Quintuagésimo cuarto capítulo: Tania

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El sonido insistente del teléfono rompió el silencio de la habitación, sacándome bruscamente de mi sueño. Mis ojos se abrieron con sorpresa mientras buscaba frenéticamente el teléfono en la mesita de noche, una sensación de ansiedad retorciéndose en mi estómago. ¿Quién podría estar llamando a estas horas de la mañana? Con manos temblorosas, alcancé el teléfono y contesté, preparándome para lo peor.

- ¿Hola? - Murmuré, mi voz aún ronca por el sueño.

La voz de Rudbeckia resonó al otro lado de la línea, su tono serio y preocupado.

- ¿Estás despierta, Alexia? - Preguntó, su voz cargada de urgencia.

Asentí, aunque sabía que no podía verme.

- Sí... - respondí, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho - ¿Qué pasa?

Rudbeckia parecía vacilar por un momento antes de responder.

- Es sobre Leire. - dijo, su voz apenas un susurro lleno de preocupación - Tania la encontró.

Mis ojos se abrieron con horror mientras absorbía las palabras de Rudbeckia. ¿Leire había sido encontrada? ¿Qué le había pasado en el bosque?

- ¿Qué le pasó? - Pregunté, mi voz temblorosa con el miedo.

Rudbeckia suspiró antes de responder, sus palabras cuidadosamente elegidas.

- Tania la encontró en el bosque. - comenzó - Parece que tuvo un encuentro... desafortunado.

El nudo en mi estómago se apretó mientras escuchaba las palabras de Rudbeckia. ¿Qué quería decir con "desafortunado"? ¿Qué le había sucedido a Leire en el bosque?

- ¿Está... está bien? - Pregunté, apenas capaz de articular las palabras.

Rudbeckia suspiró, su tono sombrío.

- No lo sé... - dijo - parece que Tania... perdió el control. Leire... sufrió heridas. Yo no sabía esto pero parece que después del altercado en la casa... cuando me amenazó para dejarte en paz, al salir al bosque se encontró con ella y pues... bien, ella se puso violenta con Tania lo que la llevó a perder los papeles.

El terror se apoderó de mí mientras imaginaba a Leire perdida en el bosque, herida y vulnerable. El miedo y la impotencia me inundaron mientras luchaba por contener mis emociones abrumadoras, como bien dijo Shakespeare, "el infierno está vacío, todos los demonios están aquí".

- ¿Dónde está ahora? - Pregunté, mi voz temblorosa con la ansiedad.

Rudbeckia vaciló antes de responder, su voz llena de preocupación.

- No lo sabemos - admitió. - Tania perdió su rastro en el bosque. Hemos estado buscando, pero... hasta ahora no hemos tenido suerte.

El miedo me envolvió mientras absorbía las palabras de Rudbeckia. Leire estaba perdida en algún lugar del bosque, herida y vulnerable, y no había garantía de que la encontraran a salvo. Una sensación de impotencia me envolvió mientras luchaba contra las lágrimas que amenazaban con desbordarse.

- Tenemos que encontrarla. - dije, mi voz temblorosa pero decidida - No podemos dejarla sola en el bosque.

Rudbeckia estuvo de acuerdo, su voz grave pero determinada.

- Lo sé. - dijo - Voy a organizar un equipo de búsqueda. Pero necesitamos ser cuidadosas. No sabemos qué más podría estar acechando en el bosque.

Con un nudo en la garganta, asentí en silencio, prometiéndome a mí misma que haría todo lo posible para encontrar a mi amiga perdida. La búsqueda de Leire era ahora mi prioridad número uno, y no descansaría hasta que la encontraran y la trajeran de vuelta a casa.

Después de la llamada con Rudbeckia, me sentí abrumada por la angustia y la incertidumbre. Leire había desaparecido en el bosque, herida y vulnerable, y no había garantía de que la encontraran a salvo. Sentí un torbellino de emociones revolviéndose en mi interior, desde el miedo hasta la determinación. Sabía que teníamos que encontrarla, pero también sabía que no sería una tarea fácil.

Con el corazón aún latiendo con fuerza en mi pecho, me vestí rápidamente y salí de casa en busca de respuestas. El sol brillaba en el cielo, pero todo a mi alrededor parecía sombrío y opresivo. Cada rincón del pueblo parecía susurrar el nombre de Leire, recordándome su ausencia con cada paso que daba.

Me dirigí al bosque, el lugar donde todo comenzó, con la esperanza de encontrar alguna pista que pudiera llevarnos hasta ella. Cada crujido de las ramas bajo mis pies me llenaba de temor, pero también de determinación. No podía permitirme rendirme, no cuando la vida de mi amiga estaba en juego.

Con el corazón en la garganta, me adentré más y más en el espeso bosque, mis ojos escudriñando cada rincón en busca de algún rastro de Leire. Cada vez que escuchaba un ruido, mi corazón saltaba en mi pecho, pero cada vez que me acercaba, solo encontraba la oscuridad implacable del bosque.

Horas pasaron sin ningún signo de Leire, y el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rojizos. El miedo y la frustración amenazaban con abrumarme, pero me obligué a seguir adelante, sabiendo que no podía darme por vencida.

Finalmente, cuando el sol comenzaba a desaparecer detrás de los árboles, divisé algo en la distancia. Una figura solitaria yace en el suelo, apenas visible entre la maleza y los arbustos. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho mientras corría hacia ella, temiendo lo peor pero rezando por lo mejor.

Cuando llegué a su lado, me arrodillé junto a ella, observando con horror las heridas en su cuerpo. Leire yacía inconsciente, su rostro pálido y sus labios entreabiertos. El alivio se mezcló con la angustia mientras la examinaba, buscando signos de vida.

- ¡Leire! - exclamé, sacudiéndola suavemente - ¡Despierta!

Pero no hubo respuesta. Leire permaneció inmóvil en mis brazos, su respiración apenas perceptible. Las lágrimas llenaron mis ojos mientras la sostuve con fuerza, rezando para que estuviera bien.

- Por favor, despierta - susurré, mi voz quebrada por la emoción - No puedo perderte también.

Pero Leire permaneció inmóvil, su cuerpo frío y su rostro impasible. Con el corazón roto, la sostuve entre mis brazos, preguntándome cómo habíamos llegado hasta aquí y qué más nos esperaba en el oscuro abismo del bosque. Con el corazón aún lleno de preocupación y temor, llamé a la ambulancia, rogando para que llegara lo más rápido posible. Mientras esperábamos desesperadamente, me arrodillé junto a Leire, sosteniendo su mano con la mía y murmurando palabras de aliento en un intento desesperado por despertarla.

Cuando finalmente la ambulancia llegó, los paramédicos se apresuraron a llevar a Leire a la camilla, mientras yo los seguía de cerca, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. El trayecto hasta el hospital fue un torbellino de emociones, con el sonido ensordecedor de las sirenas resonando en mis oídos y el miedo retorciéndose en mi interior.

Al llegar al hospital, los médicos se apresuraron a llevar a Leire a la sala de emergencias, mientras yo esperaba ansiosamente en la sala de espera, sintiéndome impotente y perdida. Cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad, y el miedo se aferraba a mí como una sombra oscura, amenazando con consumirme por completo.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, un médico se acercó a mí con una expresión seria en el rostro. Mi corazón se detuvo en mi pecho mientras esperaba ansiosamente sus palabras, temiendo lo peor pero esperando lo mejor.

- ¿Cómo está Leire? - pregunté, apenas capaz de articular las palabras.

El médico suspiró antes de responder, su voz grave pero compasiva.

- Leire ha sufrido algunas heridas graves, pero está estable por el momento - dijo - Estamos haciendo todo lo posible por mantenerla cómoda y controlar su dolor. Pero necesitaremos realizar algunas pruebas más para determinar la gravedad de sus lesiones y el mejor curso de tratamiento.

Un suspiro de alivio escapó de mis labios mientras absorbía las palabras del médico. Leire estaba viva, y eso era todo lo que importaba en ese momento. Agradecida por la buena noticia, le pedí al médico que me mantuviera informada sobre su condición y me dirigí hacia la habitación donde estaba siendo atendida, lista para estar a su lado en cada paso del camino.

Malditas: La Historia de Alexia (Acabado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora