❄Capítulo 37❄

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—Hazte a un lado, por favor. Thiel necesita descansar.

Sin embargo, el plan de Alpiers de cargar a su nieta fracasó al escuchar las firmes palabras de Karthus.

Karthus bloqueó a Alpiers como si fuera una molestia.

—Thiel usó su poder, así que está agotada.

Antes de partir a la mansión, Karthus le dio de beber agua del Templo, pero era natural preocuparse por ella porque era una niña pequeña.

Alpiers tosió y se apartó.

Thiel sonrió mientras miraba a Alpiers y luego miró hacia la mansión Asterian, la cual por alguna razón se veía diferente.

«... Asterian.»

Era un lugar aterrador cuando llegó por primera vez, pero ahora no la asustaba en absoluto.

Alpiers, Karthus, Ferdi, Ludian, el mayordomo Parden, la doncella Sofía... No tenía miedo de nadie en Asterian.

«No importa lo que digan, soy una hija de Asterian. Mi padre es Karthus... este es mi hogar.»

Los pensamientos de Thiel fueron interrumpidos porque Karthus la cargó y caminó rápidamente hacia la mansión.

Alpiers intentó seguir a Karthus, pero se detuvo para darles un leve golpe en el hombro a sus dos nietos.

—Hicieron un buen trabajo. Ferdi, Ludian.

—Eso...

Ferdi desvió una mirada llena de desaprobación hacia el carruaje que los seguía, provocando que Alpiers mirara hacia la misma dirección.

En el lugar donde miraban se encontraba un enorme, glamuroso y con el escudo de la Familia Imperial claramente grabado.

Se trataba del carruaje de Iandros.

De repente, la puerta del carruaje se abrió e Iandros Krasion salió, deslizó su mirada hacia Alpiers y se acercó.

—Duque Ewald.

—Su Alteza Imperial el Príncipe Heredero.

Alpiers dejó atrás a sus dos nietos, luego se acercó a Iandros y se inclinó para expresar su agradecimiento.

—Gracias, Su Alteza. De no haber sido por usted, la situación de Asterian hubiera sido complicada.

—Veo que el poder de Asterian se tambalea fácilmente por una niña pequeña. En realidad, estoy seguro de que no era un problema que el poder de Asterian por sí solo no pudiera resolver.

Ian se encogió de hombros, pero sus palabras eran de sarcasmo.

Alpiers sonrió torpemente y asintió.

—Para empezar, ¿no son así todos los padres? No son fríos cuando se trata de sus hijos. Por favor, entre.

Tan pronto como Alpiers terminó de hablar, dos sirvientes corrieron rápidamente a la mansión para preparar el té.


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Bebé leopardo de las nieves de la familia de las panteras negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora