VEINTIDÓS

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『22』 ➳ dijiste que nunca me lastimarías, lo juraste por cada estrella

El tono de la llamada se escuchaba a través de la línea, hasta que respondieron.

—¿Qué quieres?— la voz de Daniela se escuchaba diferente.

—Ven a casa de tus padres, tenemos que hablar.

—Iré a la hora del almuerzo, ¿tienen antojo de algo?— su pregunta causó confusión en mí, así que colgué.

¿Qué demonios?

Durante toda la mañana la pasé pintando en la habitación, dos cuadros de óleo y uno de grafito, el último era una pareja recostada en medio de cristales, mismos que tenían palabras casi inexistentes por todos lados. El sonido de la puerta me hizo salir de mi admiración hacia el cuadro y me levanté de la silla. Quité el mandil que llevaba puesto y sacudí mis manos.

El vestido celeste llegaba a media pierna y tenía unos tirantes muy delgados. Desde que mi vientre creció bastante decidí que los vestidos eran una excelente opción, eso y las camisetas oversize con shorts de algodón.

—¡Poché, estoy en casa!— la voz de Calle llenó el silencio del lugar, los recuerdos golpeando mi cabeza y haciendo que sintiera una especie de alivio y nostalgia dentro de mí.

Tomé el sobre, la cajita blanca, el móvil de Manuela y el mío y bajé con cuidado.

—¿Cómo están?— preguntó apenas me miró desde el final de las escaleras.

—Bien.— simplemente respondí. Ella hizo una mueca y luego de subió las pocas escaleras que nos separaban. —Yo puedo sola.— le dije cuando intentó ayudarme, eso hizo que se alejara.

—No me dijiste que se te antojaba, pero traje pizza y comida mexicana.— ambas caminamos hasta la cocina y ahí miré tres bolsas. —También traje tu helado favorito de coco, miel y papas jalapeño.— dijo mientras sacaba cada cosa de la bolsa. —Los pondré en la nevera, ¿okay?

—¿Qué intentas hacer, Calle?— desconfiaba de ella, claro que lo hacía.

—Sólo intento ser amable.

—¡Ay, por favor!— bufé. —Sólo siéntate, tenemos que hablar.— señalé una de las mesas pero ella me ignoró, contrario a lo que le pedí, ella fue a sacar un par de platos, cubiertos y vasos.

—Primero vamos a almorzar, estoy muriendo de hambre.— al decir eso, mis ojos pusieron más atención en ella, estaba más delgada.

—¿Tu nueva mujer no te da de comer?

—Sólo comida callejera.— respondió sin importancia. —Me he cansado de eso, pero no iba a pedirte que cocinaras algo para mí... Y yo no tengo tanto tiempo como para hacerlo.

Vaya.

—¿Qué se les antoja?

—Primero una rebanada de pizza, por favor.— pedí y ella asintió. Me sirvió y luego fue a la nevera para sacar una jarra de agua de frutas, también nos sirvió y luego se sentó frente a mí.

Ella comenzó a comer de la comida mexicana que trajo, así que ambas nos quedamos en silencio. Era extraño, muy extraño. Aún así, dejé de lado mis pensamientos para tratar de disfrutar la comida, y al parecer Aura también la disfrutaba.

—¿qué es lo que quieres hablar?— dijo ella cuando yo ya iba por mi segunda rebanada de pizza y ella por la mitad de la primera.

Terminé de masticar y luego tragué, limpié mi mano con la servilleta; tomé el sobre y la caja blanca y las coloqué sobre la mesa. —¿Cuál quieres ver primero?— le dije y ella sonrió.

Reckless (Calle y Poché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora