Quintuagésimo primero capítulo: Seguir

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La tensión en el ambiente era palpable cuando entré en el aula y me encontré con la mirada furiosa de Leire. Sus ojos destellaban con una intensidad que me hizo retroceder instintivamente, consciente de la tormenta que se avecinaba.

"¿Qué demonios estás haciendo, Alexia?" exclamó Leire, su voz llena de indignación y decepción. "¿Cómo puedes estar relacionándote con esa gente?"

Mi corazón dio un vuelco ante su arremetida, pero traté de mantener la compostura mientras me enfrentaba a su ira. "No es asunto tuyo, Leire", respondí con firmeza, aunque mi voz temblaba ligeramente. "No tienes por qué meterte en mi vida personal".

Leire me miró con incredulidad, sus ojos brillando con una mezcla de rabia y frustración. "¿No ves lo que estás haciendo? Te estás rodeando de personas peligrosas, Alexia. No puedes confiar en ellas".

Sus palabras resonaron en mi mente, despertando una sensación de incomodidad que no podía ignorar. Sabía que Leire tenía razón, que me estaba arriesgando al asociarme con Rudbeckia y su grupo. Pero al mismo tiempo, no podía ignorar la atracción magnética que sentía hacia ellas, ni la sensación de pertenencia que me ofrecían.

"Lo siento, Leire", murmuré, desviando la mirada para evitar su penetrante mirada. "No puedo... no puedo hacerlo".

Leire soltó un suspiro frustrado, sus hombros caídos en derrota. "No puedo creer que estés dejando que te arrastren hacia su mundo oscuro", dijo con tristeza. "Pensé que eras más lista que eso, Alexia".

Sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago, recordándome la brecha que se había abierto entre nosotras. Éramos dos mundos separados por una distancia insalvable, dos caminos divergentes destinados a alejarse cada vez más el uno del otro.

"No puedo seguir discutiendo contigo, Leire", dije con voz temblorosa, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. "Lo siento, pero... no puedo seguir así".

Con un suspiro resignado, me di la vuelta y me alejé de Leire, dejando atrás nuestra amistad fracturada y las palabras no dichas que colgaban en el aire entre nosotras. Sabía que nuestra relación nunca sería la misma, que habíamos llegado a un punto de no retorno del cual no había vuelta atrás. Y mientras me alejaba, sentí el peso de la soledad aplastándome el corazón, recordándome el precio de la libertad en un mundo lleno de sombras y secretos.

Después de mi enfrentamiento con Leire en el aula, el resto del día transcurrió en un torbellino de emociones. Mis pensamientos estaban llenos de dudas y ansiedades mientras luchaba por encontrar claridad en medio del caos que se había apoderado de mi vida.

Caminé por los pasillos de la escuela con la mente en otro lugar, apenas prestando atención a las conversaciones que tenían lugar a mi alrededor. Me sentía desconectada del mundo que me rodeaba, atrapada en una espiral descendente de autodestrucción y confusión.

Al llegar a casa, me dirigí directamente a mi habitación, buscando refugio en la tranquilidad de ese espacio familiar. Me dejé caer en mi cama con un suspiro cansado, dejando que el peso de mis preocupaciones se asentara sobre mis hombros.

El silencio de la habitación era ensordecedor, lleno de una soledad que me envolvía como una manta fría. Me sentí perdida en medio de un mar de incertidumbre, sin saber a dónde dirigirme ni qué hacer a continuación.

Mis pensamientos volvieron una y otra vez a la conversación con Leire, a las palabras que habíamos intercambiado y a las emociones que habían surgido a raíz de ella. Me pregunté si había tomado la decisión correcta al distanciarme de ella, si acaso había sacrificado una amistad valiosa en aras de mi propia libertad.

Pero en el fondo de mi corazón, sabía que no había otra opción. Había algo en Rudbeckia y su grupo que me llamaba irremediablemente, algo que despertaba una pasión y una curiosidad que no podía ignorar. Aunque me enfrentara a la desaprobación de Leire y al peligro potencial que representaban, no podía alejarme de ellos.

Con un suspiro resignado, me levanté de la cama y me dirigí hacia mi escritorio. Encendí mi computadora y comencé a buscar información sobre banshees y demonios, buscando respuestas a las preguntas que seguían atormentando mi mente.

Mientras navegaba por la web, me encontré con una serie de artículos y leyendas que hablaban sobre las criaturas sobrenaturales que habitaban en las sombras. Me sumergí en la lectura, absorbiendo cada palabra con avidez, buscando desentrañar los misterios que rodeaban a Rudbeckia y su grupo.

Pero por más que buscaba, las respuestas seguían escapándose de mi alcance. Había algo en ellos que permanecía oculto, algo que se resistía a revelarse completamente. Y mientras continuaba mi búsqueda en medio de la noche, me di cuenta de que aún quedaba mucho por descubrir en ese mundo oscuro y peligroso en el que me había adentrado.

Me encontraba en un estado de confusión y dolor que parecía abrumarme por completo. Cada emoción parecía luchar por dominar mi mente y mi corazón, creando un torbellino interno que me dejaba desorientada y sin rumbo.

La discusión con Leire aún resonaba en mi cabeza, sus palabras cortantes y los reproches aún frescos en mi memoria. Sentía el peso del dolor de una amistad fracturada clavándose en mi corazón, recordándome el precio de mis decisiones. ¿Había tomado el camino correcto al acercarme a Rudbeckia y su grupo? Era una pregunta que me atormentaba, pero a la que me resistía enfrentarme.

La cercanía de Rudbeckia también me desconcertaba. ¿Por qué se preocupaba tanto por mí? ¿Qué la impulsaba a ser tan comprensiva y amable? Eran interrogantes que rondaban mi mente sin cesar, especialmente en los momentos solitarios de la noche, cuando me enfrentaba a mis pensamientos más profundos.

Me sentía perdida en medio de un mar de incertidumbre, sin un rumbo claro que seguir. La confianza que alguna vez había sentido en mí misma se desvanecía lentamente, reemplazada por la duda y la inseguridad. ¿Quién era realmente en medio de todo este caos? ¿Y dónde encontraría la fuerza para seguir adelante?

Suspiré con pesar, anhelando encontrar un respiro en medio de toda esa confusión. Pero sabía que era solo una ilusión, una fantasía destinada a desvanecerse en la fría luz de la realidad. Por ahora, solo podía aferrarme a la esperanza de que algún día encontraría las respuestas que tanto ansiaba.

Malditas: La Historia de Alexia (Acabado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora