Capítulo 13

887 291 47
                                    

Kalos

—¡Cuidado! —El grito de advertencia de Nydia nos hizo girar la cabeza rápidamente hacia ella. Estaba sosteniendo a Eva para evitar que cayese.

Antes de que Rigel fuese a ayudarla, yo ya estaba dejando al prisionero en sus manos y corriendo a sostener a la reina amarilla.

—No me sentía tan débil desde... —Ella me miró, pero no pareció encontrar la palabra para terminar la frase.

—Tranquila, ya te tengo. —La alcé para cargarla en mis brazos, notando la ligereza de su cuerpo.

—Gracias, mi ángel. —Sus brazos aferraron mi cuello mientras me sonreía.

—Te llevaré al centro médico. Nomi tiene que reconocerte.

—Estoy bien. —me aseguró. —Solo un poco cansada. —Sus tripas rigieron en aquel momento. —Y hambrienta.

—Entonces te llevaré a que comas algo, necesitas recobrar fuerzas. —Ella apoyó su cabeza sobre mi hombro, enviando un delicioso olor a mis fosas nasales. ¿Ella había olido así siempre?

Acabábamos de dar los primeros pasos en el vestíbulo del edificio principal, cunado Nomi llegó hasta nosotros. Parecía haber salido precipitadamente de la cama, porque llevaba el pelo alborotado, zapatillas y lo que parecía una bata.

—¿Necesitáis un médico? —rápidamente pasó su vista hacia la mujer que llevaba en brazos—¿Dónde te han herido? —Por su forma de dirigirse a la reina amarilla sabía que no la había reconocido. Quizás pensaba que era una de los ángeles que habían llegado en el convoy.

—Estoy bien solo... —Trató que quitarle importancia Eva a su estado.

—Tienes que revisarla—interrumpí—. Nydia la ha ...—¿cómo explicarlo? —No sé lo que le ha hecho Nydia, pero ha sido algo más que curarla, la ha rejuvenecido. —Nomi entonces se centró más en reconocer mi carga. Sus ojos se entrecerraron mientras estudiaban cada detalle que estaba ante la vista, hasta que por fin reconoció la ropa. Solo una persona en toda la base del Santuario vestía así.

—¿Eva? —preguntó esperando una confirmación a sus sospechas.

—Algo cambiada, pero sí. —Le aseguró con expresión divertida la reina amarilla.

—¡Oh!, majestad. —Las manos de Nomi se movieron dudosas, como si quisiera tocarla pero no se atreviese.

—Está bien, puedes hacerlo. —Le concedió Eva.

—¿Puedes llevarla al centro médico? —me preguntó directamente.

—Sí.

—¿Hay algún herido o...? —Nomi volvió su atención hacia la dirección de la que proveníamos.

—El otro puede que esté algo magullado, pero no merece que le atiendan. —Si por mí fuera le cortaría las alas.

—Entiendo. Entonces vayamos al centro médico a revisar a nuestra reina. —Nomi empezó a caminar y yo la seguí.

—Si peso mucho puedo ir caminando. —dijo Eva. No sé por qué su humildad, y su mentalidad de no ser una molestia, me enfadó.

—No eres una carga, apenas me esfuerzo en llevarte. —Era verdad, era lo suficientemente fuerte para cargarla en mis brazos una larga distancia si fuese necesario, pero si fuese otra persona ya la habría puesto en pie y la habría hecho caminar. Pero con ella no podía, no quería.

—A veces olvido lo fuerte que eres. —Su mano se deslizó sugestivamente sobre mi hombro, como sui tratara de apreciar la musculatura. No podía ser, me estaba equivocando. Una Hermana como ella no lo haría, ellas eran célibes, no trataría de seducir a un hombre, no se insinuarían. Sacudí mi cabeza para apartar esa idea estúpida de mi cabeza. Seguro que solo estaba comprobando si era tan fuerte como decía, y que ella no era una carga para mí como había asegurado.

La legión del Fénix - Estrella Errante 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora