Reckless (Calle y Poché)

VEINTICUATRO

『24』 ➳ y ahora sé que es ella todo lo que yo buscaba

Punto de vista de Daniela Calle.

Recuerdo cuando mi madre nos contó acerca de su primer amor, mi padre; mamá y él habían sido novios desde que ella tenía trece años, aún con dos años de diferencia nunca hubo muchos problemas ya que él siempre siempre sabía cómo llevar el ritmo de las situaciones.

Entonces, juntos aprendieron a madurar, aprendieron a entenderse y a ser felices con lo mucho o lo poco que entendían del amor. Las cosas cambiaron cuando mamá tenía 23 años y se embarazó de mí, un día, simplemente mi padre se fue y no volvió más; pero entonces Paúl se acercó a mamá y le brindó protección, cariño y apoyo para los momentos que venían después del embarazo.

Él, heredero de una empresa hotelera, nos compartió su fortuna con la intención de que la trabajaramos, además; misma empresa donde mi abuelo era uno de los tres socios más importantes, junto al abuelo de Manuela.

Con el paso del tiempo y la llegada de mi hermana menor Paulina, las cosas cambiaron para bien.

Cuando a mamá le tocó hablarnos del amor, yo tenía 16 y mi hermana 13 años. Quizás para algunos éramos unas niñas que no debían de preocuparse por eso, pero mamá nos habló del amor con la intención de que nos dañaran al igual que ella.

Nunca conocí a mi padre biológico, por lo que crecer junto a Paúl hizo que lo amara con mi corazón entero. Incluso si las cosas hubiesen sido distintas, yo lo amaría igual.

Nunca entendí bien el amor, hasta que la conocí a ella.

Fue en ese momento donde todas mis preocupaciones y dolencias abandonaron mi cuerpo, fue como si el libro de la vida hubiese escrito nuestro destino; como si ese momento ya hubiese pasado.

Fue en la cafetería, ella acompañaba a su primo David y yo a mi mejor amiga Laura. De pronto la miré ahí, iluminando la cafetería como si de una estrella en medio de la oscuridad se tratara; fue como si mi alma la reconociera.

Recuerdo que esa misma tarde llegué directo donde papá y le conté acerca de ella. Le confesé mi mayor miedo la soledad, y él se encargó de escuchar y decirme que todo estaría bien si aprendía a ser una buena amante. Y no en el mal sentido, sino en ser una buena persona que amara a otra buena persona (sé que tiene sentido).

Los meses pasaron, día a día sanaba mi corazón y me encargaba de ser mejor para poder ser mejor para ella.

Entonces, todo cambió cuando me di cuenta que conocer a María José Garzón fue la casualidad más bonita que pudo haber sucedido en mi vida.

Pero mi corazón fue un tonto al igual que mi cerebro y mi estúpida inseguridad. Dañé tanto a una persona, nuestro matrimonio y nuestro futuro que terminé perdiendo a la luz de mi vida.

Lo supe en el momento en que no sentí la misma calidez al abrazar ese cuerpo femenino que ahora me abrazaba entre las sábanas sucias de esa habitación.
La respiración me faltaba, era difícil llevar el aire limpio a mis pulmones, ardía; era sofocante.

No puedo explicar cómo fue que todo comenzó, porque los detalles a veces estaban de más. Y si me centraba en el presente, podía decir que anhelaba tanto estar en los brazos de mí, ahora, ex-esposa.

Y es que me di cuenta que ella era todo lo que yo buscaba en esta vida.

Entendía muy bien que mi madre ahora tenía rencor hacia mí porque le hice lo mismo que ella vivió a una persona que terminó eligiendo nuestra felicidad por sobre su familia. A la única persona que me eligió sin dudarlo terminé traicionándola dos veces.