Capítulo 4

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No era la primera vez que veía un montón de ángeles apiñados en una nave de transporte, tampoco que su situación fuese tan lamentable. Pero aunque tuviesen que compartir un único baño durante aquel largo viaje, había en sus caras algo diferente; resolución, esperanza y podría decir que algo de alegría.

—¿Queda mucho para llegar? —preguntó un ángel al que no había prestado demasiada atención antes. Tenía espaldas anchas, brazos fuertes, y una ligera cojera en su pierna derecha. Probablemente había estado en activo hasta hacía poco tiempo.

—En un par de horas llegaremos a nuestra primera parada. —no podía decirles que era el Santuario.

—¿Cómo es el planeta al que nos llevas? ¿De verdad será nuestro?

—Antes de ir allí hay que asegurarse de revisar médicamente a todos vosotros. La mayoría necesitará ayuda para mejorar su condición física. La reina no permitirá que los nuevos colonos comiencen su vida con carencias. —Al menos un militar entendería que

—Lo mío no tiene solución médica—golpeó su pierna, haciendo resonar algo metálico bajo su ropa—, sino mecánica. —Una piedra brillando en su pecho haría que ninguna de las dos soluciones fuese necesaria. Bueno, un médico que guiará el crecimiento del miembro amputado sí que sería necesario. En el Santuario podíamos encontrar ambas cosas.

—Pero no eres solo tú. Aquí hay 217 almas cuya salud hay que revisar.—El hombre asintió, pero no me gustó la connotación egoísta de su comentario. Sólo se había preocupado por él, no pensó en el resto de compañeros que viajábamos con él. Si quería formar parte de mi legión, tendría que aprender a pensar más en el equipo.

—Lo siento, no puedo evitar estar nervioso. —se disculpó. Asentí aceptando su disculpa.

La verdad, es que si me fijaba bien, el tipo mostraba todos los síntomas de sentirse incómodo y desplazado. Supongo que a todos les pasaría lo mismo. Alguien acababa de sacarles de la rutina y el hogar que conocían, con la promesa de algo mejor. Seguramente la mayoría de ellos no estaban convencidos de si era cierto lo que les había prometido, pero si estaban allí, era porque habían decidido arriesgarse, y eso decía mucho de su valentía.

—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté.

—36B12, artillero de la 19ª. —Solo alguien que acabara de ser licenciado se habría presentado así.

—Todavía no has encontrado tu nuevo nombre.

—No se me ocurre ninguno. Creo que es algo demasiado importante como para pensarlo a la ligera. —Yo no tuve ese problema.

—Todavía tienes tiempo.

—Veinte minutos para llegar a la órbita. —Me advirtió nuestro piloto. Era hora de que todo el mundo ocupase sus puestos.

Avancé hasta el lugar desde el que sabía todos podrían oírme y me dispuse a dar las órdenes.

—Estamos a punto de llegar. Cada uno sabe lo que tiene que hacer. —Como un escuadrón bien adiestrado, todos empezaron a moverse hacia sus puestos. Aquellos que necesitaban ser ayudados ya tenía a su lado a la persona encargada de hacerlo.

De la misma manera que hicimos al despegar, acomodé a la mujer embarazada en el asiento del copiloto, el lugar que yo debería ocupar. Para mi era el más seguro, y de todas las personas que transportaba la nave, era la que no podía permitir que saliera volando por cualquier percance. Si su bebé resultaba dañado por un mal golpe no podría perdonármelo. Ese bebé significaba una nueva vida, sería el primero en nacer libre. Lo sé, seguramente después vendrían otros, pero ser el primero le hacía especial. De alguna manera me sentía identificado con ese bebé, porque yo también había sido el primer ángel en ser bendecido.

—Hay mucho revuelo en los alrededores, ¿no te parece? —Había cientos de naves alrededor del puerto espacial para entrar en Naroba, y yo sabía la razón. El juicio. En cuanto la gente descubriese que la reina iba a presidir el juicio, después de tanto tiempo desaparecida, acudirían en masa para acercarse a ella.

Era curioso el fenómeno que había creado Nydia, era como una super estrella mediática, solo que en vez de serlo a nivel local, su fama había sido un bum interplanetario. La gente quería estar cerca de ella, tocarla, y como eso no era posible, trataban de acercarse al aura que dejaba detrás de ella. El vestido que llevó el día que fue presentada ante el público, el mismo que llevó el día de su coronación como reina blanca, se había convertido en la prenda más solicitada en los comercios. Su peinado, su forma de moverse, de hablar, todo era copiado como símbolo de alto estatus. Incluso el nombre de Nydia se había popularizado entre los bebés que habían nacido desde su coronación. El fenómeno fan se había desatado a un nivel que nunca se esperó en un político.

Se especuló mucho sobre por qué había desaparecido de la vida pública, había cientos, miles de rumores. Pero los únicos que sabían realmente sobre nuestra desaparición era nuestro equipo más cercano.

Hamen me puso al día durante nuestro viaje a Celestia. Estoy seguro de que le habría gustado poder presenciar todo el juicio, pero en cuanto le dije que tenía una misión que cumplir para la reina blanca, se puso a mi disposición sin dudarlo. Esa era la magia que tenía Nydia con cualquier rojo. Era pronunciar su nombre y las puertas se abrían para ella. En mi caso, vaciamos el carguero en su destino y pusimos rumbo a Celestia para cumplir con nuestra misión. No le conté todo, tan solo que iba a ser una particular operación de rescate.

—Oh, vaya, esto está interesante. —Presté atención a Hamen, que parecía fascinado con algo que escuchaba por un auricular insertado en su oído izquierdo.

—¿Qué ocurre?

—Uno de los representantes de Pholion acaba de morir. En mitad del juicio. —dijo sorprendido. Van a hacer un receso. —No me sorprendía que Hamen estuviese siguiendo el juicio mientras pilotaba.

—Entonces hemos llegado en el momento justo. —Hamen me miró extrañado—Nadie prestará atención a un carguero de suministros que llega al Santuario.

—Naroba será un hervidero en este momento, creo que tu observación es muy acertada. —Hamen sonrió y ajustó el comunicador junto a su boca. —Aquí carguero Coltex B37, solicito permiso para aterrizar en plataforma N2.

—Aquí control de entrada al Santuario. Transmita códigos de identificación y manifiesto de carga. —El santuario tenía sus propios sistemas de seguridad, nadie podía acercarse sin pasar los controles instaurados por el ejército rojo. Nadie como un mercenario y contrabandista para conocer los puntos débiles que había que cubrir.

Acerqué la mano en la que estaba mi brazalete al lector de la nave. Solo se necesitaba una identificación de voz para pasar la barrera exterior.

—Mis saludos, control de entrada. Estoy transmitiendo código de identificación. Solicito personal en plataforma N2, traemos carga viva. —Esa era la señal para advertir de que traíamos personas a bordo. El protocolo se activaría con rapidez. Guardia armada, equipos médicos, todo lo que podría necesitarse ante la llegada de desconocidos. Mi presencia entre ellos decía que no eran hostiles, pero se trataba del hogar de la reina blanca, nunca se recibiría a extraños sin un mínimo de seguridad.

Esta era mi vuelta a casa, para el resto de hermanos ángeles, no era más que una parada de camino al que sería su nuevo hogar. Algunos decidirían quedarse para servir en las filas de la reina. Pero todos tendríamos un planeta al que considerar nuestra casa.

Los ojos de la mujer acomodada en mi asiento me miraban algo asustados. Una hembra de nuestra especie no estaba acostumbrada a este tipo de viajes, ni de procedimientos militares. Ellas nunca abandonaban nuestro planeta, así que podía comprender el temblor que recorría su cuerpo. Posé mi mano sobre su hombro para tranquilizarla.

—Después de esto todo será más fácil. Y lo primero que haremos será asegurarnos de que tu bebé está bien. La reina cuida de los suyos. Para mí es como una madre, y estoy seguro que cuidará de todos mis hermanos como ha prometido. —Eso la hizo sonreír levemente, al mismo tiempo que parte de la tensión abandonaba su cuerpo.

La legión del Fénix - Estrella Errante 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora