Capítulo 12

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Nydia

Eva me había dicho que iba a morir, por eso me contó su historia, sus confesiones. Había trasladado su legado a testamentaria. Casi podía jurar que había una expresión de aceptación cuando aquel energúmeno nos golpeó a ambas.

Pero no quería que sucediera, todavía la necesitábamos. No solo era la reina amarilla, sino que había movilizado todos sus contactos para que el pueblo amarillo se presentase con rapidez a cumplir mis peticiones. ¿Quería ingenieros para las ciudades y las cúpulas? Los mejores golpeaban a mi puerta al día siguiente con sus mejores ideas. ¿Quería arqueólogos para que siguieran explorando las ruinas de la antigua civilización de Carasa? Tenía a toda una eminencia dedicándose en cuerpo y alma a hacerlo, y se había traído a su propio equipo.

Y si eso no fuese suficiente, tenía a dos Hermanas reveladoras controlando las buenas intenciones de todo el personal que entraba a trabajar en los complejos. Tendría que haberlas puesto a trabajar con el grupo de ángeles que llegó el día anterior, pero parecían tan cansados, que pensé que no había ningún problema por hacerles pasar por aquella prueba al día siguiente. Si se quedaban en la ciudad cúpula del otro lado des desfiladero, estarían apartados del resto, no les daría tiempo a plantear algún problema, o eso pensé. Pero me equivoqué.

Tenía docenas de preguntas en mi cabeza. ¿Cómo un recién llegado, alguien que se suponía no conocía la distribución de los edificios del Santuario, había conseguido llegar hasta aquí sin ser interceptado? ¿Y qué había venido a hacer aquí? ¿Matarme a mí o a la reina amarilla? Dudaba de ello, porque habíamos decidido venir hacía solo una hora, el tiempo que la había llevaba Eva el transmitirme su legado.

¿Y si lo que pretendía aquel ángel era llegar hasta el kupai? ¿Quería destruirlo?, ¿dañarlo? ¿O tal vez pretendía algo diferente? La única manera de saberlo era someterle a un interrogatorio con una de las Hermanas Reveladoras.

Pero en ese preciso momento, la prioridad de mis actos estaba en socorrer a Eva. Cuando vi su cuerpo desmadejado junto al árbol blanco, supe que se había cumplido su predicción.

—No, no, no. —grité mientras corría hacia ella.

Giré su cuerpo para comprobar su estado. Su rostro estaba sereno, demasiado. Aunque el ángulo de su cuello no era normal, era evidente que estaba quebrado. Su muerte había sido rápida, no había sufrido. Supongo que para cualquiera esa sería una muerte buena, porque fue rápida, y ya había vivido todos esos milenios. Pero... Yo no estaba preparada para dejarla ir, no todavía. Algo en mi interior me decía que seguía necesitándola. Era como si volviese a perder a la abuela, y si entonces me rompió el corazón, no estaba dispuesta a dejar que sucediera de nuevo. Tenía que haber una manera de sanarla, tenía...

—No puedes irte y dejarme ciega, Eva. Tienes que quedarte conmigo, tienes que llevarme un paso por delante, tienes que llevarnos a todos. —Golpeé su pecho, como si de alguna manera pudiese obligarla a abrir los ojos. Me puño se lastimo con su piedra. Separé la tela para verla, el color se estaba debilitando, muriendo.

"La semilla no es más que un ser vivo que necesita de su anfitrión para sobrevivir. Si el anfitrión muere, el huésped también. Por eso la semilla protege al anfitrión, porque así se garantiza su propia supervivencia." Esa era la explicación científica que escuché a Nomi una vez.

No sé qué locura me invadió, pero pensé, que podía obligar a la gema a curar el dañado cuerpo de Eva. Solo tenía que darle la energía necesaria para que lo reparase, y si era rápido, yo podría hacer que su corazón volviese a latir de nuevo. ¡Maldita sea!, había creado un escudo de energía, podía destrozar un muro de rocas, y podía convertirlas después en polvo. Podría hacer latir un corazón de nuevo, tenía que conseguirlo.

Posé mi mano sobre su gema, y canalicé toda mi energía hacia ella. Tenía que funcionar, tenía que conseguirlo. Pude notar como la luz de la piedra parpadeaba, como si luchase para cumplir mi orden, pero no tuviese la fuerza necesaria para hacerlo. ¡Claro!, la energía de la piedra procedía del individuo. La que yo le estaba transmitiendo no era suficiente, porque tendría que renunciar a la mía para que la suya funcionase. Mi gema se protegía a sí misma, no daría toda su energía.

Necesitaba más energía, necesitaba más luz. Por el rabillo del ojo encontré esa luz que buscaba; el árbol blanco. Toqué su tronco con mi mano libre y supliqué, o más bien grité.

—¡Ayúdame! —Sentí como la energía me atravesaba como una cálida ola, recorriendo mi cuerpo hasta alcanzar el de Eva.

La necesitamos. —Escuché en mi cabeza. El árbol, al igual que yo, sabía que ella era necesaria para nuestra ¿guerra? Ya tendría tiempo de pensar en ello más adelanta, en ese momento necesitaba...

La luz de su gema se intensificó, llevando la energía del árbol blanco a cada ramificación de su sistema. Su cuerpo se llenó de luz, llegando a ser tan intensa, que todo su cuerpo se convirtió en una enorme bola de fuego, como una estrella, como un pequeño sol. No podía mirarla, mis ojos se cegaron por aquel despliegue de luminosidad, todo a mi alrededor se convirtió en luz, y como si hubiese alcanzado el límite, la luz explosionó.

Poco a poco mi vista se reacomodó, al tiempo que la luz se desvaneció, o más bien, el cuerpo de Eva la reabsorbió. Sabía que lo había conseguido, podía sentir su corazón latiendo bajo mi mano.

Pero la mujer que estaba frente a mí no era la dulce anciana que recordaba, era... era una versión mucho más joven. Sus cabellos seguían siendo blancos, el color de sus ojos, el que pude vislumbrar mientras parpadeaba, también era el mismo, incluso su rostro parecía albergar esa extraña serenidad tan particularmente suya. Al menos, hasta que pareció darse cuenta de que me tenía delante.

—¿Nydia? —preguntó confundida

—Sí. —le aseguré.

—No vi tu muerte, perdóname. —Ella pensaba que yo también había fallecido. Tenía que sacarle de su erro.

—No estoy muerta. —La ayudé a incorporarse para que pudiese mirar a su alrededor.

—¿No estamos al otro lado? —Seguía confusa.

—No podía permitir que te fueras, todavía te necesitamos. —La ayudé a ponerse en pie. Su cuerpo parecía algo aturdido, pero enseguida se sostuvo por sí misma.

—No puedes gastar tu energía en una pobre vieja, Nydia. Hay más clarividentes que pueden ayudarte. —¿Acaso no lo entendía?

—Pero tú has sido la única que ha visto el peligro que nos acecha. Las demás pueden ser buenas, pero tú eres excepcional, ¿acaso no lo ves? —Ella pareció meditarlo unos segundos.

—Está bien. —Su estómago rugió fuertemente en ese momento. —Será mejor que vaya a comer algo, parece que tengo hambre. —Al tocarse el estómago notó algo extraño, algo que la hizo mirar hacia abajo rápidamente. —¡Por el sagrado kupai! —Sus manos aferraron sus pechos con firmeza, apretándolos. —No tenía estos pechos desde que tenía—alzó su mirada hacia mí, como buscando una respuesta—18.

—Para mí también ha sido una sorpresa. —Mientras lo decía, ella se tocaba la cara, buscando la flacidez y las arrugas que habían desaparecido.

—¡Vaya!

Kalos

No podía apartar la vista de la nueva Eva. Su transformación nos había dejado a todos conmocionados. Había sido algo... No podía decir que imposible, porque lo estaba viendo con mis propios ojos. Y había sido obra de Nydia, tenía que creerlo, no era una alucinación.

—Yo también quiero mi piedra, brillando sobre mi pecho, como la tienes tú, como la tiene ella. —dijo el prisionero bajo mi rodilla. —Yo también quería mi milagro. —lo decía con tristeza. Pero no me daba pena alguna, él había escogido el peor de los caminos para conseguirlo.

—Solo la Reina Blanca puede dártelo. Y para eso tienes que merecerlo. —Tiré con fuerza de él para ponerlo en pie.

—Saquémoslo de aquí. —Rigel lo tomó del otro brazo para forzarle a caminar hacia la salida.

Mientras lo arrastrábamos por la fuerza, no podía sacarme de la cabeza el cambio que había sufrido la dulce Eva. Ya no era una encantadora anciana, era...¡wow!

La legión del Fénix - Estrella Errante 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora