Sextuagésimo séptimo capítulo: Celos

4 0 0
                                    

La atmósfera en el patio de la mansión Leunam era densa, cargada de emociones intensas que fluían entre Leire y yo como corrientes de electricidad. La mirada furiosa de Leire me atravesaba como dagas afiladas, desafiándome a justificar mi presencia en ese momento crítico.

Su voz resonaba con una intensidad que cortaba el aire, cada palabra un desafío directo a mi lealtad y mi entendimiento de la situación. Me sentí atrapada en su mirada, incapaz de apartar los ojos de los suyos, mientras su pregunta se colaba en el núcleo mismo de mi ser.

- ¿Por qué estás aquí, Alexia? - exclamó Leire con una mezcla de ira y desconcierto - ¿Por qué estás del lado de ellas? ¿No ves lo que realmente está en juego aquí?

Me encontré sin palabras ante su embestida emocional, mi mente dando vueltas mientras intentaba encontrar una respuesta que satisficiera la intensidad de su pregunta. La presión del momento era abrumadora, como si estuviera parada en el centro de un huracán de emociones desatadas.

El silencio que siguió fue ensordecedor, llenando el patio con una tensión palpable que parecía amenazar con rompernos a todos en pedazos. Mis manos temblaban ligeramente a mi lado, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas para responder a Leire.

En ese momento, me di cuenta de que esta no era solo una confrontación física entre Leire y Rudbeckia, sino también una batalla emocional que amenazaba con consumirnos a todos. Nos encontrábamos en medio de un torbellino de emociones intensas y peligrosas, cada una luchando por su propia verdad y su propio sentido de justicia.

Con un suspiro tembloroso, finalmente reuní el coraje para responder, sabiendo que mis palabras podían cambiar el curso de los eventos que se estaban desarrollando frente a nosotros. 

- Leire, lo entiendo. Sé que estás herida y que estás pasando por un momento difícil - , respondí, mi voz temblorosa pero firme. - Pero no puedo abandonar a Rudbeckia y a las demás. Son parte de mi vida y debo estar a su lado en este momento.

La mirada desesperada de Leire se encontró con la mía, pero no había rastro de reconocimiento en sus ojos. Solo había ira desenfrenada, un torrente de emociones turbulentas que amenazaban con consumirla por completo. Mis palabras parecieron caer en oídos sordos mientras Leire se llenaba de un frenesí descontrolado.

- ¡No me mientas, Alexia!, gritó, su voz llena de furia y desesperación. ¡Tú le perteneces a ella ahora! ¡Eres una traidora!

El peso de sus palabras se estrelló contra mí como un golpe físico, dejándome aturdida y sin aliento. ¿Cómo podía Leire pensar que yo era su enemiga? ¿Cómo podía haber tanta ira y desesperación en su corazón?

Pero antes de que pudiera formular una respuesta, Leire se abalanzó hacia Rudbeckia, su rostro contorsionado por el dolor y la ira. 

- ¡Tú le quitaste a mi amor, Rudbeckia! - gritó, sus palabras llenas de una furia incontrolable. - ¡Tú eres la culpable de todo esto!

Rudbeckia se defendió con ferocidad, bloqueando los ataques de Leire con habilidad y determinación. Pero a pesar de sus esfuerzos, era evidente que estaba luchando por contener a Leire, cuya fuerza y ​​determinación parecían multiplicarse con cada momento que pasaba.

El caos se apoderó del patio mientras Leire y Rudbeckia se enfrentaban en una batalla frenética, cada una luchando por imponer su voluntad sobre la otra. Mis ojos se movían frenéticamente de un lado a otro, buscando desesperadamente una salida a esta situación cada vez más peligrosa. El patio se sumió en un silencio tenso mientras Rudbeckia se transformaba, su figura se erguía imponente, su cabello oscuro ondeando como una sombra viviente a su alrededor. Sus ojos, antes llenos de determinación, ahora ardían con un fuego interior, un resplandor rojo como la misma sangre que fluía por sus venas.

Un rugido atronador escapó de sus labios, llenando el aire con una ferocidad primitiva que hacía que el corazón se detuviera. Sus colmillos brillaban con una luz mortal, afilados y listos para la batalla que se avecinaba.

Me quedé paralizada por la magnificencia y la ferocidad de su transformación, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho mientras contemplaba el espectáculo ante mí. En ese momento, Rudbeckia no era solo una chica, era una fuerza de la naturaleza, un ser poderoso e indomable que desafiaba cualquier intento de control o dominio.

Pero a pesar de su formidable apariencia, sabía que Rudbeckia seguía siendo la misma persona que siempre había conocido, una chica valiente y determinada que luchaba por lo que creía correcto. Y mientras la miraba, un sentimiento de admiración y respeto se apoderó de mí, llenándome de una determinación renovada para ayudarla en su lucha contra Leire y todo lo que representaba.

La pelea estalló con una furia desenfrenada, los movimientos rápidos y letales mientras Leire y Rudbeckia se enfrentaban en un torbellino de golpes y gruñidos. Cada uno de sus movimientos era como un relámpago, cortando el aire con una precisión mortal mientras luchaban por la supremacía en el patio de la mansión.

Leire era una fuerza de la naturaleza, sus ataques eran feroces y salvajes, impulsados por una ira desenfrenada que la consumía por completo. Sus golpes llovían sobre Rudbeckia con una intensidad aterradora, cada uno llevando consigo el peso de su deseo de venganza y dominio.

Pero Rudbeckia no se quedaba atrás, su habilidad en combate era impresionante, sus movimientos fluidos y precisos mientras esquivaba los ataques de Leire y contraatacaba con una ferocidad igualmente impresionante. Cada golpe que lanzaba estaba imbuido con una determinación feroz, una voluntad de hierro que la impulsaba a luchar hasta el final.

El sonido de la pelea llenaba el aire, un choque de cuerpos y el retumbar de cada golpe mientras Leire y Rudbeckia se enfrentaban en una batalla épica de voluntades. El patio temblaba con la intensidad de su enfrentamiento, cada uno luchando con una pasión y una determinación que lo consumía todo a su paso.

Y en medio del caos y la violencia, yo permanecía en el borde del patio, observando con los ojos abiertos de par en par mientras la pelea se desarrollaba ante mí. Sabía que no podía intervenir, que esta era una batalla que debían librar solas, pero eso no hacía que mi corazón latiera con menos fuerza, ni mi mente dejara de dar vueltas con pensamientos y emociones abrumadoras.

Malditas: La Historia de Alexia (Acabado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora