Capítulo 76

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‍​‌‌​​‌‌‌​​‌​‌‌​‌​​​‌​‌‌‌​‌‌​​​‌‌​​‌‌​‌​‌​​​‌​‌‌‍ ―Por supuesto, Nam, no tienes ni que decírmelo, comprendo bien el sentimiento.

Pocos segundos después, termino la llamada y me quedo un poco más tranquilo, sabiendo que pronto podré resolver ese problema. Guardo el móvil de mi bolsillo y doy por terminada mi jornada laboral por el día de hoy.

Hace quince días que estoy trabajando desde casa, me negué a volver a la oficina y dejar a mi prometido solo luego del terrible suceso por el que habíamos pasamos. Necesito saber que ellos están seguros y la única manera de asegurarme de ello es permaneciendo a su lado.

Miro el reloj y van a dar cerca de las nueve de la noche. Luego de la cena, Seokjin decidió volver a nuestra habitación, porque se sentía un poco cansado. Lo tome en mis brazos y lo llevé cargado hasta la cama y no me alejé de él hasta que se quedó dormido. Este embarazo está exigiendo mucho de él, por eso trato de ayudarlo en todo lo que pueda, para evitar que haga esfuerzos innecesarios.

Salgo de la oficina y regreso a la habitación para ver que todo marche bien con él. Trato de aprovechar al máximo mi tiempo a su lado, dedicándole todos los cuidados que necesita y haciéndolo sentir cómodo y seguro.

Al entrar, lo encuentro profundamente dormido. Puedo ver su hermosa barriguita debajo de su pijama, es increíble el tamaño que ha alcanzado en apenas un par de semanas y esa es una de las causas por la que al finalizar el día, solo quiere regresar a la cama y descansar.

Lo observo durante un rato y luego voy al baño para tomar una ducha antes de venir a dormir junto a él. Es increíble cómo ha cambiado todo en mi vida desde que él apareció... y estoy agradecido profundamente por ello. Ahora soy un hombre feliz, mucho más de lo que nunca fui y todo se lo debo a él ... al hombre de mi vida.

Me meto bajo la regadera y me relajo mientras el chorro de agua golpea mi cuerpo. Cierro los ojos y comienzo a recordar aquella noche en que lo conocí. Me quedé prendado de su belleza y no fue hasta que la escuché hablar por primera vez, que mi corazón comenzó a palpitar por él desconsoladamente. Incluso, he llegado a pensar que me enamoré de él desde ese primer día, porque desde entonces, nunca pude sacarlo de mis pensamientos... fui hechizado irremediablemente.

Volteo la cara hacia un lado, cuando la puertas se abre. Lo veo entrar a la ducha, con la sonrisa más radiante y hermosa y con esos ojos llenos de brillo que resplandecen maravillosamente bajo la luz tenue del baño.

―¿Hay espacio para uno más?

Cierro las llaves del agua y extiendo mi mano para que la tome y cuando lo hace, lo traigo hacia mí, para cobijarlo entre mis brazos.

―Para ti, siempre hay lugar, cariño.

Nos miramos con tanta intensidad, que podemos leer claramente nuestros sentimientos en ellas.

―Desperté y no te vi a mi lado, tuve la intención de irte a buscar a tu oficina, pero cuando sentí la llave del agua abrirse, supe que estabas aquí ―encoje sus hombros.― Así que decidí venir y unirme al baño.

Sonrío y le doy un par de besos, atraído por la necesidad de besarlo y de sentirlo muy cerca de mí.

―Déjame preparar la bañera para ti, lunita, es muy tarde y no es conveniente que tu cabello se moje... no quiero que vayas a enfermarte.

Tomo un paño y seco mi cuerpo antes de salir de la ducha. Seguido, me dirijo hasta el perchero y cojo la bata de baño, para cubrir a Seokjin con ella, debido a que lo mojé cuando se acercó a mí y no quiero que por mi culpa se resfríe.

―Acércate, cariño... siéntate aquí ―lo ubico en el baño― mientras lo preparo todo.

Pongo a llenar la bañera y adecuo la temperatura del agua, para que mi prometido se sienta lo más cómoda posible. Mientras espero a que se termine de llenar, me acerco al tocador en busca de una pinza para sujetar su cabello. Una vez que la encuentro, me acerco a él y lo recojo lo más alto posible para que no se moje cuando entre a la bañera.

Me encanta consentirlo, que sepa y sienta que es muy amado. Voy a borrar de su recuerdo todo el dolor y los maltratos que sus malditos padres le causaron. Poco después de que volvimos de la clínica, me contó toda la historia de su vida, como esos malditos la maltrataron siendo un pequeño niño y las veces que estuvieron a punto de acabar con su vida. Cada vez que lo recuerdo, ardo en ira, no entiendo como sus propios padres pudieron convertirse en los seres que más daño le hicieron. Juro que si algún día llego a encontrarlos, le voy a hacer pagar por la miserable vida que le hicieron padecer. Igualmente, prometo que voy a demostrarle que a mi lado tendrá todo cuanto no tuvo en su vida y que yo estoy dispuesto a ofrecerle tanto amor como él necesite.

Me arrodillo delante de él y abro su bata. Le doy un beso suave y lento sobre sus labios y luego dejo que los míos se deslicen por su rostro, para adorarlo como se lo merece.

—Gracias por dejarme entrar a tu vida —le susurro mientras lo sigo acariciando.— eres todo y mucho más... mi vida, mi mundo, mi universo entero.

Llevo mis manos hasta su barriguita y la recorro con mis dedos por todas sus curvas, apreciando el gran abultamiento que nuestro amados hijos le han ocasionado. Puedo apreciar cómo mi corazón late exaltado, cuando soy más consciente que nunca que allí dentro crecen nuestros hijos, sanos y salvos.

El doncel equivocado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora