Trigésimo capítulo: Respuestas

16 0 0
                                    

Después de leer los mensajes de Rudbeckia, tuve que tomar una decisión. No quería preocupar a Leire ni a mi padre, y sabía que si les contaba, intentarían apartarme de todo esto. Pero, al mismo tiempo, no podía dejar de sentir curiosidad por lo que Rudbeckia quería de mí. Ella parecía tener todas las respuestas, o al menos sabía más de lo que estaba dispuesta a decir.

Decidí no contarle a nadie sobre los mensajes. Ni a Leire ni a mi padre. No quería meterme en más problemas, y sabía que lo último que necesitaba era que mi padre se enterara de que Rudbeckia estaba intentando comunicarse conmigo. Él ya había dejado claro que no quería que tuviera nada que ver con ella y sus amigas, y sabía que no sería comprensivo con el hecho de que me estuviera contactando.

Pero ocultar esta información no hacía que Rudbeckia dejara de enviarme mensajes. De hecho, parecía que cada vez que intentaba alejarme de la situación, ella me arrastraba de vuelta con sus palabras seductoras y su tono tentador. Cada vez que mi teléfono vibraba con un nuevo mensaje, sentía una mezcla de emoción y miedo.

"Alexia, ¿me estás evitando? No te preocupes, no muerdo... mucho. Hablamos pronto, ¿vale?"

"Vi que te fuiste rápido del bosque la otra noche. Me dio pena que no nos quedáramos a charlar más. ¿Te asusté?"

"¿Sabes qué es lo mejor de este pueblo? Hay tantos secretos por descubrir. Ven a buscarme cuando quieras. Estoy siempre cerca."

Los mensajes continuaron llegando, cada uno más inquietante que el anterior. Rudbeckia me trataba con una familiaridad que no entendía, como si nos conociéramos de antes, como si compartiéramos algo que yo no podía recordar. Y aunque sabía que debía alejarme, no podía dejar de leer cada mensaje, buscando respuestas a preguntas que apenas entendía.

Mi plan de ocultar esto a Leire y mi padre me puso aún más nerviosa. No quería que ellos se preocuparan, pero también sabía que estaba entrando en un terreno peligroso. Rudbeckia no era una chica común, y sus palabras siempre parecían tener un doble sentido, un tono de amenaza y seducción al mismo tiempo.

Me prometí a mí misma que tendría cuidado, pero cada nuevo mensaje hacía que mi curiosidad creciera. Sabía que esto no podía acabar bien, pero también sabía que no podía ignorar lo que estaba sucediendo. Rudbeckia quería algo de mí, y aunque no entendía qué era, tenía que averiguarlo. Mantener esto en secreto era riesgoso, pero ¿qué otra opción tenía?

Así que seguí respondiendo, tratando de mantener la calma, pero sabiendo que cada palabra que escribía me adentraba más en el misterio y el peligro. Rudbeckia era implacable, y no dejaría de comunicarse conmigo hasta obtener lo que quería. Y mientras tanto, yo tendría que seguir fingiendo que todo estaba bien, mientras el mundo a mi alrededor se volvía cada vez más oscuro y complicado.

Esa noche, mientras todos dormían en casa de Leire, la inquietud me mantenía despierta. Cada vez que cerraba los ojos, el rostro de Rudbeckia aparecía en mi mente, con su media sonrisa y sus ojos oscuros y penetrantes. Los mensajes que me había estado enviando seguían resonando en mi cabeza, como si sus palabras tuvieran un eco que no podía ignorar.

Sabía que tenía que hacer algo. Había tantas preguntas sin respuesta y tanto misterio rodeando a Rudbeckia y sus amigas. No podía seguir ignorándolo. Sabía que ir al bosque en medio de la noche era peligroso, especialmente después de todo lo que había sucedido, pero no podía dejar de pensar en las cosas que Rudbeckia había dicho, como si me conociera de antes.

Esperé hasta que todo estuvo en silencio. Leire estaba profundamente dormida, respirando suavemente, y los padres de Leire también parecían estar descansando. Me levanté con cuidado, tratando de no hacer ruido mientras me vestía. Sabía que estaba arriesgando mucho, pero la curiosidad era más fuerte que el miedo.

Salí de la habitación y caminé por el pasillo en silencio, como un fantasma. Cada paso se sentía como un eco en mi cabeza, pero estaba decidida a encontrar a Rudbeckia y obtener respuestas. Había algo en ella que me atraía, una especie de magnetismo que no podía ignorar.

Cuando llegué a la puerta de entrada, respiré hondo antes de abrirla. El aire frío de la noche me golpeó el rostro, pero me impulsó a salir. Cerré la puerta con cuidado y me dirigí hacia el bosque, el mismo bosque donde todo había comenzado.

El camino era oscuro y traicionero, con ramas y hojas crujientes bajo mis pies. La luna estaba cubierta por nubes, dejando solo una débil luz que apenas iluminaba el camino. A medida que me adentraba en el bosque, el miedo se intensificaba, pero también la emoción de estar buscando respuestas, aunque eso significara desobedecer las órdenes de mi padre y arriesgar mi seguridad.

Cuando llegué al claro donde solía encontrar a Rudbeckia, no estaba sola. Había sombras moviéndose entre los árboles, pero una figura destacaba entre todas: Rudbeckia, con su cabello sanguino y su actitud imponente. Me esperaba, como si supiera que vendría.

—Te estaba esperando, Alexia. Sabía que no podrías resistir la tentación de venir —dijo, su voz suave pero cargada de un tono seductor.

Me acerqué con cautela, el temor luchando contra mi curiosidad. Sabía que estaba en territorio peligroso, pero tenía que saber qué era lo que Rudbeckia quería de mí y por qué me había estado enviando mensajes. Necesitaba respuestas, aunque cada paso que daba me acercaba más a algo que podría cambiarlo todo.

Malditas: La Historia de Alexia (Acabado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora