Kalos
Hacía mucho que no desarrollaba un trabajo físico como ese, pero mi cuerpo enseguida se acostumbró a sobreesfuerzo, incluso mis músculos se habían fortalecido. El trabajo de granja era duro, pero mucho más cunado tenía que empezar desde cero. Cercas para el ganado, viviendas para las personas, graneros para el forraje y los aperos de labranza. Todo tenía que estar terminado antes de la llegada de la temporada de lluvias, cuando los refugios se hacían indispensables.
Golpeé con fuerza el poste, manteniendo la sincronización con Shun y Vento. Entre los tres ya habíamos colocado casi toda la empalizada esa mañana. Tres postes más, los troncos de la vaya, y pondríamos la puerta. Esa misma tarde podrían meter el ganado.
—Capitán, le reclaman en la fortaleza. —Accioné el botón de mi brazalete para responder a la llamada.
—Unos minutos e iré para allá.
—Es un asco estar al mando. —Se mofó con una sonrisa Shun. Y lo decía él, que le había nombrado mi segundo.
—Más te vale no meterte con tu capitán, o te dejo aquí aparcado como alguacil. —La sonrisa desapareció de su rostro.
—Dijiste que no tenía que quedarme si no quería. —protestó.
—Como legionario tienes que servir allí donde seas necesario. —Le recordé.
—No me hagas esto. —suplicó. No aguanté más, y solté una carcajada.
—Tranquilo, se apañarán muy bien sin nosotros. —Escuché el aire de Shun abandonar pesadamente su pecho, aliviado.
—No juegues con esas cosas, capitán. La vida de granjero todavía no es para mí.
Muchos ángeles habían decidido establecerse, aunque la mayoría había preferido unirse a la legión del Fénix. Las mujeres sin emparejar habían decidido unirse en una especie de cooperativa, y quedarse dentro de la fortaleza. Allí se sentía más seguras, porque el planeta tenía sus peligros. En apenas una semana, que era el tiempo que llevábamos allí, habíamos sufrido dos picaduras de víboras, un ataque de avispas, tres intoxicaciones por vayas venenosas y una mordedura de animales domésticos, no pregunten por esa última. Mi viejo compañero de unidad todavía estaba refunfuñando por lo salvaje que era su nueva montura. No es que el animal no pudiese con su peso, es que todavía no estaba domesticado del todo, y no estaba acostumbrado a ejercer de transporte de humanos. Supongo que con la siguiente generación, los que ya naciesen en cautividad, sería mucho más fácil.
—¿Podréis terminar con esto? —pregunté mientras dejaba mi maza sobre el suelo.
—Sobreviviremos. —me aseguró Vento.
Era curioso como había cambiado el hombre en este tiempo, y no lo digo solo por su físico, sino por el hecho de saberse dueño de su propia granja. Esta en la que estábamos trabajando para ser más exactos. Su mujer, que en ese momento estaba en la casa, contaba con la ayuda de mi viejo amigo, ahora llamado Pulmar, para todo aquello que requiriese esfuerzo.
Toda la comunidad se había volcado con la nueva pareja, y sobre todo, con el que sería nuestro primer bebé ángel nacido en libertad.
—Nanuru. —Un Momoii llegaba planeando hasta nuestra posición, llamándome. Todavía no me acostumbraba a ese apelativo, porque me daba mucha más importancia de la que merecía. Pero ahora, por culpa del Clan del Viento, todos me conocían como Kalos Nanuru. Ni que decir tiene que no le dije a mis compatriotas cual era su significado real; pájaro de fuego que renace. Ya aprenderían la lengua de sus vecinos y lo descubrirían, pero con un poco de suerte, yo ya no estaría allí.
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La legión del Fénix - Estrella Errante 4
Science FictionLa reina blanca necesita hacerse más más fuerte, porque el enemigo que está por aparecer no solo se oculta, sino que tiene dominado al segundo ejército más poderoso de todas las casas, y se ha estado preparando para este enfrentamiento durante mucho...