Décimo quinto capítulo: Confrontación

23 2 0
                                    

Había pasado unos días tratando de mantener la calma después del episodio en casa. Hablar con mi madre me había dado un poco de alivio, pero todavía sentía que todo era frágil, como si cualquier cosa pudiera romperme de nuevo. La escuela se había convertido en mi refugio, aunque todavía tenía que lidiar con las miradas curiosas y las preguntas incómodas sobre por qué había estado ausente.

El recuerdo de Rudbeckia y sus amigas se había desvanecido un poco entre tanta conmoción. No había pensado en ellas desde que todo se había desmoronado en casa. Pero esa calma era temporal, y pronto se rompió cuando Rudbeckia apareció frente a mí con esa mirada enigmática que siempre llevaba.

Era un día como cualquier otro, y yo caminaba por el pasillo hacia mi siguiente clase. Rudbeckia estaba allí, como si me hubiera estado esperando. Su presencia era magnética, y todos los demás parecían hacerse a un lado cuando ella pasaba. Cuando me vio, me miró con esos ojos oscuros y profundos que parecían ver a través de mí.

—Hola, Alexia —dijo con una voz suave pero firme. Era más una declaración que un saludo, y me puso alerta al instante.

—Hola, Rudbeckia —respondí, intentando sonar tranquila, pero mi corazón se aceleró. Sabía que no era una coincidencia que estuviera allí.

—He escuchado que has estado buscando información sobre mí —dijo, con esa sonrisa misteriosa que nunca llegaba a sus ojos.

—¿Quién te lo dijo? —pregunté, tratando de sonar indiferente, pero mi voz sonó un poco más tensa de lo que quería.

Rudbeckia sonrió un poco más, pero no era una sonrisa cálida. Era como si supiera algo que yo no sabía, como si estuviera a punto de revelarme un secreto.

—No importa quién me lo dijo. Lo importante es por qué lo hiciste. ¿Tienes algo que preguntarme? —dijo, su tono amable pero con un toque de amenaza.

Sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral. No sabía qué decir. No quería parecer débil ni tampoco mostrar demasiada curiosidad, pero tampoco podía mentirle a Rudbeckia, no cuando parecía saberlo todo.

—Solo tenía curiosidad. No es nada personal —dije, intentando calmar la situación. Pero sabía que estaba en territorio peligroso.

—¿Curiosidad? Eso puede ser peligroso, ¿sabes? A veces, saber demasiado puede ser un problema —dijo, acercándose un poco más. Su voz era suave, pero había un filo oculto en sus palabras.

—No quería ofender ni nada por el estilo. Simplemente quería saber más sobre ti y tu grupo —respondí, intentando mantener la calma, aunque mi corazón latía con fuerza.

—Bueno, te diré algo, Alexia. Hay cosas que es mejor no saber. Así que, por tu propio bien, te sugiero que dejes de buscar respuestas donde no deberías. Entendido? —dijo, mirándome con seriedad.

Asentí, pero sabía que no era suficiente. Rudbeckia no era el tipo de persona que daba advertencias a la ligera. Si me decía que dejara de investigar, probablemente había una razón para ello. Pero mi curiosidad aún ardía, incluso después de ese encuentro.

Rudbeckia se alejó, pero su mirada me siguió por el pasillo. El mensaje era claro: no te acerques más. Y aunque mi mente sabía que era lo correcto, algo en mí no podía dejar de preguntarse qué secretos guardaba ella y su grupo. Mientras caminaba hacia mi clase, sentí que el misterio de Rudbeckia solo se hacía más profundo, y el peligro que rodeaba a esa chica era tan intrigante como aterrador. Y aunque intenté apartarlo de mi mente, el encuentro con Rudbeckia dejó una marca que no sería fácil de borrar.

Después de mi conversación con Rudbeckia, el pasillo parecía más frío de lo habitual. Había algo en sus palabras que me hizo temblar, como si el suelo bajo mis pies hubiera empezado a resquebrajarse. Mientras intentaba recomponerme, vi a Leire en la distancia, observando la interacción. Sus ojos estaban llenos de preocupación, y se apresuró a acercarse a mí.

—Alexia, ¿estás bien? —preguntó con voz baja, claramente nerviosa por lo que había presenciado.

—Sí, estoy bien —respondí, pero mi tono no era convincente. Mi corazón aún latía con fuerza y no podía evitar mirar por encima del hombro para asegurarme de que Rudbeckia no estuviera cerca.

Leire me miró con preocupación, como si quisiera creerme pero no pudiera. La conocía lo suficiente para saber que no iba a dejarlo pasar tan fácilmente.

—No pareció una conversación amigable. ¿Qué te dijo Rudbeckia? —insistió, su tono lleno de ansiedad.

—Nada importante. Solo... una advertencia para que no me meta en cosas que no debo —dije, intentando restarle importancia, pero la tensión en mi voz era evidente.

Leire frunció el ceño, como si intentara descifrar el enigma. Ella sabía tanto como yo que Rudbeckia y su grupo no eran de los que hacen advertencias sin razón. La preocupación en su rostro me hizo darme cuenta de que este asunto era más serio de lo que quería admitir.

—Alexia, tienes que tener cuidado. Rudbeckia no es alguien con quien debas meterte. ¿Por qué estabas buscando información sobre ella? —preguntó, con una mezcla de miedo y confusión.

—Solo tenía curiosidad. Quería saber más sobre ellas, pero creo que fue un error —respondí, sintiendo que el miedo comenzaba a asentarse. Las palabras de Rudbeckia seguían resonando en mi cabeza, y la advertencia estaba clara.

Leire puso una mano en mi brazo, como para consolarme, pero noté que estaba temblando levemente. Su preocupación por mí era genuina, y me sentí culpable por haberla puesto en esta situación. No quería que ella se viera arrastrada a mis problemas, pero también sabía que no podía lidiar con esto sola.

—Por favor, ten cuidado. No quiero que te pase nada malo —dijo Leire, su tono era casi suplicante.

Asentí, aunque sabía que la curiosidad aún me rondaba. Pero por el bien de Leire, intenté tranquilizarla.

—Lo prometo. No me meteré en problemas. Gracias por preocuparte —dije, intentando sonreír para aliviar su ansiedad.

Leire pareció relajarse un poco, pero aún había preocupación en sus ojos. Me abrazó suavemente y me susurró al oído: "Estaré aquí para ti, pase lo que pase." Sus palabras me hicieron sentir un poco mejor, pero también me recordaron lo vulnerable que me sentía.

A medida que avanzaba el día, el encuentro con Rudbeckia y la reacción de Leire seguían ocupando mi mente. Sabía que debía tener cuidado, pero también sabía que había algo en Rudbeckia que no podía ignorar. El misterio que la rodeaba era demasiado intrigante, pero también estaba claro que la curiosidad podía ser peligrosa.

Leire no me dejó sola el resto del día. Siempre estaba cerca, mirándome con esa preocupación que era imposible de ignorar. Me sentí agradecida por su presencia, pero también sentí que la arrastraba a un mundo donde no debería estar. A pesar de su apoyo, sabía que el camino por delante sería complicado, y solo esperaba no cometer errores que no pudiera arreglar.

Malditas: La Historia de Alexia (Acabado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora