Capítulo 29

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Rigel

No podía apartar la vista mi pequeña en el regazo de su abuela. No sabía quién se lo estaba pasando mejor, si la niña bailando sobre las rodillas de su abuela, o mi madre viéndola disfrutar. Se la veía tan sana, equilibrada y despierta, que daba envidia al resto de mujeres a nuestro alrededor. Seguro que se preguntaban como una gatita podía ser tan vital sin tener una gemela. La respuesta era sencilla, era hija de la reina Blanca, mi reina. Todo lo que ella hacía era excepcional, único y maravillosos, y con nuestra hija no podía hacer algo diferente.

Pero lo que más me alegraba, era ver sonreír a mi madre de nuevo de aquella manera. Desde que llegó la noticia de la muerte de papá, no había sido la misma, la auténtica felicidad no la había llenado el corazón, hasta ahora. Solo había una cosa más que necesitaba para ser completamente feliz, y era ver de nuevo a Rise. Quisiera o no, él había sido siempre su hijo favorito, y no es que a mí me menospreciara, al contrario, yo era su pequeño milagro, como siempre me llamaba. Pero Rise... Él era todo lo que le quedaba de su difunto esposo.

—Alteza, ya está todo preparado. —Una mujer sin bendecir se había acercado a nuestro grupo para informar a Nydia. Se notaba desde lejos que mi mujer le intimidaba, y sabía por qué. Las noticias vuelan, y lo que había hecho Nydia con el kupai de Bores había corrido como el fuego en un bosque seco.

—Pues entonces vamos. Cuida de ella, Leto. Este diablillo es capaz de escaparse gateando en cuando te despistas un segundo. —Juncal giró la cabeza hacia su madre, como si supiese que estaba hablando de ella. Sonrió de forma traviesa, como solo lo hace alguien que está preparando una gran trastada. Esta niña a veces me daba miedo, y eso que soy su padre.

—Cuidaré de este trasto, tranquilos. —aseguró mi madre sin dejar de mirarla.

Antes de girarme hacia el camino, pude ver como mi pequeña tomaba el rostro de su abuela entre sus diminutas manos y le besaba la punta de la nariz, de la misma manera que hacía su madre con ella. Mi madre quedó sorprendida, y al mismo tiempo su corazón se deshizo como miel caliente entre los dedos. Era imposible no caer rendido a los pies de esta niña.

—Me la como. —Escuché decir a mi madre al tiempo que abrazaba a Juncal.

—Me parece que va a costar separarlas cuando llegue el momento de irnos. —susurró Nydia por encima de mi hombro.

—Lo que yo creo es que tendremos que prepararle a mi madre una habitación en el Santuario. Intuyo que a partir de ahora sus obligaciones la llevaran mucho por Carasa. —Juncal nunca iba a estar desatendida por parte de sus abuelas; si mi madre Gara aprovechaba cualquier ocasión para visitarnos, a Leto iba a ocurrirle lo mismo.

—El sol pronto alcanzará al kupai con sus rayos, como pediste. —dijo en voz baja la mujer que nos acompañaba.

—¿Han llegado todos los convocados? —preguntó Nydia.

—Se hizo el llamamiento a todos los pueblos. Los jóvenes en edad de ser bendecidos han sido convocados, y los que aún tienen una gema negra también. —Nydia asintió complacida ante sus palabras.

—Bien.

Caminamos en silencio hacia el kupai de Bolmir. A diferencia del de Bores, este estaba casi expuesto a la luz solar, pues la montaña a su alrededor se había desmoronado, dejando solo una de sus caras en pie. Repasé con la mirada la unidad de seguridad que había desplegado por el lugar, para mantener la integridad de Nydia. Con la experiencia de Bores, sabía que muchos tratarían de acercarse a ella en su momento de epifanía. Una imagen, un trozo de su ropa, o simplemente tocarla... ¿Quién no querría un recuerdo de la Ashi del kupai rojo?

—Vaya, se parece al árbol de la Hondonada de las Hadas, solo que negro, claro. —No entendí a qué se refería Nydia, no conocía ese lugar que mencionaba, pero lo averiguaría, seguro que era un lugar mágico de la Tierra.

Mientras nos acercábamos, pasábamos a un lado de la larga cola que se había formado. La gente nos observaba en silencio, mostrando admiración y respeto por Nydia. Ella no necesitaba joyas y ropas caras para llamar la atención.

Mis hombres abrieron la barrera de seguridad que habían instalado en el perímetro del kupai, manteniendo la zona despejada para nosotros.

—Volveré en un rato. —dijo Nydia antes de besarme.

—No te perderé de vista. —le prometí mientras su cuerpo se alejaba.

—Yo tampoco. —La voz de Nomi llegó a mi lado, lo que me hizo girarme hacia ella.

—¿Tienes todos los equipos listos?

—Equipos en posición y grabando, y otros de repuesto por si la deflagración fríe a los primeros. —Nomi había pensado en todo, o al menos casi todo. Ella todavía no estaba convencida de que los aparatos electrónicos dejasen de funcionar mientras Nydia estuvo flotando como una diosa junto al otro kupai. En fin, ya lo vería con sus propios ojos.

—¿Y los equipos médicos? —dije sin dejar de observar a Nydia mientras se acercaba lentamente al árbol negro.

—Prevenidos. No hay ningún maldito prestando servicio, y la mayoría son gente que ya ha sido reiniciada, pocos son los que no están bendecidos. —Nomi había preparado la respuesta sanitaria a conciencia.

—Bien. Entonces será mejor que respiremos profundamente y nos agarremos a algo. La honda expansiva la otra vez casi me derriba. —Si ningún lugar al que agarrarme, la única manera de no caer era hincando una rodilla en el suelo. En cuanto lo hice, las personas a mi alrededor empezaron a imitar mi maniobra.

Nydia ya estaba muy cerca, pero no podía distinguirla bien, porque su figura se había vuelto algo... difusa no es la palabra, quizás cegadora se acercase más a lo que busco. Era, como si la luz del sol se concentrase en ella.

—Está haciendo acopio de energía. —dijo en un susurro maravillado Nomi. —Esto no me lo habíais contado.

—Es que la vez anterior no fue así. —reconocí con algo de malestar. No me gustaba que Nydia se expusiera al peligro, aunque ella y la lógica se empeñaban en asegurarme que no era así, pero los cambios... No me gustaban en ese momento. Me hacían sentir nervioso e intranquilo.

—¡Ah!, ¿no? —preguntó sorprendida.

—En aquella ocasión estaba corriendo detrás de ella para evitar que tocase el árbol enfermo, mientras ella escapaba para hacerlo. Además, estaba amaneciendo cuando ocurrió, y nuestro kupai está protegido por la luz solar, salvo por las aberturas de la cúpula. —Demasiadas cosas diferentes, ¿y si algo salía mal? Apreté los puños tratando de controlarme.

—Esta es la segunda vez, ella sabe lo que va a ocurrir y su cuerpo se está preparando. —analizó Nomi. Su interpretación me tranquilizó un poco.

Nydia se detuvo, creo que había llegado junto al tronco, no estaba seguro. Aquella maldita incandescencia no me dejaba distinguirlo.

—Lo ha tocado. —dijo Nomi maravillada. —Seguramente su vista no estaba sufriendo como la mía en ese momento. Inspiré profundamente para tranquilizarme, lo que hizo que mis pupilas se cerrasen un poco más ante el exceso de luz. Y sí, ahí estaba mi mujer, con la cabeza inclinada hacia delante, como suplicando. Y en un parpadeo BOOM, un estallido de luz que se extendió a nuestro alrededor, barriéndolo todo como si fuese la detonación de una bomba.

—¡Oh! —Nomi cayó de espaldas por la fuerza de la deflagración, pero rápidamente se incorporó para no perderse nada.

Y allí estaba, el negro desapareciendo de nuestro árbol, como si la luz luchara por salir de su interior, consiguiéndolo de forma rabiosamente roja. Ella lo había vuelto a conseguir. Ella, la Ashi del árbol rojo, la que ahora flotaba a varios codos del suelo de forma idéntica a la vez anterior, provocando el asombro y la alegría de todos los allí congregados, salvo de los que habían caído desmayados. Igual que en Bores, Nydia había hecho su milagro en Bolmir.

La legión del Fénix - Estrella Errante 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora