajar un vaso de la alacena.

—Es manía tuya de poner las cosas en alto.— se burló cuando se separó. —¿Cómo haces cuando no estoy aquí?

—Umh... A veces están Karen, Juli o Sam.— le dije y ella asintió.

La relación con Daniela Calle se resumía en ser solo las madres de Aura. Un mes después de su nacimiento, ya estando divorciadas, decidimos iniciar una terapia en pareja para terminar de perdonar el daño que nos hicimos; queríamos ser la mejor versión para nuestra hija.

Podría decirse que somos buenas madres, no estábamos juntas pero lográbamos hacer feliz a nuestra hija.

Hace un mes, cuando vino a dejar a Aura al departamento, me contó que gracias a nuestra hija había conocido a una linda chica. Al parecer profesora de jardín de niños y niñera; contrario a lo que todos llegaron a pensar, aquello sólo me hizo feliz.

No lo voy a negar, a veces sentía que me hacía falta compañía, una distinta a la que mi hija de seis meses podía darme. Pero no me quejaba, sabía que mi proceso de sanación estaba en su etapa final y si el destino me quería sola para ser cien por ciento para Aura, lo aceptaría gustosa.

—Marlen me invitó el jueves al parque con sus sobrinas.— Calle habló en medio de nuestro almuerzo, que como siempre, se centraban en jugar con Aura.

Nuestra hija al final decidió que ella podía comer sola la papilla de calabaza, aunque en realidad lo hizo por lo divertido que le resultaba estar embarrada hasta el cabello.

—¿Quieres llevarte a Aura?

—Sí.— respondió dejando de lado el plato vacío. —Sé que no es mi semana, pero...

—No tengo problema, no te preocupes.— sonreí y ella asintió sonriendo. —Lo estamos haciendo bien, ¿cierto?

—Lo estamos haciendo bien.— ella coincidió.

Llevé mi vista a Aura y ella sonrió en grande mientras me ofrecía su manita llena de papilla. Arrugué la nariz antes de acercarme y dejar que ella tocara mi nariz con su mano sucia.

Ella comenzó a reír y a aplaudir manchando todo a su alrededor.

—La estamos mal criando, creo.— Calle dijo riendo mientras limpiaba las manchas en su cuerpo.

❀   ❀   ❀

La oscuridad de la habitación me recordaba a la oscuridad que sentía en mi pasado, estaba sola en una habitación para dos. Dónde de vez en cuando se reproducían los recuerdos de mi feliz matrimonio, recuerdo que mi terapeuta dijo que siempre se podía perdonar más no olvidar, y que siempre era bueno recordar y sentir.

Pero en esos momentos, cuando la tristeza comenzaba a invadirme el sistema, Aura aparecía en mi mente y lograba iluminar hasta el rincón mas recóndito.

Aura era mi estrella. Era mi luz, mi fuente de energía y mi razón de existir; creo que sin ella todo sería más difícil, incluso inexistente.

Me levanté de mi cama y seguí el camino que ya conocía de memoria, incluso en medio de la oscuridad.

Al llegar al cuarto de Aura, miré por la puerta y la encontré sentada jugando con dos peluches, el conejo y el pequeño hamster. Su habitación estaba iluminada por varias estrellas en el techo y una luna en su mesita de noche.

Cuando notó mi presencia intentó pararse con ayuda de los barandales.

—¿Qué haces despierta, amor? ¿No podías dormir?— me acerqué a ella y sólo recibí balbuceos como respuesta. —¿Quieres dormir con mami?

Ella asintió y señaló a los peluches en su cuna. —¿Quieres llevar al señor conejo y al señorito hámster?— asintió.

Tomé los dos peluches y salí de su habitación luego de apagar la lámpara de luna.

Mi luz, mi guía y mi fuerza estaba en mi brazos.

Y ahora, más de un año después, podía decir que era feliz.

Aunque sentía que algo faltaba.

Reckless (Calle y Poché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora