Sextuagésimo quinto capítulo: Malditas

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Salí de clase con la mente llena de pensamientos turbulentos, mis pasos eran lentos y distraídos, incapaces de enfocarse en el mundo que me rodeaba. Cada paso parecía llevarme más lejos de la sensación de normalidad que tanto anhelaba, sumergiéndome aún más en la oscuridad de mi propia mente.

Fue entonces cuando Uxía apareció a mi lado, su presencia una brisa fresca en medio del caos que amenazaba con consumirme por completo. Al verla, un destello de alivio cruzó por mis ojos, la sensación reconfortante de saber que no estaba sola en mi lucha.

- Hola, Uxía. - saludé, mi voz un susurro apenas audible en medio del bullicio de la calle.

Uxía me devolvió el saludo con una sonrisa suave, su presencia tranquila y reconfortante.

- Hola, Alexia - respondió, su tono lleno de calma y comprensión-. ¿Cómo estás?

Vacilé por un momento, mis emociones revolviéndose dentro de mí como una tormenta furiosa. ¿Cómo podía explicarle a Uxía el torbellino de pensamientos y sentimientos que me había consumido desde que todo comenzó? ¿Cómo podía hacerle entender la ansiedad y la confusión que me habían atormentado día y noche?

- Estoy... lidiando con las cosas, supongo -respondí finalmente, mi voz temblorosa con la inseguridad.

Uxía asintió con comprensión, sus ojos fijos en los míos con una intensidad tranquila.

- Entiendo -dijo suavemente-. Solo recuerda que no estás sola en esto. Estoy aquí para ti, pase lo que pase.

La simple declaración de apoyo de Uxía fue como un rayo de luz en la oscuridad, disipando parte de la pesadez que pesaba sobre mis hombros. Me sentí un poco más ligera, un poco más capaz de enfrentar los desafíos que se avecinaban.

- Gracias, Uxía -murmuré, la gratitud llenando cada palabra - ¿Has oído eso? -comenté, sintiendo la necesidad de romper el silencio con algo más ligero, algo que pudiera aliviar la tensión que pesaba en el aire.

Uxía me miró con curiosidad, sus ojos brillando con una mezcla de intriga y diversión.

- ¿Qué cosa? -preguntó, su tono lleno de interés.

- La gente está empezando a llamaros "las malditas" - respondí, mis labios curvándose en una sonrisa irónica-. Parece que ahora tenéis vuestro propio apodo.

La expresión de Uxía se iluminó con una sonrisa divertida, sus ojos brillando con diversión ante la idea.

- Bueno, supongo que podríamos haber tenido peores apodos - comentó con una risa suave -. Y de alguna manera, tiene un cierto atractivo, ¿No crees?

Asentí con una sonrisa, la sensación reconfortante de la camaradería llenando mi corazón con calidez.

- Sí, supongo que sí -respondí, dejando escapar un suspiro de alivio-. Al menos nos estamos tomando todo esto con un poco de humor.

Continuamos caminando juntas, compartiendo risas y conversaciones en medio de la incertidumbre que nos rodeaba. A pesar de los desafíos que enfrentábamos, encontramos consuelo en la amistad y el apoyo mutuo, sabiendo que juntas éramos más fuertes que cualquier adversidad que se interpusiera en nuestro camino. Uxía caminaba a mi lado, su presencia reconfortante en medio del caos que nos rodeaba. Aunque había tratado de mantener una fachada de normalidad, sabía que no podía ocultar por mucho tiempo la verdad que me pesaba en el corazón.

- ¿Cómo estás con respecto a Rudbeckia? -preguntó de repente, su voz llena de preocupación genuina.

Me detuve en seco, sorprendida por la franqueza de su pregunta. Miré a Uxía, encontrando en sus ojos oscuros una mezcla de comprensión y empatía que me conmovió profundamente.

- No lo sé -respondí con sinceridad, dejando que mis defensas se desmoronaran por un momento-. Estoy preocupada por ella, por su seguridad, por su bienestar. Pero también... también me siento culpable, como si hubiera algo más que podría haber hecho para ayudarla.

Uxía asintió con comprensión, su expresión suave y compasiva mientras escuchaba mis palabras.

- Entiendo cómo te sientes -dijo con suavidad-. Pero no puedes cargar todo el peso de este mundo sobre tus hombros. Lo importante es que estás aquí ahora, tratando de hacer lo que puedas para ayudarla.

Sus palabras resonaron en mi corazón, llenándome de un sentido renovado de determinación y esperanza. Sabía que no podía cambiar el pasado, pero podía hacer todo lo posible para asegurarme de que Rudbeckia estuviera segura en el futuro.

- Gracias, Uxía -murmuré, dejando escapar un suspiro de alivio-. Significa mucho para mí tener a alguien con quien pueda hablar de esto.

Ella sonrió con amabilidad, su mano reposando reconfortantemente sobre mi hombro.

- Siempre estoy aquí para ti, Alexia -dijo con suavidad-. Somos más fuertes juntas, ¿recuerdas?

Uxía me recordó con sabiduría la delicada situación con Rudbeckia, enfatizando que ofrecer mi sangre como solución era un recurso extremo. La mera idea de que Rudbeckia pudiera necesitar recurrir a eso me llenaba de angustia, pero Uxía también señaló algo crucial: Rudbeckia misma preferiría morir antes de ponerme en peligro mordiéndome.

Asentí con solemnidad, agradeciendo la perspectiva sensata de Uxía en medio de la tormenta emocional que estaba experimentando. Me reconfortaba saber que tenía a alguien en quien apoyarme, alguien que me ayudaría a tomar decisiones difíciles si llegaba el momento.

- Lo sé - respondí con voz suave, apreciando su consejo-. No quiero ponerme en peligro, ni a mí ni a Rudbeckia. Pero... haré lo que sea necesario para ayudarla, incluso si eso significa enfrentar mis propios miedos y limitaciones.

Uxía asintió con comprensión, su expresión tranquila y serena mientras me ofrecía su apoyo inquebrantable.

- Estoy aquí para ti, Alexia -dijo con gentileza-. Juntas encontraremos una manera de superar esto, te lo prometo.

Con sus palabras resonando en mi corazón, continuamos nuestro camino juntas, enfrentando los desafíos que se avecinaban con coraje y determinación. Mis pensamientos se vieron interrumpidos por las palabras de Uxía, que cortaron el silencio con una claridad escalofriante.

- Si Rudbeckia te muerde, te convertirás irremediablemente en un demonio como nosotras, en una maldita.

El impacto de sus palabras me golpeó como un puñetazo en el estómago, dejándome sin aliento mientras absorbía la gravedad de lo que acababa de decir. Convertirme en una maldita, en un ser de oscuridad y sombras, era algo que nunca había imaginado enfrentar.

Una sensación de miedo y confusión se apoderó de mí, mi mente girando con pensamientos y emociones abrumadoras. ¿Estaba realmente preparada para enfrentar las consecuencias de convertirme en algo tan diferente a lo que era? ¿Estaba dispuesta a sacrificar mi humanidad por el bien de alguien más?

Me estremecí ante la idea, sintiendo el peso de la responsabilidad descansando sobre mis hombros. Pero también sabía que no podía permitir que el miedo me paralizara, que no podía abandonar a Rudbeckia en su hora de necesidad.

- Lo entiendo -murmuré, mi voz apenas un susurro lleno de emoción-. Pero... no puedo dejar que Rudbeckia se enfrente a esto sola. Haré lo que sea necesario para ayudarla, incluso si eso significa arriesgar mi propia humanidad.

Uxía asintió con solemnidad, su expresión llena de comprensión y apoyo mientras me ofrecía su mano en señal de solidaridad.

- Estamos juntas en esto, Alexia - dijo con firmeza -. Y encontraremos una manera de superar cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino.

Con su mano en la mía, me sentí fortalecida por su presencia, lista para enfrentar lo que sea que el destino tuviera reservado para nosotros. Juntas, nos enfrentaríamos a cualquier desafío con coraje y determinación, listas para luchar por lo que creíamos y por aquellos a quienes amábamos.

Malditas: La Historia de Alexia (Acabado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora