Septuagésimo cuarto capítulo: Cumpleaños

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Después de la intensa batalla que sacudió nuestro pueblo, la calma finalmente regresó a nuestras vidas. Con el paso de los días, las heridas sanaron, tanto físicas como emocionales. La casa de Rudbeckia fue reparada, restaurando su esplendor anterior y devolviendo un sentido de normalidad a nuestro pequeño rincón del mundo.

El cuerpo de Leire, al igual que el de Oprah, experimentó una extraña transformación después de su muerte. Se desintegraron, como si su malignidad se hubiera disipado junto con sus vidas. Sus oscuros legados, marcados por el sufrimiento y la opresión, se desvanecieron lentamente, dejando espacio para la esperanza y la renovación.

En los días siguientes, la comunidad se unió en un esfuerzo conjunto para sanar y reconstruir. Juntos, levantamos nuestras cabezas con orgullo, recordando la valentía y la determinación que nos habían llevado a la victoria. Aunque las cicatrices de la batalla aún eran visibles, también éramos testigos de un nuevo comienzo, un futuro lleno de promesas y posibilidades.

Con el tiempo, las memorias de aquellos días oscuros se desvanecieron lentamente, reemplazadas por la luz de la esperanza y la paz. En nuestra comunidad, la solidaridad y el apoyo mutuo se convirtieron en pilares fundamentales, recordándonos que juntos éramos más fuertes que cualquier adversidad que enfrentáramos.

Después de todo lo que habíamos pasado juntas, decidí que era hora de presentar a Rudbeckia y a mis amigas a mi padre. A pesar de mis nervios iniciales, sabía que era importante para mí que conocieran a las personas que habían llegado a significar tanto en mi vida.

Cuando llegó el momento, reuní a Rudbeckia y a mis amigas en casa. Mi padre nos recibió con una sonrisa cálida, y aunque al principio estaba un poco sorprendido por la compañía inusual, pronto se mostró encantado de conocer a las mujeres que habían sido tan importantes para mí.

A medida que conversaban, me sentí abrumada por una sensación de alegría y gratitud. Ver a mi padre y a mis seres queridos interactuar de una manera tan amistosa y cordial era más de lo que había esperado. Rudbeckia y mis amigas compartieron historias de nuestras aventuras juntas, y pronto se encontraban riendo y charlando como si se conocieran de toda la vida.

En medio de la animada conversación, un repentino acceso de tos interrumpió el silencio. Rudbeckia, con una sonrisa traviesa en el rostro, rompió el momento.

"La velada está siendo maravillosa", dijo entre toses, "pero tengo una sorpresa para ti".

Mis ojos se abrieron sorprendidos mientras miraba a Rudbeckia, tratando de descifrar qué sorpresa tendría preparada para mí.

"Si no me equivoco", continuó Rudbeckia con una chispa de emoción en sus ojos, "son las 00:00 del 3 de Abril. ¡Es tu cumpleaños!"

Una oleada de alegría y emoción inundó mi corazón al darme cuenta de lo que eso significaba. Mi cumpleaños, una ocasión que normalmente pasaba desapercibida, ahora se celebraba con mis seres queridos reunidos a mi alrededor.

"¡Oh, no puedo creerlo!", exclamé, sintiendo cómo una sonrisa se extendía por mi rostro. "¿Qué sorpresa tienes para mí?"

Rudbeckia se inclinó hacia mí, sus ojos brillando con complicidad. "Tendrás que esperar y verlo por ti misma", dijo enigmáticamente.

La curiosidad me consumía, pero me dejé llevar por la emoción del momento. Con mis seres queridos a mi lado y una sorpresa en camino, sabía que este cumpleaños sería uno para recordar. Rudbeckia tomó mi mano con suavidad y me guió hacia fuera de la casa, bajo el cielo estrellado. Una risa escapó de mis labios, contagiada por la emoción y el misterio de la situación.

"¿Por qué estamos celebrando esto?", pregunté entre risas. "Pensé que una vez que una maldita se transforma, deja de crecer".

Rudbeckia sonrió, su mirada brillando con ternura. "Son tus 18", respondió con calma. "Merecen ser celebrados".

La simpleza de sus palabras me llenó de calidez y gratitud. Aunque el paso del tiempo pudiera haber sido diferente para nosotras, el hecho de celebrar un hito tan importante como cumplir 18 años me recordaba que, a pesar de todo, éramos jóvenes con toda una vida por delante.

Rudbeckia me ayudó a subir al coche con cuidado, asegurándose de que estuviera cómoda antes de cerrar la puerta y dirigirse al asiento del conductor. La emoción palpitaba en el aire mientras encendía el motor y comenzaba a conducir por las tranquilas calles del pueblo.

El suave zumbido del motor se mezclaba con el murmullo de la noche, creando una atmósfera serena y reconfortante a nuestro alrededor. A medida que avanzábamos por las calles familiares, dejando atrás las luces de la ciudad, sentí una sensación de paz y plenitud que inundaba mi ser.

A mi lado, Rudbeckia conducía con confianza, sus manos firmes en el volante mientras nos adentrábamos en la noche. El viento jugueteaba con sus cabellos oscuros, dándole un aire de libertad y determinación que me hacía sonreír.

Con cada curva del camino, nos acercábamos un poco más a la aventura que nos esperaba en esta noche especial. No sabía qué sorpresa tenía preparada Rudbeckia, pero confiaba en que sería algo maravilloso, algo que recordaría por el resto de mis días.

Mientras el paisaje nocturno pasaba junto a nosotros, me sentí agradecida por tener a Rudbeckia a mi lado, por su amor y su apoyo incondicional. Sabía que, pase lo que pase, siempre estaríamos juntas, enfrentando el futuro con valentía y determinación.

Con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de expectativas, me dejé llevar por el ritmo tranquilo del viaje, emocionada por descubrir qué nos deparaba el destino en esta noche tan especial.

Mientras el suave murmullo del motor nos envolvía en una atmósfera de calma y complicidad, reuní todo el coraje que tenía en mi interior y miré a Rudbeckia con determinación. Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, dejé salir las palabras que había estado deseando expresar durante tanto tiempo.

"Rudbeckia", murmuré, mi voz apenas un susurro en la tranquilidad de la noche. "Hay algo que necesito decirte".

Ella apartó la mirada de la carretera por un momento y me miró con curiosidad, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de ternura y anticipación.

"¿Qué pasa, Alexia?", preguntó con suavidad, su tono lleno de preocupación y cariño.

Respiré hondo, reuniendo toda mi valentía antes de pronunciar las palabras que habían estado resonando en mi mente desde hace tanto tiempo.

"Te amo, Rudbeckia", dije, mis palabras llenas de sinceridad y emoción. "Te amo más de lo que puedo expresar con palabras. Eres lo más importante en mi vida, y no puedo imaginar un futuro sin ti".

El brillo en los ojos de Rudbeckia se intensificó mientras absorbía mis palabras, su mirada reflejando una mezcla de sorpresa y alegría.

"Alexia...", murmuró, su voz temblando ligeramente. "Yo también te amo. Eres mi todo, mi luz en la oscuridad, mi fuerza cuando me siento débil. No puedo imaginarme la vida sin ti".

Las palabras se quedaron suspendidas en el aire entre nosotras, llenando el espacio con una dulce melodía de amor y complicidad. En ese momento, no éramos solo Alexia y Rudbeckia, éramos dos almas unidas por un vínculo eterno de amor y devoción.

Con una sonrisa radiante, me acerqué a ella y tomé su mano, entrelazando nuestros dedos con ternura. A través del contacto, sentí el calor reconfortante de su piel, la seguridad de su presencia a mi lado.

Juntas, navegamos por las tranquilas calles del pueblo, envueltas en el dulce éxtasis del amor compartido, listas para enfrentar cualquier desafío que el futuro nos deparara. En ese momento, no había nada más que el presente, y el presente estaba lleno de amor, esperanza y la promesa de un futuro juntas.

Malditas: La Historia de Alexia (Acabado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora