Trigésimo primero capítulo: Atracción

14 1 0
                                    

El bosque estaba oscuro y lleno de sombras que se movían con el viento. Rudbeckia se quedó allí, su figura apenas visible en la penumbra, pero su presencia era imposible de ignorar. Me acerqué, tratando de parecer más segura de lo que realmente me sentía. Había algo en ella que me intimidaba y, al mismo tiempo, me atraía.

—¿Qué es lo que eres? —pregunté, sin poder contener mi curiosidad. Rudbeckia me había estado enviando mensajes extraños y hablando como si me conociera de antes. Necesitaba respuestas.

Rudbeckia soltó una suave risa, un sonido que resonó entre los árboles. Su cabello sanguino se movió con el viento, creando un efecto hipnótico. Me miró con esa media sonrisa que siempre llevaba, pero sus ojos eran serios, casi compasivos.

—Aunque te lo dijera, no me creerías. Hay cosas que es mejor no saber, pequeña —dijo, su tono suave pero firme, como si quisiera protegerme de algo que solo ella entendía.

Su respuesta solo aumentó mi desconcierto. ¿Qué significaba eso? ¿Qué era lo que no podría creer? Había tantas preguntas en mi mente, y cada palabra que decía Rudbeckia parecía abrir más incógnitas en lugar de dar respuestas.

—Entonces, ¿por qué me envías mensajes? ¿Por qué estás tan interesada en mí? —insistí, tratando de obtener algo más concreto.

Rudbeckia se acercó un poco más, su mirada intensa y cautivadora. Había algo en su presencia que me hacía sentir pequeña, como si todo lo que yo creía saber no fuera suficiente para comprender lo que ella representaba.

—Porque tú también eres especial, Alexia. Tienes algo que te conecta con cosas más grandes, aunque no lo entiendas todavía. Y eso me interesa. Pero no te preocupes, todo a su tiempo —dijo, su voz suave pero cargada de misterio.

La ambigüedad de sus palabras solo me hizo sentir más nerviosa. Sabía que Rudbeckia estaba jugando conmigo, pero no sabía qué juego era. Y esa incertidumbre me asustaba más que cualquier otra cosa.

—No entiendo —admití, sintiendo el frío del bosque a mi alrededor. La oscuridad parecía más densa ahora, como si Rudbeckia la controlara a su antojo.

—No te preocupes. Pronto lo harás. Pero no tengas prisa por descubrirlo. A veces, la ignorancia es un refugio seguro —dijo, su tono lleno de ironía.

Rudbeckia se alejó, desapareciendo entre las sombras del bosque como si nunca hubiera estado allí. Me quedé sola, con el viento susurrando entre los árboles y el miedo creciendo en mi interior. Su respuesta había dejado más preguntas que respuestas, y sabía que tendría que ser cautelosa si quería descubrir la verdad.

Algo estaba sucediendo en el pueblo, algo que Rudbeckia entendía, pero yo no. Y aunque su actitud temeraria me asustaba, no podía ignorar la curiosidad que me empujaba a seguir adelante, a desentrañar el misterio, sin importar cuán peligroso pudiera ser.

Después de que Rudbeckia desapareciera en la oscuridad del bosque, me quedé allí, sintiendo el frío colarse por mi abrigo. El bosque parecía más inquietante ahora que estaba sola, y cada pequeño ruido me ponía en alerta. Las palabras de Rudbeckia resonaban en mi cabeza, pero la confusión era abrumadora. ¿Qué quería de mí? ¿Qué significaba todo aquello sobre ser especial? Nada tenía sentido, y cuanto más lo pensaba, más preguntas surgían.

Tenía que volver a la casa de Leire. No podía arriesgarme a quedarme más tiempo en el bosque, no cuando había tantos peligros acechando. Caminé rápidamente por el sendero, tratando de no mirar demasiado a los lados. El miedo me aceleraba el pulso, pero también me daba una extraña determinación. No podía dejar que Rudbeckia controlara mi vida, aunque ella parecía tener una especie de poder magnético que me atraía hacia ella.

Cuando llegué a la casa de Leire, todo estaba oscuro y silencioso. Me aseguré de entrar sin hacer ruido, sin despertar a nadie. Subí las escaleras con cautela y entré en la habitación donde Leire dormía profundamente. El sonido de su respiración regular era reconfortante, pero mi mente seguía agitada por el encuentro con Rudbeckia.

Me tumbé en la cama, pero no podía dormir. Las palabras de Rudbeckia seguían dando vueltas en mi cabeza, y no podía dejar de pensar en su actitud. Había algo en ella que me desconcertaba, pero también me intrigaba. Su tono era cercano, casi seductor, pero siempre había algo oscuro, una amenaza latente que me hacía cuestionar sus intenciones.

Y luego estaban mis propios sentimientos. No podía negar que había algo en Rudbeckia que me atraía, algo que iba más allá de la simple curiosidad. Era esa combinación de peligro y misterio que hacía que quisiera saber más, incluso si sabía que podía ser peligroso. Pero ¿era eso realmente atracción? ¿O era solo la emoción de estar involucrada en algo más grande que yo?

Me cuestioné mis sentimientos por Rudbeckia mientras el techo se desvanecía en la oscuridad. No podía ser amor, eso era imposible. Apenas la conocía. Pero había algo en ella que me hacía sentir viva, algo que despertaba emociones que no entendía del todo. Era como si ella supiera exactamente cómo jugar con mis pensamientos, cómo hacerme cuestionar todo lo que creía saber.

Suspiré y cerré los ojos, intentando calmarme. Sabía que no podía dejar que mis sentimientos me llevaran por el camino equivocado. Rudbeckia era peligrosa, y lo que había visto en el bosque solo confirmaba que había mucho más en juego de lo que imaginaba. Pero incluso con el miedo y la confusión, no podía ignorar la extraña atracción que sentía hacia ella.

Intenté dormir, pero sabía que las próximas horas serían difíciles. Rudbeckia no se detendría, y yo tenía que ser cuidadosa para no caer en su juego. Tenía que protegerme, pero también sabía que tenía que descubrir la verdad, incluso si eso significaba enfrentarme a mis propios sentimientos y a los peligros que podrían venir.

Malditas: La Historia de Alexia (Acabado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora