Vigésimo cuarto capítulo: Policía

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Después de ser atrapadas en el bosque, mi padre no estaba contento en absoluto. Nos llevó de regreso por el camino por el que habíamos venido, caminando rápido y sin decir una palabra. Leire y yo seguimos detrás de él, sabiendo que estábamos en serios problemas. La vergüenza de ser pilladas haciendo algo que claramente no debíamos hacer era mala, pero la mirada de decepción en el rostro de mi padre lo hacía todo mucho peor.

Cuando llegamos a la calle donde vivía Leire, mi padre detuvo el coche y salió para acompañarla hasta la puerta de su casa. Sabía lo que venía, y Leire lo sabía también. No había manera de evitar lo que su padre iba a decir a los suyos, y la tensión se notaba en el aire.

Mi padre tocó la puerta de la casa de Leire, y en cuestión de segundos, la madre de Leire la abrió. Su expresión se iluminó con sorpresa al vernos allí, pero luego se oscureció cuando vio la mirada seria de mi padre.

—Buenas noches —dijo mi padre, con tono firme pero educado—. Lamento molestar a esta hora, pero encontramos a Leire y Alexia en el bosque esta noche. No es seguro, y pensé que era importante informarle lo que estaba sucediendo.

La madre de Leire pareció conmocionada, pero rápidamente se giró para llamar a su esposo. Cuando él apareció, el ambiente se volvió aún más tenso. Era evidente que estaban preocupados por Leire, y al ver a mi padre en uniforme de policía, supieron que algo serio había ocurrido.

—Leire, ¿Qué estabas haciendo en el bosque? —preguntó su madre, su voz reflejando tanto preocupación como enfado.

Leire intentó explicar, pero su voz se ahogó en sus disculpas. Sabía que estaba en problemas, y nada de lo que dijera cambiaría el hecho de que sus padres estaban decepcionados. Después de un par de minutos de disculpas y explicaciones, mi padre me hizo señas para que volviera al coche. Era mejor dejarlos resolver las cosas en familia.

Cuando volví al coche, pude escuchar a la madre de Leire regañándola y diciéndole que estaba castigada. Sabía que no sería fácil para ella, pero al menos estaba a salvo y en casa.

Mi padre me llevó a nuestra casa, y durante el trayecto, no dijo nada. Sabía que había muchas cosas que quería decirme, pero probablemente estaba pensando en cómo abordarlas. El silencio era pesado, y cada vez que miraba por la ventana, el mundo afuera parecía más oscuro y solitario.

Cuando llegamos a casa, mi padre se detuvo antes de apagar el motor y se volvió hacia mí. Su rostro estaba serio, y sabía que esto no sería una conversación agradable.

—Alexia, no puedes hacer estas cosas. ¿Qué estabas pensando al ir al bosque en medio de la noche? ¿Sabes lo peligroso que es? —preguntó, su voz reflejando tanto preocupación como enfado.

Intenté explicar, pero las palabras se me atragantaron. Sabía que no había una buena razón para lo que hicimos, y cualquier cosa que dijera solo empeoraría las cosas.

—Solo quería... investigar algo —dije, aunque sabía que no era una respuesta satisfactoria.

Mi padre suspiró, claramente frustrado por mi comportamiento.

—Investigaciones, ¿Eh? Esto no es un juego, Alexia. Hay cosas serias pasando y no quiero que te metas en problemas. Vas a estar castigada, y quiero que me digas cada vez que vayas a salir. No quiero más sorpresas como esta, ¿Entendido? —dijo, su tono dejando claro que no habría discusión.

Asentí, sabiendo que no había otra opción. Sabía que mi padre estaba preocupado por mi seguridad, pero también sabía que no podía ignorar el misterio que nos rodeaba. La investigación tendría que esperar por ahora, pero no dejaría que el castigo me impidiera descubrir la verdad sobre Rudbeckia, Valeria y todo lo que estaba sucediendo en nuestra escuela y nuestro pueblo.

Al llegar a casa, mi padre me mandó directa a mi habitación. No había nada que pudiera hacer para evitarlo. Su voz era firme y autoritaria, y cualquier intento de discutir solo empeoraría las cosas. Subí las escaleras en silencio, sintiendo la frustración y el enojo burbujeando en mi interior. Sabía que estaba en problemas, pero también sabía que no podía dejar de investigar, incluso si eso significaba desobedecer las órdenes de mi padre.

Una vez en mi habitación, me senté en la cama y saqué mi portátil. No podía dejar de pensar en las marcas que había visto en el bosque. Eran profundas, como si algo grande y pesado hubiera pasado por ahí. Estaba segura de que no era algo normal, pero no podía entender qué podría haber causado algo así.

Comencé a buscar información sobre animales grandes y feroces que podrían haber dejado marcas en el suelo del bosque. Los resultados fueron variados: osos, lobos, grandes felinos... Pero nada parecía encajar del todo. Había algo extraño en la forma en que las marcas estaban dispuestas, como si fueran más desordenadas y caóticas de lo que un animal normal dejaría.

A medida que investigaba, me di cuenta de que el ser vivo que llevó a cabo esos ataques tenía que ser feroz y considerablemente grande. Eso me confundió aún más. ¿Qué tenía que ver un posible oso desbocado con el fallecimiento de un alumno de la escuela? ¿Y cómo se relacionaba eso con Rudbeckia y sus amigas?

La idea de que algo peligroso estaba suelto en el bosque me asustó, pero también me hizo cuestionar qué era lo que realmente había sucedido. No era normal que un animal salvaje atacara a un estudiante en esa área, y la falta de respuestas solo aumentaba mi confusión.

Me pregunté si Rudbeckia y su grupo sabían algo al respecto. ¿Había algo en su comportamiento que indicara que estaban involucradas en algo más grande de lo que aparentaba? La extraña conversación que escuché y su actitud de misterio me hacían sospechar, pero no podía conectar los puntos.

Mientras continuaba investigando, escuché el sonido de pasos en el pasillo. Era mi padre, y sabía que si me encontraba en el portátil en lugar de estar reflexionando sobre mis acciones, las cosas podrían empeorar. Apagué rápidamente el portátil y me eché sobre la cama, pretendiendo estar cansada.

Mi padre entró en la habitación, su rostro serio pero ya no tan enfadado. Me miró por un momento, como si quisiera asegurarse de que entendía el motivo de mi castigo.

—Alexia, tienes que ser más responsable. No puedes ir al bosque en medio de la noche. Es peligroso, especialmente con todo lo que está pasando —dijo, su voz reflejando preocupación más que enojo.

Asentí, aunque en mi mente seguía cuestionando todo lo que había descubierto esa noche. Sabía que la investigación no había terminado, pero también sabía que tenía que ser más cuidadosa. Algo grande estaba ocurriendo, algo que involucraba a mis compañeras de escuela y quizá incluso a criaturas salvajes en el bosque. Y aunque mi padre quería que me mantuviera fuera de problemas, no podía ignorar las preguntas que ardían en mi mente.

Me quedé en mi habitación, esperando a que mi padre se fuera. Sabía que no podía dejar que esto me detuviera. Tenía que encontrar respuestas, incluso si eso significaba enfrentarme a lo desconocido. Rudbeckia y su grupo tenían secretos, y yo estaba decidida a descubrirlos, sin importar el costo.

Malditas: La Historia de Alexia (Acabado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora