DIECIOCHO

1.3K 137 27
                                    

2/3

『18』 ➳ Cariño, no me importa si la tienes a ella en tu corazón, lo único que quiero es despertar en tus brazos una última vez

Salí del baño cargando solamente la toalla. No me avergonzaba de ello, durante todos estos años de noviazgo y matrimonio, Calle me había visto desnuda.

Ella estaba sentada en la cama, con la espalda pegada al respaldo de la misma. Tenía un libro en sus manos, aunque al escucharme, lo dejó sobre mi almohada.

—¿Qué sucede?— preguntó.

—¿Podemos hacer el amor por última vez?— pedí sin vergüenza alguna. —No importa si para ti es sólo sexo, yo... quiero fingir que me amas, por favor.— me acerqué hasta su lado de la cama y ella sólo se quedó ahí en su lugar. Mirándome fijamente.

Calle asintió y se acercó a la orilla de la cama, cuando estuvimos frente a frente, ella se acercó para dejar un beso en mi vientre, aún por sobre la toalla. Dejé que mis manos descansaran sobre su hombro y la miré atentamente, ella sonrió y se deshizo del trozo de tela dejando expuesto mi cuerpo desnudo.

Sabía que ya no era el mismo de antes, las proporciones eran significativamente grandes, pero aún así no me sentí juzgada.

—Ven, siéntate aquí.— me jaló con cuidado para sentarme sobre su regazo, así lo hice. Tomó mis rostro y me acercó para iniciar un beso necesitado.

Se sentía como la primera vez; sentía mi corazón latir desbocado y los oídos parecían no querer escuchar más allá de los latidos de mi corazón.

Su mano izquierda recorría mi espalda, lateral y vientre con delicadeza, me sentía amada. Me separé en busca de aire y ella tomó la oportunidad de besar mi cuello, suspiré y comencé a mover mis cadera sobre las suyas.

Su mano bajó hasta mi entrepierna, la cual ya estaba un poco húmeda y comenzó a mover sus dedos sobre mi clítoris.

—Dios...— suspiré.



Al despertar, me di cuenta que era sábado, así que me quedé viendo directamente hacia la pared frente a mí. El brazo de Daniela estaba debajo de mi cabeza y el otro sobre mi vientre, y los recuerdos de la noche anterior me golpearon con fuerza.

"Te amo...", "¿Puedes decírmelo tú también?", "No importa que sea mentira, dímelo".

Me sentía estúpida, pero también me sentía bien. Me deshice del agarre de Daniela y me senté en la orilla de la cama, en el suelo estaba la toalla y el pijama de Calle.

Lo había meditado, no podía quedarme aquí sola, no podía regresar con mi familia, no podía molestar a Sam, ni a Karen. Saqué mi móvil y busqué entre los contactos el número de la única persona que podía ayudarme.

—¿Hola? ¿estás bien? ¿necesitas algo?

—¿A qué hora entras al trabajo?

—A las tres de la tarde. ¿Qué sucede?

—Tengo cita con la ginecóloga en cuarenta minutos, ¿quieres acompañarme? También necesito... necesito un abrazo.

Reckless (Calle y Poché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora